Imagen 2.

9.7K 476 35
                                    

Cada vez que pensaba en ti se me encogía el pecho, mis ojos se llenaban de lágrimas, mi vida dejaba de tener sentido. Pero no podía dejar de mirarte, no podía dejar de pensar en ti.

-Imagen número 2.-
Salías demasiado feliz aquí.

Con esa sonrisa brillante y esos ojos que desprendían un calor y una tranquilidad que no daban otros. Me encantaba ver esta imagen. Ibas con tu chaqueta vaquera favorita y tus botas marrones. Estabas andado, me encantaba tu forma de andar. Tus piernas se movían libres, como cuando me veías bailar. Estabas cómodo con tu forma de andar, debería haber aprendido a andar como tú, de esa manera tan suelta, tranquila, cómoda y maravillosa en la que andabas tú.

Tu pelo estaba un poco alborotado por el viento, pero no te preocupabas mucho por el, tan sólo se te veía con la mano frente al flequillo, para que este no se echara hacia atrás, o eso creo.

Ese día fue unas dos semanas después de la primera imagen. Habíamos quedado para ir al zoo, estabamos de camino a éste. Guardé esta imagen porque fue justo el momento en el que te dije te quiero y tu me miraste sonriendo desde más adelante. Siempre ibas delante de mi mientras andábamos.

Con esa manera de reaccionar me diste muchas esperanzas, no te asustaste ni desmentiste. Solo sonreiste al escuchar un te quiero de mi parte. No lo hice para escuchar una respuesta recíproca. No lo hice para que te sintieras obligado a hacer lo mismo. Lo hice porque en ese momento me apeteció. Fui sin pesar, demasiado espontáneo. Te encantaba que yo fuese tan extrovertido, decías que así le complementaba porque el no podía dejar de ser introvertido, tímido e inseguro. Decía que éramos el sol y la luna. Siempre intenté hacerle ver que no me gustaba mucho esa metáfora, hacía que en mi interior algo no funcionara bien. Como si me centrara mucho en lo comparado y no en la comparación.

Lo pasamos realmente bien en el zoo. Me acuerdo simplemente, no guardé imágenes de esto, porque la memoria no daba para mucho, tuve que hacer un gran espacio ya que en los cuatro años que estuvimos juntos las fotos abundaron. Sólo elegí las mejores. Y en casi todas sólo sales tú.

Recuerdo que te mordió un chimpancé y que te chupó una jirafa. Estabas realmente sorprendido por lo que hacía un pingüino en especial y nos quedamos como media hora viendo sólo a ese pingüino. Bueno, al menos tú. Yo no recuerdo que andaba haciendo.

El zoo estuvo realmente bien. Fue un día muy divertido, y habíamos cogido una confianza grandísima en pocos días. Ya no eras tan callado como solías ser, ya no te daba miedo ciertas cosas. Si que es verdad que seguías hablándome más por mensajes que cara a cara, pero yo nunca dejé de seguir intentando sacarte las palabras.

Tu madre estaba muy contenta de que me conocieras. Le gustaba mucho y decía que yo era un buen chico para ti. No como los otros. No me quisiste hablar de quienes eran los otros, pero supuse que fueron amigos tuyos. No quise parecer pesado y lo olvidé por un tiempo.

Tu madre me invitaba muchas veces a comer en tu casa y yo no me negaba. Alguna que otra vez me quedé a dormir, de hecho, la misma noche del zoo lo haría. Tu madre era más extrovertida que tú, así que debiste salir a tu padre, a quien no vi, ni supe de él, no hasta el momento que intento describir.

Este día me estabas sonriendo mucho, demasiado diría yo. No habías tocado tu móvil, ni tu música, cosa que era de extrañar, pero estabas bien. Te lo estabas pasando bien y eso me hacía feliz. Me hacía muy muy feliz.

Estaba completamente enamorado de tu magnífica forma de reír y de pasártelo bien. No hacía falta mucho para sacarte una sonrisa, pero hacía falta mucho para hacerte feliz. El chocolate era una forma fácil de allanar el camino hacia tu felicidad. Pero siempre había un largo camino que recorrer.

Esa misma noche, tu madre volvió a hablar de los otros. No sabía quien eran los otros, no querías contarme nada de ellos. Los otros.

Images. ‹Jikook›Where stories live. Discover now