Epílogo - Carnada

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Han pasado dos días desde que huimos de la mansión de Ben Across. Con la ayuda del mapa de Efrén y Hadi, nos encaminamos a la tan ansiada Nación Escarlata, donde se dice que pueden darnos un refugio digno, comida y por supuesto responsabilidades. Espero que allí nadie sepa lo que soy realmente.

No he tenido oportunidad de cumplir mi cometido con Lisa Amber, ella se ha acostumbrado a usar mi sucio abrigo para cubrirse del frío. Somos cinco personas y un bebé, no me conviene estar acechándola por ahora, tal vez en cuanto lleguemos a la Nación, pueda ocuparme de eso.

A pesar de que Efrén y Hadi me odian, están agradecidos conmigo pues gracias a mí salieron de ese horrendo lugar antes de que la mansión se cayera sobre sus cabezas.

En el camino vemos mucha destrucción y muerte acechando por todas partes, pasamos lejos de numerosos grupos de zombies mientras entramos a la gran ciudad en donde se encuentra nuestro destino. Justo a tiempo, pues la batería de la camioneta por fin bufa rendida y nos vemos obligados a proceder a pie.

Lisa se agarra de mi brazo, creo que ahora me toma como su protector. No estaría mal, tal vez incluso no tenga la necesidad de forzarla a nada, lo único malo es que no ha dicho palabra alguna desde el incidente en la casona. Leila ha racionado bien la comida y nos reparte nuestras raciones uno por uno, el Gordo como siempre nos está cuidando las espaldas; los hermanos nos guían al trote a través de la destruida ciudad.

—Está a la vuelta de la esquina —indica Efrén y acelera el paso.

Llegamos por fin a la cuadra en donde se supone que está la Nación Escarlata, al final de la calle logro vislumbrar un coche incendiándose justo sobre el cadáver de un Toro. ¿Quién ha sido el que ha hecho eso? De seguro es un hombre peligroso. A la mitad de la calle, hay una comitiva de gente que murmura entre sí, ¿qué hacen?

Cuando nos acercamos, por ahí escucho a algunos decir que un tal "Zeta" ha sido el que ha matado al Toro. Nada mal. Nos reciben con algo de recelo, hasta que contamos nuestra historia y las horribles penurias por las que hemos pasado.

Nos llevan a un gran salón en donde nos van a registrar, tenemos que escribir nuestros nombres y firmar. Es sencillo.

El Gordo escribe su nombre, Stefan Vargas, Leila el suyo, Leila Bravo y el de su pequeña, Cindy Bravo, Efrén y Hadi y al final yo.

Kaleb Pheno.

La encargada pasa de Lisa y se aleja de nosotros.

—¡Un momento! —le llamo con la mano, mis compañeros se voltean a verme con incomodidad. La encargada se voltea extrañada.

—¿Sí?

—¡No ha registrado a Lisa!

¿A quién? —ella frunce el ceño, desconcertada.

—Kal... —me llama el Gordo.

—Aquí, a mi compañera —insisto y señalo a Lisa, a quien se le dibuja una sonrisa en el rostro.

—Señor... —la mujer revisa en la lista para dar con mi nombre—. Kaleb, ahí no hay nadie.

—Ah...

Río para mis adentros. Y pensar que lo hice todo por otra de mis alucinaciones.

¿Ya había mencionado por qué estaba en el cuarto de los innecesarios?


FIN

CarnadaWhere stories live. Discover now