Hayden.

13 0 0
                                    

Había pasado una semana desde que Hayden apareció en su porche delantero, y Thomas no la había vuelto a ver, haciéndole creer que la amenaza había funcionado.

La cena de esa noche, lasaña y ensalada, era tan mala como el ambiente que la llevaba. Kate miraba fijamente a su plato, ataraxia impresionante. Por otro lado, Dean estaba inclinado de una forma extraña, comiendo la cena rápido y temblando, se limpiaba la nariz constantemente y escondía la servilleta entre sus piernas, de pronto un sollozo accidental salía de su pecho, pero sus padres no lo notaban. Beth comía con desánimo su cena, suspiraba de vez en cuando.

De pronto, "Marimba" resonó en la habitación, era el celular de Tom. Mentalmente agradeció al Señor que lo librara de tal escenario y se levantó enseguida, sin disculparse. Una vez afuera, miró el teléfono, en la pantalla se leía "número desconocido" seguido de diez dígitos cuya combinación era totalmente desconocida para él. Presionó el botón verde y se pegó el teléfono a la cara, apenas iba a abrir la boca para saludar cuando fue interrumpido por la persona al otro lado de la línea.

-Más te vale que empieces a hacer lo que te digo, eso si no quieres que tu esposita se entere de lo nuestro.- Thomas tragó saliva, Hayden era imponente cuando estaba molesta.

-Está bien, haré lo que sea pero no les hagas daño.- Ella soltó una risotada.

-Así se habla, mi amor.- Sus ojos se tornaron oscuros, como un tigre a punto de cazar a su presa.

Le dio un gran número de reglas a seguir. Por ejemplo, los miércoles debía cenar con ella, los lunes debía pasar la noche con ella, debía llamarle cada noche antes de dormir y hablarle lindo, y debía ser detallista.

Sí, Thomas quería volver a tener una relación como la que alguna vez él y Beth compartieron, pero esto no era lo que él esperaba, ni mucho menos lo que quería.

Thomas siguió las reglas por meses, incluso llegó a valorar su matrimonio con Beth, y es que ella no lo forzaba a nada, lo dejaba libre de hacer y deshacer y no se entrometía en sus asuntos. Pero Hayden era diferente, ella era pegajosa y dependiente, chismosa y extremadamente celosa, le gustaba mandar y ser obedecida, era chillona y muy manipuladora. Thomas se arrepentía más y más de sus acciones, pensaba que era su karma y cada noche pedía perdón por cada tontería que alguna vez hizo.

Thomas ahora le pagaba la renta a Hayden en Parkland Apartments, aparte de pagar sus deudas y tarjetas de crédito, y otros lujos que ella amaba darse. Cada vez le ponía menos atención a su verdadera familia, deprimiéndolos más.


Una noche en Las VegasWhere stories live. Discover now