22-Reencuentros

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Ya no aguantaba más. Nunca pensó que algo así iba a suceder, y menos por él. Necesitaba verle, aunque solo fuese un día. Le echaba de menos. No permitiría que nadie la dijese qué hacer, o lo que era correcto. Sabía que si seguía con su plan podría acabar como Sara. Pero la daba igual. Es un simple humano, se había repetido durante los días anteriores, solo es un niño inmaduro, idiota y egoísta, que intentó acercarse a mí a la fuerza. Pero, por mucho que intentara engañarse, seguía pensando en él todos los días al despertarse.

Tenía que ir, decirle que nunca estarían juntos y dejarle. Era la única forma de quitarse ese peso de encima que la atormentaba. Por lo que la noche del viernes, se fugó de su castillo sin que nadie la viese.

Cogió una mochila, en la que metió lo necesario, y colocó las sábanas, de modo que pareciese que estaba dentro. Después abrió el balcón, comprobó que no había nadie y salió. Con el color de su cola pudo camuflarse en el mar y salir de su reino sin que nadie se diera cuenta.

Cuando estuvo lo suficientemente alejada, paró. Agarró su concha y deseó estar allí lo antes posible. Una luz aguamarina la envolvió. Cerró los ojos y cuando los abrió descubrió que era de día.

—Esto no está bien— se repetía Rina constantemente.

Aún no se creía lo que estaba haciendo. Estaba escapándose de su propio castillo para ver a un humano.

Pero tenía que saber más, tenía que verle. Solo iba a ser un par de días, luego volvería y cumpliría con todos sus deberes como princesa. Además, echaba de menos a Luchia, a Hanon y al resto. Habían compartido demasiados buenos momentos en el mundo humano.

Mientras recordaba agarró su concha. Tenía que nadar mucho hasta el Pacífico Norte, pero deseaba volver a verlos a todos. Una luz verde la envolvió y cerró los ojos. Cuando los abrió, descubrió que ya no estaba en su reino.

—Buenos días, princesa.

Coco se paró. Estaba dando un paseo cerca de la playa, cuando pasó al lado de un chico. Él, al ver que se había parado, se puso enfrente.

— ¿Cómo...— empezó a decir Coco, pero no continuó.

—Es muy fácil diferenciar una princesa sirena de una humana. Y, si mi instinto no me falla, es la princesa sirena de la perla amarilla, del Pacífico Sur. ¿Cierto?

—Sí, ¿quién eres tú?

—Discúlpeme, aún no he presentado— hizo una breve reverencia —Mi nombre es Amaiel, pertenezco al reino del Ártico. Estoy buscando a mi princesa, traigo información de gran importancia. ¿Podría indicarme donde se encuentra?

— ¿Hanon?— preguntó una voz detrás de ella.

— ¿Luchia?— dijo cuando se giró — ¿Qué haces aquí?

—No, ¿qué haces tú en mi reino?

— ¿Tu reino? Pero si estoy en el mío.

—No lo estás.

Hanon alzó la vista y fue cuando se dio cuenta. Al fondo no se encontraba su castillo, sino el de Luchia. Estaba en el Pacífico Norte.

— ¿Cómo es posible?— preguntó sorprendida —Yo estaba en mi reino hace un momento, no puedo haber tardado tan poco en llegar.

—Sí, esto es muy extraño— dijo Rina.

— ¡¿Rina?!— preguntaron sorprendidas las dos a la vez — ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Pichi Pichi Pitch ReturnOnde histórias criam vida. Descubra agora