9. Octubre.

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Bienvenido seas, octubre.
Es un jueves precioso, creo que nunca me había cruzado con él tantas veces en el mismo día.
Llega al punto en el que me intimida...

Camino por el pasillo y lo veo. Viene justo de frente. Veo un atisbo de sonrisa en sus labios y el corazón se me desboca.
Agacho la cabeza y mi flequillo oscuro cae sobre mis ojos.
Evito su mirada. Esa mirada que me perturba y me deja sin aliento.

Hablamos durante toda la tarde y hace alusión a lo ocurrido esta mañana. Se dio cuenta de que había evitado esos ojos claros y penetrantes.

No es un día feliz, al menos no para él. El partido no va tan bien como él espera, le anulan dos goles, pero aún así, ha ganado.
Detesto ese estado de frustración.
Intento hacerlo feliz. Creo que es la razón por la que aparecí en su vida, llenarlo de optimismo.

Los viernes siempre son días maravillosos, y no porque rocen el fin de semana...
Es el único día en el que tengo asegurada su mirada.
Recojo rápidamente mi material y lo guardo en la mochila. Me apresuro para llegar al taller y... oh no, qué vergüenza.

Encuentro esos ojos enormes mirándome fijamente, acompañados de otros muchos ojos que carecen de importancia.
Toda su clase sigue allí.

Entro y dejo mi mochila en mi mesa. Acabo de descubrir que también es la suya.
Y saludo con una sonrisa.
Quería verlo a él, no a toda esa gente.

Lo que me llama la atención es el comentario general de los chicos de su clase.
Dicen una grosería sobre mí que provoca un ataque de risa en mi persona.

De acuerdo, puede que los chicos tengan razón. Puede que en ocasiones no pueda ocultar el libido.
En ocasiones todo mi erotismo atenta contra mi y se manifiesta en mi rostro.

Mañana.
Mañana por fin podré verlo y mantener una conversación de verdad. Una conversación cara a cara.

Mañana al fin podré perderme en las profundidades de sus ojos.

Eyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora