➻Uno

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—Hola... Mucho gusto, Mi nombre es Rubén Doblas y espero ser aceptado por todos–se presentó mientras varios compañeros de la nueva clase inspeccionaban la apariencia de Rubén. Se sentía tranquilo, seguro de sí mismo, así que continuo—, Tengo quince años de edad y he venido de Noruega hasta aquí por problemas familiares.

— ¡Muy bien! —Felicito la Maestra Felicia con una alegre sonrisa en el rostro—, eso es todo, pasa a tu asiento.

Varios alumnos susurraron tras las espaldas de Rubén, quien sin detenerse avanzo hasta la última mesilla del aula con la esperanza de no llamar tanto la atención, no más de lo que ya hacía. Suspiro sacando sus útiles en la mesa y sonriendo a los chicos que lo miraban extrañados. Era normal, pensó Rubén; no era la primera ni será la última vez que había tenido que presentarse en nuevos colegios, Su "don" siempre le traía problemas al no ser aceptado por los demás. Y era algo que para Rubén, no tenía la más mínima importancia y su madre lo sabía...

El receso se dio después de unas cuantas actividades por parte de la maestra. Salió y con toda la calma posible, camino hasta la cafetería.

En su otro colegio le encantaba jugar mentalmente con sus amigos y o compañeros, lanzando sus jugos por el aire y levantar sus emparedados. Terminaban empapados por el miedo o solo se dedicaban a llorar. Eso divertía demasiado a Rubén, quien siempre estuvo alejado de los demás.

La última vez que se enfrento a eso, fue en la broma del salón. Donde al brabucón le encantaba abusar de los más pequeños. Rubén utilizo su "don" comenzando a elevar todas las sillas, mochilas, butacas y hasta el escritorio de la maestra. El pobre Julián termino con los pantalones manchados y no solo de Orina. Momentos que no olvidara.

Pero obviamente no era consciente de lo que realmente estaba haciendo, solo hacia caso, a esa aguda voz en su cabeza que le decía que hacer en veces, otra desaparecía y no volvía. Era su único amigo.

Rió solo en la última mesa roja en la pequeña cafetería. Miraba las actitudes de todos; cada gusto y cada preferencia la analizo en su cabeza, como a las típicas niñas soñando con Justin Bieber, Los chicos que aman el fut-bol y los brabucones creídos de que tienen a todos a su merced. –Imbéciles –Fue su primer pensamiento al verlos.

—Hora de divertirnos un poco... ¿no crees? —se dijo a sí mismo. Camino un poco, acercándose a la mesa de los chicos que anteriormente había visualizado.

—Miren... Pero si es el nuevo. —se burlo un chico castaño ojos cafés y ojos oscuros—. ¿Qué quieres? ¿La bienvenida? —varios de los chicos rieron a carcajadas.

—Solo quería saludar, pero como veo... sois unos descerebrados—habló burlón Rubén, dejando salir una suave risilla.

— ¿Qué te crees pedazo de imbécil? —una chica con gafas, morena y cabello corto castaño obscuro gruño desde el asiento derecho—, No tienes el derecho de juzgarnos.

— ¿Podrían darme vuestros nombres? ¿No? –Preguntó con ironía sentándose en la mesa frente a ellos—, soy Rubén.

—Yener, Mike, Jack, Marco y Saúl. Ahora lárgate—un Chico medio musculoso de cabello negro obscuro dijo, manteniendo la mueca seria, Mike.

—Adiós chico lindo—burlonamente hablo la chica, Yener.

—Nos veremos después... chicos—murmuró volviendo a su asiento.

[*]

Ya era tarde, las clases al fin habían terminado, y a Rubén le tranquilizo demasiado, pues la atenta mirada de Mike y sus amigos no lo dejaban tranquilo. Salió casi corriendo encontrándose con su madre Bente, agitando su mano y con una gran sonrisa en el rostro. El castaño camino hasta ella, manteniendo su mirada baja, pues aun le incomodaba la presencia de su madre en la escuela, ya no era un niño.

—No tenías que venir—hablo seco Rubén entrando al Versa blanco de su madre—, Yo puedo caminar.

—Deja de quejarte—Suspiro acomodando su bolsa en el asiento del copiloto y encendiendo el auto—.Y bueno, ¿has hecho nuevos amigos? —sonrió emocionada.

—Por favor mama, sabes que no me gusta hacer amigos—murmuró soltando su mochila al tapete del auto. Bente suspiro de nuevo y sonrió mirándolo por el retrovisor de centro.

—Hijo, no te cierres... sé que es difícil, por ese tema—Negó, quitando los pensamientos amargos de su mente—, pero eres una gran persona. No tengas miedo.

— ¿Y si les hago daño? Si me enojo y... —se abrazo a sí mismo. No quería pasar otra vez por lo mismo—, no Mama, es lo mejor.

—Vale—susurró rendida, tratando de entender el cómo se sentía su hijo. 


s c a r e d ↮rubelangel™Where stories live. Discover now