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6. Consuelo y alcohol

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A medida que se acerca la Navidad, las calles de Londres se llenaron de luces y puestos de comida callejeros

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A medida que se acerca la Navidad, las calles de Londres se llenaron de luces y puestos de comida callejeros. El ambiente olía a dulces, y la música festiva se mezclaba con el bullicio habitual de la ciudad. No solía unirme a la euforia colectiva propia de esta época del año, pero esta vez, me encontré a mí misma admirando el enorme árbol lleno de decoraciones en mitad de Trafalgar Square.

Y desde hace días, no puedo quitarme de la cabeza el deseo de invitar a Sam a dar un paseo; además de que nunca nos habíamos visto fuera del campus, me hace especial ilusión visitar las calles londinenses acompañada de un local. Estoy decidida a convertir dicho deseo en realidad y, al terminar las clases de la tarde, hago tiempo en la biblioteca hasta la hora de cierre de la cafetería.

—¡Este comportamiento es inadmisible!

Aquel grito me deja helada, y me asomo con cautela a la puerta de la cafetería: Tony y Sam están frente a la barra, únicamente iluminados por las luces colgantes del techo. Ya es casi de noche afuera. Por suerte, no hay nadie más allí que esté presenciando la humillación.

—¿¡Se puede saber en qué demonios estabas pensando!? —continúa Tony con enfado; su voz es tan potente que llega hasta el vestíbulo. El camarero tiene la cabeza gacha, y no responde a la pregunta.

Su jefe coge el trapo que lleva colgado al hombro y lo tira sobre la encimera blanca, al lado de una pila de dinero.

—Cuando decidí contratarte, sabía que tenías antecedentes —empieza a decir, lleno de decepción—. Pero confié en que eras una persona reformada, y quise darte una oportunidad. La mismísima rectora te recomendó, ¡por Dios! ¿Y cómo me lo pagas?

Finalmente, Sam levanta la mirada del suelo y afirma con gran determinación:

—Yo no robé el dinero.

—Ya... ¿¡Y cómo explicas que solo haya cuarenta putas libras en la caja?!

Sam abre la boca para decir algo, pero se lo piensa mejor y baja de nuevo la cabeza, como un perro dócil.

—Supongo que sabes lo que esto significa, ¿verdad? —pregunta Tony. Sam asiente en completo silencio y se quita el delantal negro que tiene atado en la cintura, dejándolo encima de la barra—. Y no esperes ningún tipo de indemnización —añade, negándose a mirarle.

Sam recoge su abrigo y cuando llega hasta la puerta de la cafetería, se detiene al verme. Retrocedo un paso, incapaz de articular palabra. Tampoco me da la oportunidad de hablar, ya que se marcha hacia la salida sin mirar atrás.

Me quedo en el vestíbulo, sin saber muy bien qué hacer. Me convenzo a mí misma de que debo hacer algo y corro lo más rápido que puedo para alcanzar a Sam. Logro ver su silueta avanzar a través del aparcamiento, hacia los jardines del campus, y bajo corriendo la larga escalinata de la entrada. Cuando llego a la zona arbolada, me paro un momento para recuperar el aliento y me recoloco el gorro de lana, buscando con la mirada a Sam.

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por Silene
@silene-i
Una chica problemática se enamora de un camarero perseguido por rumor...
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