Capítulo 1 | Un trato con Hunter Cross

1.2M 84K 275K
                                    

Una infidelidad es posiblemente una de las experiencias más dolorosas que puede vivir una persona. Te hace sentir triste e insegura, hace que pierdas la confianza en ti misma y hace que te cuestiones una y otra vez: «¿Será que yo tuve la culpa?». Tras descubrir que el chico que amaba llevaba meses engañándome con mi mejor amiga, me pasé el fin de semana entero recordando todos y cada uno de los momentos que pasamos juntos, buscando desesperadamente el error que hizo que Christopher me engañara. No podía dejar de preguntarme:

«¿Qué hice mal? ¿En dónde me equivoqué? ¿El amor que le di no fue suficiente?».

El lunes por la mañana desperté sintiéndome fatal. Tenía los ojos hinchados, me dolía muchísimo el estómago y desde el viernes por la noche sufría de un fuerte dolor de cabeza. No quería levantarme, no quería ir al instituto y tampoco quería ver el rostro de esos dos. No tenía la fuerza suficiente para hacerlo. Incluso consideré seriamente la posibilidad de reportarme como enferma, pero no tardé mucho en descartar esa idea. Si faltaba ese día al instituto, estaba segura de que tarde o temprano terminarían descubriendo que yo había mentido.

Al final, dejé escapar un profundo suspiro y me obligué a mí misma a salir de la cama.

Me di una ducha, me puse el uniforme gris de tres piezas y me planté frente al espejo del baño para hacer algo con mi patética apariencia. Dios, tenía una pinta horrible. Mi rostro estaba más pálido de lo normal, había círculos oscuros debajo de mis ojos, y en mis labios había pequeñas heridas que me había hecho yo misma por morderlos. Por fortuna, gracias a que mi madre era una reconocida diseñadora de alta costura francesa que había fundado su propia marca en los años ochenta, yo, como su única hija, contaba con la mejor variedad de ropa, bolsos, perfumes, productos hidratantes para la piel y cosméticos de alta gama fabricados especialmente para mí.

Cuando terminé de ponerme varias capas de maquillaje en la cara, sobre todo en el área de los ojos, me puse un poco de brillo labial y me arreglé el cabello con un par de broches plateados. El resultado final fue mucho mejor de lo que esperaba. Al menos, ya no parecía el personaje principal de una película de Tim Burton.

Forcé una falsa sonrisa, me puse la chaqueta del uniforme y bajé al primer piso. Tomé una manzana roja de la cocina en caso de que me diera hambre más tarde y salí por la puerta principal para atravesar el jardín.

Mis padres y yo vivíamos en una mansión estilo mediterráneo de tres pisos, ubicada en uno de los barrios más ricos de Seattle. Contaba con seis habitaciones, ocho baños, dos salas de estar, dos cocinas gourmet, un comedor formal, una sala de desayunos, dos oficinas, una biblioteca, un cine en casa y un montón de cosas más.

A decir verdad, era una casa demasiado grande para mi gusto.

Por otro lado, Hank Pérez, el hombre al que mi padre le pagaba una pequeña fortuna por cuidar de mí mientras él y mamá no estaban en casa, (que era prácticamente todo el tiempo), estaba esperándome fuera, junto a la gran fuente de la entrada, a lado de un lujoso Mercedes Benz en color negro. Me saludó con una sonrisa mientras abría la puerta del coche para mí. Me senté en el asiento trasero y me puse el cinturón de seguridad.

En lo que Hank conducía el auto por las abarrotadas calles de Seattle, con una destreza impecable, apoyé la cabeza en el cristal polarizado de la ventana y contemplé el exterior en completo silencio. No mucho después, sentí que me miraba a través del espejo retrovisor. Sabía lo que estaba pensando. No era normal que una persona como yo, que adoraba hablar hasta por los codos, se quedara callada durante tanto tiempo. Por lo general, acostumbraba conversar con Hank sobre cualquier cosa; del clima, de política, o de Kyle, su hija de cinco años.

Me habría encantado iniciar una conversación en ese momento, pero me encontraba tan triste y cansada que todo lo que quería era regresar a casa, encerrarme en mi habitación y convertirme en una vieja ermitaña.

Fingiendo Amor  © Nueva Versión +18 (Borrador)Where stories live. Discover now