30. Es un secreto.

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—Entonces... ¿Shawn te coquetea? — me pregunta alzando una ceja.

—Si— me encogí de hombros— ya no puede ocultar el demonio que lleva dentro, el traje de ángel está muy deteriorado.

—Pero tu no...

—No, no me gusta, Matt.

Se rió con nostalgia.

— ¿Qué pasa? — le pregunté deteniéndome.

—Me llamaste Matt.

Sonreí mirando mis pies descalzos.

—Extrañaba decirte así.

Miró mis pies.

— ¿Quieres que te llevé? — me pregunta.

— ¿Así como? — fruncí mi ceño y segundos después me levanto en sus brazos y comenzó a caminar.

— ¡Matt! — nos reímos y lo abracé.

Estuve unos segundos en silencio, escondida en su cuello.

— ¿Estas bien, Mack?

—Sí, solo que... te extrañé— suspiré.

—No llores, Mack. Todo está bien.

Quisiera decirle algunas cosas, pero era mejor no arruinar el momento.

—Entonces ¿Tú me enviaste todos esos Sour Cand? ¿Tú escribiste todas esas notas para mí? Y sabias que era yo la del baile porque me viste comprando el vestido ¿No? ¿Tú fuiste el que me llamó para...?

—Sí, sí y si— se rió— yo era el anónimo o tu admirador secreto como quieras llamarlo.

—Estas completamente loco, dinosaurio.

—Y tu completamente loca, lagartija.

Ambos soltamos una carcajada.

Al llegar a casa, me dejó en la entrada y me miró.

— ¿Estás sola?

—Sí, mis padres fueron a una celebración. ¿Quieres pasar?

—Es que...— rasco su nuca.

—Tengo Sour Cand— moví mis cejas divertida.

—Está bien— se rió.

Entramos y miró con curiosidad toda la casa. Subimos a mi habitación y saqué los Sour Cand que tenía dentro de una caja, debajo de la cama.

—También los guardo ahí— comentó.

Le sonreí.

—Precaución— dijimos al unísono.

Se sentó sobre mi cama al igual que yo.

— ¿Cuándo te vas? — dice sacando un osito y llevándoselo a la boca.

—El último día de clase, ya no me verán más en este vecindario.

—Voy a extrañarte.

Me crucé de brazos.

—Matt, explícame algo.

—Dime.

— ¿Por qué me besaste sin mi permiso?

Arregló su cabello.

—Digo, no te lo pregunte por que seguro me dices que no, con o sin antifaz.

—Tiene sentido— me encogí de hombros— pero... no lo hagas de nuevo.

Me miró.

— ¿Por qué? — murmuró haciendo puchero.

La desterrada  ›  Old MagconDonde viven las historias. Descúbrelo ahora