Capítulo 3

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"Thranduil..."

El rey del Bosque Negro se enderezó de golpe en su asiento. ¿Alguien acaba de llamarme? Miró a su alrededor, a pesar de saber que estaba solo en su estudio con la única compañía de sus libros y pergaminos.

Se encogió de hombros. Debí habérmelo imaginado, pensó, levantándose de la silla en la que había estados entado toda la mañana. Mientras flexionaba los músculos rígidos, Thranduil se acercó a la ventana abierta y se quedó mirando el paisaje. El reino del Bosque Negro era aún más misterioso en invierno, todo cubierto de blanco y silencioso. No era muy diferente a aquellos tiempos cuando todavía lo llamaban el Gran Bosque Verde.

Thranduil miró entonces hacia Dol Guldur. Su corazón se aceleró al pensar en la seguridad de sus hijos. Son guerreros. Saben cómo cuidar de sí mismos, pensó. Aun así no podía dejar de preocuparse por ellos cada vez que no los tenía a la vista.

Sonrió, pensando en sus hijos. ¡Qué bien han crecido! Pensó. ¡Tan guapos y amables! No puedo pedir más.

Thranduil suspiró con orgullo cuando el apuesto rostro de Keldarion le vino a la mente. Su hijo mayor y heredero se había convertido en un gran guerrero muy joven. Era fuerte pero amable, inteligente y muy protector con su hermano menor. Sin ninguna duda, Keldarion sería un buen rey algún día.

Entonces recordó a Legolas. El príncipe era muy querido por todos por su encanto y belleza, y como manyan, también era muy apreciado por su don curativo. Pero todos en el Bosque Negro sabían también que el hijo menor de Thranduil era inteligente, travieso e impulsivo. Al pensar eso, Thranduil se rio entre dientes de forma involuntaria. ¡Ese chico siempre está en problemas! ¡No tengo ni idea de cómo Keldarion logra controlarlo!

Tras decidir salir del estudio por ese día, Thranduil se dirigió a la galería real. Allí contempló con cariño el cuadro de su esposa fallecida, Marwana. La última reina del Bosque Negro lo miraba con ternura, vestida con un encantador vestido lila y con su largo cabello suelto. La habilidad de Legolas con la pintura era tal que había conseguido pintar la sorprendente imagen de su madre, a la que solo había visto en sueños.

Thranduil sonrió otra vez, con la esperanza de que estuviera feliz en la Sala de Mandos, y rezando para poder verse de nuevo en Valinor... algún día.

"¡Mi señor! –Golradir, el jefe de los sirvientes de palacio, apareció de repente en la puerta de la galería-. Disculpe, mi señor. Traigo noticias inquietantes."

Thranduil frunció el ceño y se giró hacia el otro elfo.

"¿Y bien, de qué se trata?"

"Creo que debería ir al establo y verlo por sí mismo, mi señor" –dijo Golradir, preocupado.

El rey intentó contener su impaciencia, la misma que Legolas había heredado de él.

"¡Dilo de una vez!"

Golradir tragó saliva antes de explicarse.

"Estrella Roja ha vuelto, ¡pero sin el príncipe Legolas!"

El corazón de Thranduil pareció detenerse por un momento.

"¿El caballo ha vuelto solo?"

El otro elfo asintió.

"Sí, mi señor. Solo. Sin jinete y sin señales del resto de la compañía ni del príncipe Keldarion."

El rey del Bosque Negro sintió elevarse la ansiedad. ¿En qué se han metido estos chicos otra vez?

"¡Trae a Linden! –dijo, refiriéndose al jefe de su ejército-. ¡Dile que me vea en el establo!"

A continuación, salió precipitadamente de la galería sin la sonrisa que tenía anteriormente. Ahora su expresión era de máxima determinación.

La Promesa Olvidada de ThranduilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora