Capítulo 1.

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     Corrí hasta ver el cartel que me indicaba el camino por donde debería ir "EXPERIMENTO CHICAGO". Los altavoces resonaban con la alarma de desalojo. Minutos atrás había presionado en botón de autodestrucción para destruir el laboratorio subterráneo que la tenía encarcelada. Llegué hasta la habitación donde los cuerpos del "EXPERIMENTO CHICAGO" estaban congelados dentro de capsulas. Y corrí hasta la última, donde estaba su cuerpo congelado. Admiré su juventud y belleza cuando estaba en frente del cristal. Coloqué el panel de código la contraseña para poder descongelar la capsula de ella.

     Mientras la capsula se descongelaba miré su nombre en la parte superior. Beatrice Prior, hermoso nombre. Cuando ya se descongeló por completo abrí la capsula y la ayude a levantarse. Me miraba desconcertada. Tal vez me temía, no lo sé.

     —¿Por qué estoy viva? —dijo tocando su cabello rubio alborotado. La tomé por la muñeca y traté de halarla para huir pero me detuvo —. ¿Qué es todo esto? ¿Quién eres tú?

     —Si escapamos de aquí, responderé todas tus preguntas, o por lo menos a las qué tengan respuestas—le prometí —. ¿Escuchas eso? —le pregunté levantando mis manos. Ella asintió con desconfianza —. Bueno, tenemos que huir, o moriremos aquí. Solo tenemos diez minutos para escapar. ¿Puedes correr?

     —Eso creo.

     Le pedí que me siguiera. Y salimos corriendo, subimos las escaleras ya que los ascensores estaban desactivados por la autodestrucción del lugar. Estábamos ocho pisos por debajo de la superficie. Teníamos que correr a toda velocidad para lograrlo. Luego de subir los ochos pisos, me detuve a respirar. Beatrice me animaba a seguir corriendo, pero mis pies no me lo permitían. Le pedí que descansáramos un minuto.

     —No tenemos tiempo, guíame —me gritó con autoridad. Esta chica era ruda, y creo que eso me encantaba. Como pude me coloqué en pie, y me la guie por el laberinto de pasillo. La alarma indicaba que solo faltaba treinta segundos. Aceleré el paso, corrí como nunca antes. Llevaba más de diez años trabajando en estos laboratorios y ya me conocía ese lugar con pelos y detalles. Estábamos en el pasillo final, y a lo lejos se visualizaba la puerta que decía "Salida".

     Le indiqué con la mano a Beatrice que esa era nuestra salida. Como yo comencé a detenerme, ella me traspasó y empujó la puerta. Le dio varias patadas hasta que cedieron. Ella corrió para alejarse de la puerta, y cuando ya estaba a una distancia segura me animaba a que corriera. Solo quedaban cinco segundos, y aún me quedaban cinco metros de recorrido. Respiré profundó y corrí. Cuatro. Mi pulso se aceleró. Tres. Estaba ya en la puerta. Dos. Al momento que la luz del sol me tocó la piel me dejé caer al suelo, y me coloqué en posición fetal cubriendo mi cara. El lugar a mi espalda explotó en un gran estruendo. No me moví hasta que luego del sacudir del suelo, Beatrice me colocó la mano en hombro y me pedía que me alejara lo más posible. Corrimos a través del bosque unos diez metros, y luego me apoyé de un árbol.

     Beatrice me colocó su brazo en el cuello y me colocó contra el árbol. Sus rasgos inocentes se tornaron rudos y desafiantes. Me amenazaba con el puño al aire.

     —Ahora, responde —le ordenó —. O voy a golpearte.

     —Cálmate, Beatrice —le dije tomando su puño y bajándolo —. Soy Derek Gálatas.

     —Tris.

     —¿Tris?

     —Sí, Beatrice era mi nombre en Abnegación —pude notar como se calmaba —. Ahora habla.

     —Tris, nunca moriste.

     —Claro, que sí —le desafió. 

     —No, las balas que recibiste no dio en ningún lugar...

     —Pero vi a mi madre —me interrumpió —. Y ella estaba muerta.

     —Tal vez lo que viste fue una ilusión, ¿qué más recuerdas después de allí? —le pregunté. Ella negó con la cabeza —. Luego, tú cuerpo fue recogido por las personas del laboratorio subterráneo secreto. Te devolvieron a la vida con un desfibrilador, y aunque respirabas no te despertabas, pensaron que habías entrado en coma. Te mantuvieron encerrada por tres años en una habitación, hasta que decidieron congelarte y esperar el momento adecuado para despertarte.

     Ella me miró con preocupación. Tal vez será difícil para ella analizar cada una de mis palabras.

     —¿Cuántos años han pasado? —preguntó peinándose el cabello rubio con la mano.

     —Cincuenta años.

     —¿Y donde están mis amigos?

     —Posiblemente viejos o muertos.

     A Tris se le comenzó a acelerar la respiración. Podría comprenderla, ya que si yo estuviera en su lugar posiblemente estaría llorando en el suelo tratando de comprender. Tris se sentó en un árbol caído, y comenzó pasarse las manos por el cabello con preocupación.

     —¿Y Tobias Eaton? —me preguntó después de un silencio. Antes de responder me senté a su lado.

     —No sé quien es —le confesé —, pero podemos ir a Chicago y averiguarlo.

     Tris se levantó de repente y secándose unas lágrimas de la mejilla dijo:

     —Bueno, vamos ahora.

     —Eso será un problema.

     —¿Por qué? —se volvió y me miró a los ojos.

     —Porque estamos a las de tres millas de Chicago, y no tenemos alimentos, ni agua, ni transporte.

     —Guíame, y trataré de encargarme de alguno de esos problemas.

     Me levanté, y comenzamos a caminar por el bosque. La salida principal debería de estar hacía el lado oeste y para allá nos dirigimos. Luego de caminar por unos minutos escuchamos el rugir de un camión. Tris me pidió que nos colocáramos contra el suelo. La obedecí. El camión se estaba acercando al laboratorio, tal vez en busca de sobrevivientes. Apenas el camión de detuvo, y los policías y paramédicos salieron Tris corrió sigilosa hasta la puerta del conductor. Revisó rápidamente y con señas me dijo que me acercara rápido. Nos subimos al camión, pero las llaves no estaban el cilindro de encendido.

     —Él debe de tener las llaves —le señalé a un hombre que estaba debajo de un árbol —. Él era quien conducía.

     —Yo me encargo —Tris se bajó del camión. Se dirigió hacía el chico en silencio. Pero en el último segundo, el chico se volvió y la vio. La apuntó con una pistola que sacaba de su pistolera. Ella subió los brazos y su rostro cambió a sufrimiento. El chico preocupado por ella se acercó sin dejar de apuntarla. Cuando el chico volvió el rostro para avisarle a sus compañeros sobre su hallazgo, Tris le dio un golpe dejándolo sin respiración. Cuando cayó al suelo tomó su pistola y l apuntó.

     —Si gritas te disparo —le amenazó —. Dame las llaves del camión.

     El chico sacándose las llaves del bolsillo se las entregó. Tris después de tener las llaves en sus manos corrió hasta el camión y se subió. Me las dio y cuando encendí el camión el chico gritó para pedir ayuda. Coloqué el camión en retroceso. Y mientras me alejaba en retroceso el parabrisas recibía balazos, pero sin hacer ningún daño.

     —Tenemos suerte que era un antibalas —le comenté. Le di la vuelta al camión en una maniobra que ni sabía que podía hacer. Ya con el camino correcto enfrente de mí, aceleré y nos alejamos del lugar a toda velocidad.

Atrapada en el tiempo (fanfic corto de la Saga Divergente).Where stories live. Discover now