Capítulo 4

31.6K 1.4K 124
                                    

Llegué al salón 2 gracias a una chica que encontré en uno de los pasillos y quien se ofreció a llevarme porque ella también tenía que ir a mi clase.

—Eres nueva, ¿Cuándo llegaste? — dijo mientras caminábamos juntas. Dejé que ella caminara un poco delante para así no perderme.

—Hace… ayer. — respondí. No supuse que era necesario darle detalles sobre las circunstancias en las que llegué, no deberían tener importancia.

—Te incorporaron rápido, ¿Cómo llegaste? — parecía que de verdad quisiera saber eso. — Me refiero a que todos tienen una distinta forma de llegar aquí. Algunos tenemos más suerte que otros.

— ¿Cómo llegaste tú aquí?

—Fue una suerte, mi familia no tiene los recursos para pagar el ingreso al Instituto de todos mis hermanos, le ofrecieron a mi padre un trabajo que no pudo rechazar, por lo económico y porque se sentía feliz trabajando para esas personas. De hecho creo que tuvimos suerte, hasta hace unos meses cuando todo cambió, lo bueno es que mi padre se pudo quedar con el trabajo, a pesar del cambio de jefe. Por cierto,  Soy  Dalilea Saldín. Puedes decirme Dal.

Dalilea era un poco más bajita que yo. Tenía cabello de color negro azabache que le llegaba hasta los hombros. Sus ojos también eran negros y los tenía un poco rasgados. Debajo de sus ojos había unas ojeras que indicaban que no había dormido bien las últimas noches. Su boca era pequeña al igual que su nariz. Tenía la piel de un color miel.

— Maleen Sarajov. — dije sonriendo.

— ¡Maleen! — supuse que debía ser Santiago, después de todo, Dal y él eran los únicos que conocían mi nombre. Volteé para encontrarme con Santiago quien sostenía una bolsa negra y me la pasó. — Es tu uniforme para el entrenamiento, así no nos tenemos que ver en el almuerzo…

—Menos mal. —me apresuré a decir, tratando de hacerle notar que no me importaba si estaba o no conmigo.

—Como sea, — dijo quitándole importancia. — ve a buscar a la secretaria cuando tengas tiempo, así te da un cuarto y dejas la enfermería… Toma— sacó unas monedas y unos billetes de su mano y los puso en la mía. — Para que te compres ropa…

—No tengo cómo pagarte esto. — dije tratando de devolverle su dinero.

—No tienes que hacerlo, necesitas ropa, no puedes andar desnuda... a menos que quieras hacerlo. — sonrió ante la idea de verme caminar desnuda por esos pasillos. Le dirigí una mueca y guardé el dinero en un bolsillo. — Dalilea ¿no? Si puedes acompáñala a comprar ropa, ya sabes que primero tienen que reportarse.

Sin decir nada más se fue caminando. Dalilea y yo nos quedamos viendo en la dirección en la que se fue.

— Santiago Zarkozy. —dijo Dalilea sin mirarme. — ¿son amigos?

—No. — respondí con toda seguridad. Santiago y yo no podíamos ser amigos, estaba claro que él no quería ser amigo mío y que sólo me veía como una obligación o un castigo. — Ni siquiera somos conocidos, sólo sabemos el nombre del otro.

— Pues quisiera tener un no conocido como él. — dijo Dalilea soltando una carcajada. — Verás, los de su clase no nos hablan mucho, me sorprende que sepa mi nombre.

— ¿Los de su clase?

— Sí, ya sabes, los hijos de los nobles, los Plenus.

— ¿Plenus?

—No eres de por aquí, ¿no? ¿Manejan otro lenguaje en dónde vienes? ¿Eres alumna de intercambio?…

— Santiago nunca me quiso explicar qué era lo que pasaba y no tengo idea de cómo funcionan las cosas aquí, es distinto…

InaudioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora