Capítulo 2

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Los errores siempre pasan factura, ya sea tarde o temprano. En el caso de Freddie, la factura llegó más pronto de lo que había esperado. Lo comprendió cuando su madre conducía de regreso a casa después de todo lo sucedido. Las decisiones estaban tomadas y no había marcha atrás. Durante todo el trayecto, permaneció en silencio, mirando por la ventana. Su corazón parecía arder en llamas, un dolor palpable que lo atormentaba.

Sus pensamientos lo abrumaban tanto que ni siquiera notó cuándo llegaron frente al departamento. La señora Benson abrió la puerta apresuradamente, como si temiera que alguien no deseado pudiera interrumpir su entrada.

"Al fin has recapacitado, mi niño", dijo con un tono desagradable. "La vida junto a esa delincuente debió haber sido un infierno. Te prepararé tu comida favorita. Lleva tus maletas a la habitación y descansa". Freddie asintió en silencio y se dirigió a su habitación.

Intentó dormir, pero los recuerdos lo atormentaban. Cada vez que cerraba los ojos, solo veía las lágrimas deslizarse por las mejillas de la joven rubia y la decepción en su rostro. Sam merecía una vida mejor. Aunque nunca le frustró vivir con carencias, se sentía desilusionado consigo mismo por no haber sido lo que Samantha necesitaba. A pesar de todo, no se arrepentía de sus acciones. Los gritos, el llanto y los reclamos eran una fachada que ocultaba un "lo hago por tu bien".

[.]

Carly caminaba de un lado a otro, sujetando con fuerza su celular. Sam la había llamado y le había explicado la situación. La pelinegra apenas podía contener las ganas de enfrentar a Freddie y darle una merecida bofetada.

Spencer, por su parte, sabía que algo así ocurriría. Eran solo niños jugando a ser adultos. A pesar de eso, su preocupación por Sam seguía siendo grande pues su amiga había mantenido su ubicación oculta.

Carly escuchó el sonido de una puerta cerrándose. Lo sabía. Freddie finalmente había aparecido, escondiéndose tras las faldas de su madre, como siempre. Spencer trató de detenerla, pero la pelinegra no podía controlar su furia.

"Fredwar, abre la maldita puerta", golpeó la madera con violencia. "Sé que estás ahí, cobarde". El alboroto llegó hasta los oídos de Freddie, quien se levantó para averiguar la razón de los gritos.

"Hijo, regresa a tu habitación. Es Carly, esa niñita que quiere alejarte de mi lado otra vez", la madre ordenó, y el castaño obedeció a regañadientes. Marisa entreabrió la puerta sin quitar el seguro. "¿Qué quieres?"

"Quiero ver a Freddie".

"Mi Freddie no está disponible para ti. Lárgate".

"Si algo le pasa a Sam, tú y tu cobarde hijo pagarán las consecuencias".

"Créeme que no", cerró la puerta de un portazo.

Pero la señora Benson no se quedó tranquila. Sabía que Carly insistiría hasta que hablara con Freddie. Tenía que hacer algo antes de que su hijo y Carly pudieran encontrarse.

[.]

Sam salió del aeropuerto, sin tener ni idea de adónde ir o qué hacer. Se acercó a unas personas para pedir información sobre algún lugar donde pudiera pasar la noche. Mañana sería otro día y podría pensar mejor.

Caminó por las oscuras calles hasta que vio algo que la asustó: una mujer parada al lado de la carretera, a punto de arrojarse frente a los autos.

Con cautela, se acercó, tratando de no asustarla.

"Hola", saludó la mujer, y Sam pudo ver el dolor en sus ojos. "Soy Samantha Puckett. Señora, por favor, no lo haga. Yo puedo ayudarla".

"Nadie puede ayudarme", respondió la mujer con voz temblorosa.

"Estoy tratando", insistió Sam.

"Estoy sola. No creo que alguien me extrañe. Nunca pude tener hijos, y mi prometido no soportó la idea de no tener una familia. Ningún hombre quiere una esposa así". Sus ojos se llenaron de lágrimas. "Eres solo una niña, no entenderías".

"Claro que entiendo. También estoy sola", admitió Sam. "Ni siquiera soy de este país. No sé qué haré mañana ni a dónde iré". La rubia llevó una mano a su vientre, aún plano. "Mi novio nos abandonó". La mujer entendió el mensaje implícito.

"¿Estás...?" Sam asintió, y la mujer se acercó a ella, entendiendo la necesidad de consuelo. Sam permitió el abrazo, sintiéndose extrañamente reconfortada por el gesto de una desconocida.

"Gracias por salvarme", susurró la mujer. "No sé cómo... No importa".

[.]

Marisa finalmente supo qué hacer. Su hermana mayor vivía en Stratford, y en una llamada, organizó la mudanza.

Carly no esperaba ver cómo unos hombres sacaban objetos y muebles de la casa de Freddie. La desesperación creció en su interior. La oportunidad de hablar con Freddie se estaba desvaneciendo.

Los siguientes dos meses pasaron rápidamente. Samantha fue adoptada por Laura, quien también la contrató como asistente en su pequeña empresa dedicada a organizar eventos. La joven aprendió mucho al observar a Laura trabajar, casi convirtiéndose en una experta. Laura la convenció de seguir estudiando y se inscribió en una escuela virtual. Su embarazo no presentaba complicaciones, y en pocos días cumpliría tres meses.

Por su parte, Freddie logró adaptarse a su nueva escuela. Tanto, que se convirtió en uno de los chicos más populares y con mejores calificaciones del instituto. Su madre dejó de molestarlo con Sam, y al parecer, la compañía de su tía le hacía bien.

Parecía que sus vidas estaban finalmente encontrando un lugar cómodo.

Las Cosas Locas Del Amor (Seddie)  EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now