✨Capítulo 9✨

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Vestida con vaqueros y una camiseta roja, Becca tomó su mochila que estaba sobre la cama. Miró el reloj de su muñeca y corrió a la pequeña cocina para servirse un vaso de leche, pues tenía menos de veinte minutos para llegar a la universidad y su amiga seguramente ya debería estar esperándola en el auto. En ocasiones, Susana pasaba por ella, de otra manera tenía que utilizar el transporte público.

Se dio un rápido vistazo en el espejo, su cabello estaba un poco enredado por lo que se pasó los dedos por este para tratar de alisarlo. Solo se hizo una línea de lado y se puso aceite para peinar, no tenía tiempo para complejos peinados.

Después de comprobar que nada se le olvidara, salió del departamento. Cerró la puerta tras de ella y al mirar al frente se encontró con el nuevo inquilino que salía de su cuarto, quien estaba vestido con vaqueros y una camisa oscura de mangas largas. Él cerró su puerta y comenzó a caminar hacia la salida sin siquiera mirarla, ni saludarla.

Becca reaccionó y movió las piernas.

—¡Allen, espera! —Alzó la voz y él detuvo su paso a dos metros de ella.

El muchacho dio la vuelta y sus ojos oscuros con un brillo dorado la atravesaron. Era tan atractivo que se podía poner nerviosa sin siquiera tocarlo. Su camisa oscura resaltaba la musculatura de su pecho y su imponente figura resultaba impactante.

Tragó saliva y se obligó a sostenerle la mirada, y con todas sus fuerzas omitió el inminente cosquilleo de su estómago.

—Quiero saber por qué me gritaste de esa forma ayer, no lo entiendo... —Becca entrecerró los ojos—. Estabas...

—Te salvé la vida —interrumpió él con un hilo de voz.

Su tono fue cortante, lo que hizo que ella esbozara una mueca. Estaba equivocado si creía que se iba a quedar con eso. Toda la noche había repetido la escena en su mente para intentar comprender su actitud.

—No. Quiero una explicación —exigió y dio un paso hacia él con firmeza.

Allen apretó los labios y la miró con frialdad, y por un mero segundo le volvió a dar terror, una especie de amenaza. Supo entonces que él podía dar miedo de verdad si se lo proponía.

—Solo dame las gracias y punto —gruñó.

—No.

—Entonces olvídalo —soltó tajante y se dio la vuelta.

Observó cómo se iba con su habitual garbo al caminar mientras distintas emociones florecían en su interior. Su actitud la desesperaba, no podía creer que fuera tan grosero. Aunque no se rendiría, tendría que explicarle el porqué de lo de ayer si quería que dejara de molestarlo.

Bufó y apretó la mochila contra su hombro. Caminó con paso apresurado hasta el estacionamiento, donde Susana ya tenía aparcado su Jetta blanco.

—¿Llego tarde, cierto? Disculpa, estaba...

Pero Susana no le estaba prestando atención. La rubia teñida mantenía la mirada fija en el otro extremo del estacionamiento a través del espejo retrovisor. Becca siguió su mirada y entonces vio de pie a su inquilino a punto de subir a su motocicleta plateada. No pudo dejar de mirarlo hasta que salió del lugar y se perdió en la carretera.

—Ese hombre sí que está bueno —masculló su mejor amiga.

Becca suspiró y asintió con la cabeza. No podía negarlo, él llamaba la atención de quien fuera, tenía una particularidad extraña que resultaba fascinante; aunque no era precisamente aquello por lo que comenzó a sentirse atraída hacia él, fue algo más, había algo en él que no podía describir, algo que la jalaba inevitablemente hacia su presencia.

Heridas Profundas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora