Perdón

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- ¡Nii-chan, tranquilízate!- subió, Akiteru, el tono, por encima del trotar de su hermano, como si este apenas fuese consciente de lo que hacía; mas aquello a Kei no le importaba en ese momento, le traía al fresco cómo de patético estuviese haciéndose ver,le daba igual que todos le estuviesen observando. Sabía a dónde iba y qué quería.

¿O quizás no...?

De repente, el rubio frenó en seco, a tan solo un par de metros de Tadashi. Se había quedado congelado en la expresión de este, petrificado; en sus ojos brillantes de pavor y su expresión horrorizada, en las oscuras galaxias corvinas que lo observaban como si fuese una terrible bestia... Como si con tan sólo con mirarlo le provocase un profundo tedio, una controversista aversión.

El peliverde se rindió al temor e intentó zafarse a bruscos movimientos desesperados, para retroceder en busca de cobijo, donde Tsukishima no pudiese darse cuenta de lo desgraciado y patético que era. Pero Kei no era ciego, y mucho menos tan estúpido y cobarde como él.

- ¡Estate quieto! - vociferó Ukai, enajenado, sosteniendo el brazo de su rehén con una fuerza desmesurada - ¿Se puede saber qué pasa...?

Tadashi gimió bajito ante aquel violento agarre y se obligó a continuar probando suerte, sollozando leve cada vez que los entrenadores volvían a tomarlo con firmeza. De improvisto ambos adultos deshacieron el contacto, dejándolo libre, y Yamaguchi no se atrevió a cuestionar aquel acto; puso pies en polvorosa y se posicionó tras la masa humana, con el pulso de su enloquecido corazón martilleando sobre su garganta y una gruesa capa de sudor escurriéndose entre los pliegues de su rostro.

Pero Kei no se permitió volver a cometer el mismo error; avanzó a paso rápido hacia la cola del tumulto y sostuvo rígidamente el brazo de su amigo, tomándolo por tal grado de sorpresa que el cuerpo de Yamaguchi recibió un shock momentáneo. Cuando sus sentidos volvieron a estar alerta, el pecoso chilló, sintiendo los ojos ardientes de lágrimas encarceladas.

Su viejo amigo suspiró muy pesadamente, atrayéndolo hacia sí en un abrazo mudo que el buitre recibió sin protestar. Conteniendo el llanto se aferró fuerte a él, como si no existiese nada más real en aquel instante que el hecho de abrazar a Tsukishima, como si no hubiese razones para atender al dolor que su ausencia le había provocado. Como si nada hubiese pasado desde que se vieron por última vez.

Tadashi creyó que Kei abriría la boca para regañarlo, que, quizás, le reprendiese el haberlo abandonado. Pero aquello no aconteció así; su amigo lo sostenía con fuerza -quizá demasiada- y cerraba los ojos contra su hombro, balanceándose suavemente.

El público solo observaba sorprendido, lo único que parecía romper la armonía era el llanto que el buitre profería, como un polluelo herido de muerte. Al fin, los entrenadores se vieron en el aprieto de interrumpir aquellos arrumacos con una nueva buena, que destensó el encuentro.

De un respingo, el peliverde hizo el amago de escurrirse del abrazo, mas el cuerpo de Tsukki se mostraba reacio a darle tal gusto. Extrañado, el pecoso se permitió alzar el mentón para demandar su liberación, mas sintió las costillas ametrallarle el corazón cuando dio cuentas de la languidente mirada húmeda que el más alto le dirigía. Guiado por un demacrado instinto, Tadashi limpió sus delgadas lágrimas, sonriéndole con dulzura. Kei, al mirarlo, sintió crecer dentro de sí una extraña aprensión, como si su mente presagiase que algo no estaba llendo del todo bien.

Y, cuando fue a abrir la boca para esbozar palabra, la realidad derrumbó su fantasía.

- ¿Tsukishima, Yamaguchi, estáis prestando atención? - imploró el entrenador Ukai, sobresaltando al peliverde, quien aprovechando que Tsukishima había aflojado el agarre para mirar al teñido, se deshilachó de su enganche. Sintiéndose más gilipollas que nunca, y probando el mayor de los vacíos en su pecho, el buitre moteado retomó su huida, escabulléndose entre los deportistas.

Adolescencia y demás infiernos [TsukiYama]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora