✨Capítulo 6✨

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Londres, Inglaterra.

Allen miró por la ventanilla de su habitación.

Era el día de luna llena, y también el día de su cumpleaños. Cumplía ocho. Aunque se sentía más grande, pues no tenía el comportamiento de un niño común, ni mucho menos vivía lo mismo que sus compañeros de la escuela. Ellos parecían tan felices, tan contentos... Ellos jugaban a la pelota sin preocuparse porque su padrastro les pegara por las noches, también hacían berrinches en la escuela frente a sus padres sin tenerles ni una pizca de miedo, como él a los suyos. ¿Qué se sentiría ser como ellos? Tal vez nunca lo descubriría.

Pero ya estaba cansado, del frío miedo por las noches y el dolor de cada día, ya no quería sentir, quería desaparecer. Sería mejor la nada, mucho mejor. Por eso tomó su mochila y la llenó con ropa, su diario, y los pocos alimentos que había en la cocina; procuró no hacer mucho ruido con sus pasos para no despertar a la bestia que, si lo descubría, no viviría para contarlo.

Abrió la puerta con sigilo y el viento frío de la mañana le golpeó el rostro. Susurró el nombre de su hermana y desde la oscuridad de los arbustos ella salió. En cuanto le dijo lo que planeaba hacer su hermana decidió que iría con él. Ella también se daba cuenta de cómo era el lugar donde vivían. Ella también tenía miedo.

Tomó la mano de Rebecca y sin más comenzaron a alejarse de aquella casa donde el dolor y sufrimiento fueron lo único que pudieron experimentar. Aunque algo lo mantenía todavía en vilo, y esa era su hermanita, su Rebs. Ella era su único recuerdo de que él no era como los otros niños decían. Tal vez sí merecía algo como ellos, algo fuera del tormento. Lo tendría que buscar hasta encontrarlo. Tal vez algunas personas fueran buenas y los llevaran con ellos. Eso podría suceder, ¿no?

No tenía idea sobre dónde vivir, qué comer, y cómo sobrevivir en la calle, pero todo era mejor lejos de las paredes de aquella casa. Todo era mejor a sentir el estómago hecho un nudo por el miedo y el pánico.

Lo único que quería era proteger a Rebecca, sin tener idea de cómo hacerlo, y terminó sin saber que la conduciría al mismo infierno.

Era un monstruo, los niños tenían razón.


***

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