Capítulo 1

68.5K 1.8K 146
                                    

— Maleen… — decía mi abuelo respirando por la boca en cada palabra que decía. Podía notar cómo se esforzaba para hablar.

— No hables, abuelito. No te esfuerces…

—… tienes que ir a Edran… — dijo ignorando lo que dije. —… tienes que encontrar a tu familia.

Nunca me explicó dónde era Edran, nunca me había hablado de ese lugar, ¿cómo se suponía que lo encontraría?

Mi abuelo me habló sobre un pueblo cerca del nuestro: Kalpam. Siempre lo estuvo mencionando, entonces supuse que  debía ser importante, y de alguna manera debía acercarme a Edran.

Aunque una gran parte de mi me decía que no había razón para ir a Edran, porque no quería conocer a mi familia. Siempre he considerado que la única familia que tenía era mi abuelo, porque él no me dejó, él me enseñó todo lo que sé…  y debía admitirlo, no estaba segura de que mis padres siguieran vivos.

Con el poco dinero que tenía compré un boleto en autobús hacia Kalpam.

No tenía mucho que llevar. Nos iban a quitar la casa tarde o temprano por las deudas que teníamos, y ahora con la muerte de mi abuelo, sólo era cuestión de días para que se dieran cuenta de que yo vivía sola allí y me llevaran a un internado hasta que cumpliera los 18 años, y para eso faltaba  poco más de un año.

Metí en mi mochila algo de ropa, todo el dinero que nos quedaba y  el  cuaderno de mi abuelo donde escribía algunas frases o memorias y que nunca antes me dejó tocar.

Me fui hasta el último asiento del autobús. Iba ser un viaje largo, eran 10 horas. Me pasé la mitad del viaje tratando de dormir, pero se me hacía casi imposible. Quería leer el diario de mi abuelo pero sentía que aún era una invasión a su privacidad, después de todo, pasaron dos días desde su muerte.

Todo el camino hacia Kalpam era por tierra porque no había carretera asfaltada. El autobús,  que era algo viejo, se movía de un lado para otro,  y hasta me pregunté si era posible que el autobús se rompiera en dos partes, o que las llantas siguieran avanzando sin el resto.

Mis ojos apenas permanecían abiertos cuando el autobús llegó al pueblo.

Kalpam era muy parecido a nuestro pueblo, pero tenía cierto aire que le hacía parecer superior a otros. Las casas no eran muy lujosas, algunas estaban bien construidas, otras eran pequeñas hechas a base de madera, pero esas sólo eran las que estaban a un lado del centro de Kalpam, donde las casas si estaban en mejor estado, y hasta se veía como un pueblo “de primer nivel”.

La verdad era que en estos tiempos se consideraba muy difícil lograr tener una casa de dos pisos o más. Normalmente las casas de los pueblos eran de una planta y algo pequeñas,  quienes tenían suerte podían tener la cocina, los dormitorios, en habitaciones separadas. La casa que tenía con mi abuelo no nos daba el lujo de separar  habitaciones.

De todas formas, en Kalpam no había tanta gente en las calles como en Colith, donde viví toda mi vida. Y las personas no parecían tan miserables.

Los últimos 50 años habían sido difíciles. En realidad, todo había sido difícil desde que Louis Reipinar tomó el poder.  En los primeros 10 años hubo una guerra en donde, como de costumbre, murió mucha gente y todo se destruyó, se logró reconstruir algunos pueblos, como Colith o Kalpam, pero no llegaron a ser nada a comparación de la Capital, donde se fueron a vivir todas las personas poderosas que tenían sus empresas, sus herencias y que no se veían afectados por nada; en cambio, en los pueblos lejanos a la capital debíamos buscar la forma de sobrevivir.

Y esta forma de sobrevivir nos hizo individualistas. No nos importaba si el vecino se estaba muriendo de hambre mientras tengamos la comida que necesitamos sobre la mesa. No nos importaba lo mucho que le haya costado a la otra persona el conseguir algo de comida, si estaba al alcance de alguien, podía ser robado y por robar no podías ser castigado. Muchas veces  se llegaba a matar por la comida o por venganza, esto tampoco era penado. Mi abuelo me había dicho que era porque Reipinar estaba esperando que nos matemos entre nosotros mismos para así no tener que “rendir” cuentas, ni ser el culpable de nada y mucho menos ensuciarse las manos.

InaudioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora