Coincidencias [2]

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Cuando abrí los ojos Damon no estaba a mi lado, me asusté... me senté de golpe en la cama.

—¿Damon? —Pregunté buscando en el baño, no estaba ahí.

Bajé las escaleras sobresaltada, no quería perderlo otra vez, ¿Dónde estaba? ¿Sería capaz de volver a dejarme sin explicación alguna?

A esas horas mi madre se habría ido ya a trabajar.

¿Se había encontrado con él?

—¿Damon? —Repetía buscando por todos lados.

No estaba en la casa eso era evidente ¿Y si mi loquero tenía razón? Tal vez si era esquizofrénica y estaba alucinando, no, no, no Marny lo había visto, era prueba de su existencia.

Me senté en una silla del comedor, no mentiré, me estaba sintiendo bastante confundida.

—¿Dónde fuiste? —Dije para mí misma.

De repente lo vi entrando por la puerta principal, se veía tranquilo y relajado, me quedé helada mirándolo posiblemente con la boca abierta, ese hombre provocaba cosas en mi interior, ni siquiera puedo explicar por qué, pero lo siguiente que recuerdo fue que brinqué a sus brazos y empecé a besarlo.

Si. Definitivamente algún grado de locura debía tener ¿Que mal bicho me había picado para tenerme así de tonta con un completo desconocido?

—¡Oh Dios! No vuelvas a irte así, me asusta demasiado —Confesé entre sus brazos.

—Luna... ya te lo dije, ten cuidado con lo que dices.

—¿Y ahora que dije?

—Te traje desayuno —Dijo él levantando una bolsa con la otra mano e ignorando mi pregunta.

Un segundo.... ¿Me estaba cargando con un solo brazo? ¡Vaya si es fuerte el muchacho este!

—No era necesario, aquí hay comida.

—Tú me diste de comer anoche, quería retribuírtelo.

—¿Retribuírmelo? ¿Quién usa esas palabras?... No importa... ¿Qué trajiste? —pregunté bajando de su brazo y quitándole la bolsa.

La abrí y estaba llena de diferentes tipos de pan en miniatura, dulces, salados todas las variedades.

—¡Muy bien! ¡Me encanta el pan recién horneado! —Le dije sonriendo para él.

Me miró ladeando un poco la cabeza con expresión confundida.

—¿Es bueno? —cuestionó él.

—¿De qué hablas? ¿Nunca comiste pan recién hecho?

—Bueno...

—No importa —dije restándole importancia, aunque no podía negar que la situación se ponía cada vez más extraña.

Me di la vuelta, fui al refrigerador para sacar la mantequilla, la leche y el jugo, lo puse todo en el mesón, cuando sentí que se acercó por detrás y empezó a tocarme, eché mi cabeza hacía atrás en su hombro y él besó mi cuello.

—¿Nunca te cansas? —pregunté.

—No de ti, tú eres mía.... —respondió él.

Lo sentí  contra mi pierna, me di la vuelta para buscar su boca, la encontré... él me levantó del suelo y me sentó sobre el mesón, con ambas manos me tomó de las caderas para buscar mi ropa interior, la deslizó por mis piernas y la dejó caer al suelo.

Él empezó a tocarme y acariciarme, me pareció ver una especie de destello en sus ojos, mi cuerpo temblaba, mordía mis labios para no gritar.

—Eres mía —repitió...

Ángel NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora