cincuenta.

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—Lo hice —anunció victorioso Colin.

—¿Y? ¿Qué pasó?

Dylan no podía aguantar cuando Colin la dejaba intrigada la duda, necesitaba que diga todo de una sola vez; sea bueno o malo.

—Brevemente, Chris me creyó, y entendió que no lo besaste solo por mi. Ah, y creo que está buscándote justamente en estos momentos.

Dylan se puso de puntitas para mirar sobre todas las personas, y sí, lo vio a Chris, quien parecía estar buscando a alguien.

—Creo que ahora sí puedes decir que soy el mejor —le dijo Colin, en broma.

—Claro que si —le respondió —. Lo eres. Eso y mucho más.

Lo abrazó, y notó que fue el abrazo más sincero que jamás le había dado.

Colin se disculpó:

—Hey, yo solo quiero que sepas que si te he hecho sentir mal, estaba tratando que me prestaras algo de atención. No se me ocurrió otra forma de hacerlo, sé que estuve pésimo, y que soy un completo idiota, pero siempre te quise, y lo voy a seguir haciendo, porque es imposible odiarte —dijo, y logró dejarla boquiabierta.

—Ya sé que eres un completo idiota —Colin la miró, pensando si lo decía en serio, y ella rió —. Y, no. Yo también lo fui, por no darme cuenta en todo este tiempo que tuve a alguien maravilloso conmigo.

—Los dos somos unos idiotas —le afirmó el castaño.

Ella asintió.

—Nunca había terminado con alguien antes, así que no sé cómo hacer esto... ¿amigos?

Dylan lo miró sonriente.

—Amigos, obviamente.

Él le devolvió la sonrisa, y llevó su mirada hacia el suelo.

—No deberías dejar a Lola bailando sola —sugirió Dylan, con una sonrisa de lado.

Colin levantó la cabeza y sonrió aún más, si es que eso era posible.

—Suerte —le deseó.

Y así fue como Colin desapareció entre la gente.

<<La necesitaré>> pensó.



—¡Chris! —le gritó ella —¡Chris!

Dylan no podía creer que finalmente había dejado atrás el amontonamiento de gente bailando, y lo había encontrado.

—¡Dylan! —exclamó, emocionado.

Él la levantó en el aire y le dio una vuelta. Ella juraría que si alguien hubiera capturado su expresión, la burlarían de por vida.

—Déjame explicarte, todo... —comenzó ella, pero Chris no la dejó terminar.

—No tienes que explicar nada, Colin ya lo hizo —dijo —. Aún no puedo creer que hayas pegado carteles nuestros por toda la escuela, ¿acaso gastaste toda tu mesada?

—Tal vez... no, espera. ¿Cómo lo sabes? —le preguntó.

—Leo no sabe mentir.

—Sabía que tuve que enviar a Michael —susurró.

—Aún así, eres genial.

Rió.

—Estuve pensando este momento unas miles de veces esta semana, y pensé que sería mucho, mucho más difícil. Hasta ya tenía uno de esos discursos cursis preparados, acabas de arruinar el momento, más o menos —le gritó Dylan, que casi no podía hablar por lo fuerte que estaba la música.

Chris & DylanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora