Capítulo 2

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Día 23 de abril del año 2040
Uf!. Tres años. Tres largos años de intensivo trabajo y dedicación a mis hijos en los que me ha sido imposible encontrar un segundo para retomar mi escritura.
Las personas pueden decir que el profesorado es uno de los oficios menos costosos del mundo, pero yo no estoy de acuerdo. Es decir, es verdad que las vacaciones que nosotros tenemos son paralelas a las de los estudiantes, lo cual es favorable para todos, aunque los exámenes que los alumnos hacen no se corrigen solos, y estás todo el día de arriba a abajo, hablando y explicando, resolviendo dudas y demás...
Disculpad, me estoy yendo por las ramas. Hoy, me he despertado con un pensamiento rondándome la cabeza que me ha acompañado durante todo el día: 'hoy tengo que escribir. Tengo que volver a embiciarme. Redescubrir mi hobbie e intentar sacar a relucir un poco de ese talento que espero poseer'.
Porque además,una no se hace famosa de la noche a la mañana.
Ahora mismo, a parte de este pequeño diario que espero algún día leáis, estoy trabajando en una breve novela juvenil. Algo que llevo queriendo hacer desde que era una pequeñaja alocada y activa.
Igualmente, el objetivo de lo que hago, realmente no es convertirme en una célebre escritora. No es lo que me he propuesto. No me he propuesto que mi cara salga en la portada de algún periódico, o que me hagan multitud de entrevistas.
Yo me he propuesto sacar sonrisas a los niños, adolescentes y adultos. A todas aquellas personas que se atrevan a meterse en el mundo de la lectura. A todas aquellas personas vivas y arriesgadas que quieran pasar un buen rato y salir con algo nuevo en su corazón. Algo que se les haya quedado grabado. Algo que les haya calado muy hondo.
Y lo demás, Dios dirá. El tiempo lo impondrá. Si tengo que ser famosa y salir en la televisión, saldré. Y si tengo que limitarme a escribir para mi propio placer,y encontrar medios más humildes para hacérselos llegar a la gente, eso haré.
Y,bueno, de nuevo, me estoy extendiendo más de lo que querría por unos campos por los que no tenía intención de ir.
Ayer, mientras mi marido dormía en el sofá, con nuestra niña acurrucada a su lado,y el bebé corriendo de un lado a otro por los pasillo, yo sonreía.
Era feliz. Recordaba cada momento de mi vida. Recordaba todos los que me hicieron reír, y, sin quererlo, centré toda mi atención en aquellos recuerdos que se correspondían con mi marido.
El día en que le conocí por primera vez y cómo nuestras vidas han pasado por millones de fases distintas.
Yo tenía como unos trece años. Es esa etapa crucial de tu vida en que pasas la pubertad y lo que llamamos 'la edad del pavo'. Bueno, por ese entonces los chicos nos empezaban a interesar. Quizás no los queríamos como novios, pero ya nos fijábamos en algo más.
Pues, la situación era la siguiente: yo estaba en la playa de San Juan, (Alicante). Era verano. Un día de julio por la noche. Un par de amigas mías, mi hermano pequeño y yo, estábamos en el 'patio' (llamémoslo así) de la urbanización en la que tenemos un apartamento.
Mi hermano, que es un payaso por naturaleza y le encanta hacer tonterías para hacernos reír, estaba haciendo lo propio para entretenernos un poco.
De repente, oímos unas risas que procedían de la urbanización de al lado, de un piso número cuatro. En el balcón susodicho, se veían dos sombras que nos observaban y se reían. Mi hermano paró y nos quedamos todos mirándoles. Ellos se pusieron a hacer bobadas para quedar bien y mi hermano intentaba hacerlas aún peores. Al final, nosotras no podíamos parar de reír. Cuando no sabíamos ya qué hacer, decidimos hablar con ellos.
Les preguntamos por su edad, y como no nos entendían, probamos a hablarles en inglés. ¡Bingo!
Recuerdo una cosa muy bien. Entendimos que tenían dieciocho. No sé si fue porque estaban muy lejos o porque nosotros no lo escuchamos bien.
Les dijimos que se bajasen para que pudiésemos hablar mejor y eso hicieron.
Ellos se quedaron en su aparcamiento y nosotros en el nuestro.
Mis ojos se clavaron casi simultáneamente en los de uno de ellos. Ojos marrones con un toque verdoso hipnotizadores. Su mirada era profunda y serena. De esas que te dejan sin respiración. De esas que no puedes dejar de mirar ni aunque quieras.
Él me miró y nos sonreímos. Empezamos a hablar todos con todos. Pero yo no podía dejar de mirarle a él. Llegamos a la conclusión de que no tenían dieciocho años porque no los aparentaban. Eran más bien bajitos y aún conservaban esa cara dulce e inocente de los niños. Les preguntamos, y efectivamente tenían un año más que nosotros.
Los días que siguieron, fuimos conociéndonos más. Cuando bajábamos a la piscina, hablábamos desde un extremo a otro. Y por las noches, se bajaban a nuestra zona y echábamos la tarde y la noche.
Hay muchas anécdotas que podría destacar, pero eso sería alargarme demasiado.
A mí cada día me gustaba más y mis amigas lo notaban. Por eso tenía miedo de que lo notase él también.
Llegó el día de la despedida. Y ninguno de los dos volvió a saber nada del otro hasta el verano siguiente, cuando, una mañana, me asomé al balcón y les vi En la piscina vecina. Me dio vergüenza, y mucha, acercarme pero al final lo hice. Otro verano que pasamos juntos. Otro verano en que mi corazón latía a mil por hora a su lado y no supe qué era lo que él sentía. Mis amigas decían que sí que le gustaba. Que estaba interesado en mí. Y no era mentira. Se preocupaba por mí como un amigo, y me cuidaba como tal, aunque yo nunca llegué a pensar que él podía llegar a sentir algo por mi y eso dolía.
De nuevo, nos dijimos adiós. Sólo mi alma esperaba que fuese un hasta luego.
Pasaba otro año. Otro año en que cada vez que olía su perfume, cada vez que oía su nombre, cada vez que veía o hacía algo que me recordase al verano, me acordaba de él.
Y mi cabeza se preguntaba si a él le pasaría lo mismo. Si él pensaría en mí. Si pensaría en mí de esa forma...
Llegó por fin el verano de 2014. Ese año se trajo un amigo distinto. Nosotros seguíamos con nuestro pequeño tonteo pero yo aún pensaba que él sólo me veía como una amiga. Me atreví pasado el tiempo a pedirle su número. No le iba a llamar ni nada por el estilo, es solo que... no sé... Era algo que me apetecía tener. Por si a caso.
Mi corazón y yo, yo y mi corazón. Jamás me imaginé así el amor. No me hacía a la idea de que no sería correspondida. Jamás pensé que iba a aparecer tan de repente o que me haría sentirme así de bien
El día en que se fue, a mí me entraron unas ganas irremediables de llorar y me contuve. En el último segundo, le mandé un mensaje diciéndole lo que sentía. Jamás supe si ese mensaje le llegó de verdad a él. Me arrepentí todo el año de no habérselo dicho en persona. Me despertaba días después esperando una respuesta que nunca llegó. Esperando un 'te echó de menos' que nunca existió...
2015. Pasé en la playa menos de dos semanas del mes de julio. A finales de dicho mes me marché de viaje y volví a principios de agosto.
Él, solía venir a finales de julio y se quedaba hasta mediados de agosto. Yo tenía la esperanza de pasar mucho tiempo con él pero no fue así. Justamente ese verano, vino como unas semanas antes que otras veces. Todo se resumió en tres días. Tres míseros días en los que me pasó de todo...
Empecé el verano muy convencida de que ya no le quería de esa forma. Que fue una tontería de niña que se ya no existía... No sabe nadie lo equivocada que estaba... Un día, una amiga mía, vino a pasar el día conmigo. Al finalizar la tarde, la acompañé al lugar en que la recogían. Tras la despedida, volví de nuevo a la urbanización. En la puerta, había un grupo de personas.
De frente podía ver al hermano de una amiga mía y a un amigo suyo. A su lado, un poco más de espaldas a mí, una chica de unos veintitantos años que me recordaba muchísimo a alguien. Y, de espaldas completamente,un chaval alto, que tendría más o menos mi edad. Recuerdo que pensé en fijarme en cómo era porque a lo mejor tenía buen tipo, y , pues, nunca está de más mirar.
Conforme me iba acercando fui cayendo en la cuenta, de que la chica, era la hermana del inglés. Era la hermana de mi chico... Seguramente mis mejillas cambiaron de color. No estoy segura de si a rojizo o a un blanco cadavérico pero en ese momento yo dejé de ser yo.
Llegué a la altura de la puerta y pedí permiso para poder llamar al portero. Aún no estaba segura de que fuese él. Sencillamente no lo quería creer.
Él se apartó un poco y noté que su mirada se fijaba en mi perfil mientras a mí me abrían la puerta y entraba.
No pude evitar girarme discretamente y me sentí desfallecer.
Estaba en lo cierto. Era él. Intenté mantener la Calma hasta subir a mi casa, donde no había nadie. Pero yo notaba que mi corazón se me iba a salir del pecho.
Entré dento y cerré la puerta. Dediqué unos segundos a asimilarlo y empecé a deambular por la casa con el alma en un puño y yo sonriendo como una estúpida.
Ya calmada, bajé de nuevo con mis amigas y lo comentamos. Decidimos avisarle para que se viniera con nosotros. Este año, estaba él sólo.
Tres días. Tres días en los que hablamos de nuestra vida entera. Tres días en los que podría haber pasado algo entre nosotros y no pasó, porque yo no estaba convencida de que me quisiera y seguramente él tampoco. Tuve unas enormes tentaciones de lanzarme. De besarle. De confesarle lo que sentía por él. Pero jamás lo hice.
Pensando en la parte positiva, fue él quién me pidió el teléfono para poder hablar conmigo, no yo. Me lo pidió sólo a mí, teniendo a mis amigas alrededor.
Los tres días llegaron a su fin y yo no podía estar más triste.
Me iba de viaje con unas amigas, es verdad.Lo cual era genial y sabía que iba a disfrutar como los indios.Tabién es verdad. Pero no quería decirle adiós. Tenía miedo. Miedo de que en un año encontrase a otra. Miedo a que, en el tiempo que estuviese en San Juan sin mí, no me echase de menos. Miedo a que todo se acabase después de ese verano.
Un día, se decidió a hablarme. Pasado el día optó por no contestarme y se acabó. Así tres días seguidos y ya me cansé. Si él no iba a poner de su parte yo no podía hacer más. Siempre era yo la que empezaba la conversación y tampoco quería que se acostumbrase a ello. Quería convencerme de que si me quería, no me dejaría marchar. Pero a la vez estaba segura de que no me quería.
Al mismo tiempo yo tenía unas ganas innecesarias de hablar con él. De verle, abrazarle y tenerle a mi lado. Aunque eso ya era imposible.
Pasó el verano. Y cuando ya no podía más, le hablé. De nuevo lo mismo.
Pasaron los días. Yo quería dejar de pensar en él. Quería dejar de darle importancia pero sencillamente no podía. No era capaz.
No podía dejar de pensar en qué estaría haciendo. En si pensaría en mí como yo pensaba en él. En si tendría tentaciones de escribirme algo como yo. Si no lo haría por miedo. Por miedo a la distancia o por miedo a la traición. De si de verdad me quería.
Jamás imaginé que alguien a quien conoces de tan poco, de una forma inesperada, pasase a convertirse en tanto.
Hubo más días en los que hablamos. Pero siempre porque le hablaba yo primero. Siempre terminaba él. Había días en los que me hartaba de sus respuestas demasiado monótonas que se alternaban según el día y era yo la que no contestaba. Me costaba, pero de la otra forma me hacía daño.
No podía parar de leer sus mensajes. Los momentos en que me preguntaba a mí. En los que se preocupaba. En los que me decía algo cariñoso. Cuando se notaba que quería hablar conmigo y yo no podía parar de sonreír como una estúpida.
A veces sufría. Tenía la sensación de ser su juguete. Eso que utilizaba para entretenerse cuando se aburría. Eso que aprovechaba porque sabía que yo le quería... Tenía miedo del futuro. Pero también tenía miedo del presente.
Solo quería ver si se había conectado o no. Si había estado hablando con alguien más. Simplemente quería responder unas preguntas sencillas... No era tan difícil...
Él fue mi primer amor. Ese que nunca se olvida. Ese que se te marca en lo más hondo. Me enamoré. Terriblemente enamorada.
Pasó otro año y llegó de nuevo el verano. Fue más de lo mismo. Cada vez más intenso aunque ninguno daba el paso.
Acabé segundo de bachiller y me marché a la universidad. A penas pisaba la playa que tanto frecuentaba y que tanto añore. No le volví a ver.
Pero, fíjaos cómo es la vida, que, ese chico, que me hacía pensar y preocuparme, ahora duerme conmigo todos los días del año. Me ha dado una familia y una vida. Cómo en un giro, esa persona a la que creías haber perdido, aún pensando que nunca habías tenido, vuelve a tu vida de la manera más tonta.
Lo nuestro fue un encontronazo casual en una fiesta de verano.
Y míradnos. Felices. Juntos. De la mano para siempre. Tengo la suerte de tener junto a mí a mi primer amor. A esa persona que amé y jamás dejé de amar.
No sabéis el gusto que se siente cuando, después de tanto tiempo, te encuentras con una persona y te das cuenta de que todavía hay más que química entre los dos...
Decidimos casarnos y acabar lo que nunca llegamos a empezar.
Y bueno, todo desembocó de esta forma. Todo tenemos un amor correspondido o ni por el que sufrimos.
Pero nunca perdáis esa chispa ni las ganas de vivir...
Ah! ¡Y un último consejo! Nunca dejéis de soñar.
(...)
Listo. Espero que os guste. Bueno tengo que añadir que está basado en mi vida real, solo que actualmente tengo 16 años así que no estoy casada ni nada por el estilo. que estoy... Creo qje enamorada y ese chico forma parte de mi vida y nuestra relación fue y es exactamente así. Vive a kilómetros de y no estoy segura de si soy verdaderamente correspondida. Lo único que necesitaba era soltar todo lo que tenía dentro. Gracias por leer.
Un besazoo

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