Capítulo 7.

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En una pequeña casa en Madrid se encontraba Guillermo Diaz preparandose para salir a cenar.

Mientras que en un pequeño apartamento en la misma ciudad, se encontraba Samuel de Luque, preparandose para salir a cenar con él.

A la vez que discutía con su compañero de piso por milesima vez en el día.

-Venga, Vegetta, esta es tu noche.

Samuel bufó.

-Es una cena de amigos, y si te lo tengo que repetir una vez más, lo haré junto a una patada en el culo.

Frank rió por la amenaza de su amigo y le abrazó por los hombros.

-Vamos, tío, esta es tu noche, debes ir a la cena, hacerle reir, alguna que otra copita, ir a dejarlo a su casa y, cuando él este apunto de irse, le agarras de la mano y le dices: Guillermo, en esta noche especial, quiero decirte que te quiero y...

Samuel le interrumpió.

-No seas idiota, Frank. Y si fuera a siquiera confesarle mis sentimientos, no sería así, eso parece sacado de una pelicula vieja.

Frank rió.

-Se acerca San Valentin, querido Samuel, no hay nada en la televisión aparte de peliculas de amor.

Samuel solo volteó los ojos y se echo perfume.

-Uy, ¿ese es el perfume tan caro que te compraste que solo usas en salidas importantes? Me parece que si.

Samuel rió y volteó a ver a su amigo.

-¿Ves, Vegettita? Hasta tú sabes que hoy es una noche especial, no la arruines.

Agarró su movil, sus llaves y su billetera y se retiró de la casa rumbo a su cena, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, Frank gritó.

-¡Y besalo!

Cerró la puerta de un golpe y suspiró divertido. Subió a su coche, mientras ponía la radio y cantaba aquellas canciones estupidas que de igual manera él se las sabía.

Samuel estaba feliz, ignorar a Guillermo había sido dificil para él, realmente intentó sacarlo de su cabeza, pero él siempre estaba rondando en sus sueños y pensamientos.

Su voz, su cabello, su sonrisa, sus ojos, su risa, sus chistes, su forma de ser tan amarga que hacía que valoraras más cuando era dulce.

Samul no sabía porque, pero Guillermo lo tenía loco desde el primer día.

Se bajó del auto frente a aquel lujoso restaurante y empezó a buscar a su amigo.

¿Cómo se le llama a ese remolino que sientes en tu estomago al ver a esa persona que tanto quieres?

Guillermo se encontraba parado viendo su celular, bajo la luz de un foco, con su camisa más bonita (según él) en la esquina de donde Samuel estaba.

-Te ves guapo.

Guillermo saltó de golpe, provocando una sonrisa de Samuel. El menor golpeo al otro en señal de disgusto.

-Sabes bien que no me gusta que me asusten, tonto.

Samuel rió.

-Si, lo sé muy bien.

Sus miradas se cruzaron.

¿Cómo se le llama a aquel aceleramiento en el corazón cuando ves a la persona que tanto quieres a los ojos?

-¿Quieres entrar ya?

Guillermo asintió y entraron.

La noche pasó más rápido de lo normal, entre risas y anecdotas de su pasado juntos, Guillermo extrañaba a su mejor amigo y Samuel también.

La cena termino y, como Samuel, habitualmente hacía, acompaño a Guillermo hasta su casa.

La casa del menor no era la gran cosa, pero había un lugar que a Samuel le encantaba: el portico.

Las luces se prendían por la noche e iluminaba el precioso y cuidado pasto junto al sendero de piedras.

Se detuvieron en las escaleras y nuevamente sus miradas se conectaron.

-Creo que ya debo entrar, es un poco tarde.

Samuel asintió.

-La pase genial esta noche, siempre haces que la pase genial en cualquier lado mientras este contigo.

El sonrojo de parte de Guillermo no se hizo esperar.

Y ahí fue cuando la mente de Samuel viajó a la luna.

Solo podía prestar atención a la hermosa cara de Guillermo y la forma en la que sus labios se curvaban en una sonrisa.

¿Cómo los humanos podemos ser tan ciegos, como para no darnos cuenta que tenemos al amor de nuestras vidas frente a nosotros?

Pero ahora, Samuel, lo estaba viendo todo con claridad.

Su voz, su cabello, su sonrisa, sus ojos, su risa, sus chistes, su forma de ser tan amarga que hacía que valoraras más cuando era dulce.

Sus labios...

Nuevamente estaba perdido en su mente, pensando en él.

Y realmente Samuel no sabe si fue por instinto o porque, pero empezó a acercarse a Guillermo.

Sus labios chocaron más rápido de lo que ambos pudieron asimilar.

Y Guillermo correspondió aquel beso tan inesperado.

¿Conocen los puzzles?

Sus labios eran como dos fichas de puzzles, los de Guillermo estaban hechos para encajar con los de Samuel.

Y desde ese momento, Samuel supo, que no quería a nadie más.

Terminó más rápido de lo que ambos hubieran querido y sus miradas se encontraron por tercera vez en la noche.

-Yo...

Samuel intentó hablar, pero antes de que siquiera poder hacerlo, Guillermo corrió despavorido para dentro de su casa.

Samuel miró aquello y al ver que él no salió más, simplemente empezó su camino al restaurante, a buscar su auto.

Al llegar a este, dió un largo suspiró y se relajo en el asiento.

-¿Por qué mierda le sigo haciendo caso a Frank?

Samuel gritó enojado, golpeando el volante con su puño.

Arrancó el auto, y de camino a su pequeño apartamento, se dedicó a maldecir a su amigo en voz baja.

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