Capítulo 7

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"¡No, padre!" –gritaron los dos príncipes, consternados por lo que acababa de decir el rey.

Legolas levantó la mano débilmente, intentando alcanzar a Thranduil.

"Padre... no lo hagas."

Arrodillándose al lado de sus hijos, Thranduil los abrazó.

"Cometí un error. Y no dejaré que ninguno de los dos pague por ello."

"¡Pero coger la fruta de un árbol no es ningún crimen! –Keldarion finalmente perdió los estribos y miró a Zuïlean-. ¡Esto es solo una excusa para conseguir lo que quieres!"

Sorprendentemente, Zuïlean no dijo nada.

"Kel, un juramento es un juramento, aunque resulte doloroso cumplirlo" –lo reprendió Thranduil con suavidad, acariciándole la cara.

Keldarion se volvió hacia su hermano. Ambos príncipes se observaron seriamente, comunicándose de una forma de la que solo ellos eran capaces. Y entonces, tal como había sospechado, sus dos hijos le dijeron a la diosa:

"¡Entonces tendrás que llevarnos contigo a nosotros también, mi señora!"

Zuïlean estaba atónita.

"¿Q... qué?"

"¿Pero qué estáis haciendo?" –se alarmó Thranduil.

Haciendo caso omiso de su padre, Keldarion se dirigió a la diosa.

"¿Qué le parece, mi señora? ¿Hay sitio para dos 'prisioneros' más?"

"¡Kel! –gritó Thranduil-. ¡Esto es una locura! ¡No tenéis nada que ver con esto!"

"O nos vamos los dos contigo... o dejas a uno de nosotros con ella –dijo Legolas el voz baja, agarrando la túnica de su padre a pesar del dolor que sentía-. ¿Qué... prefieres?"

Thranduil abrió la boca. Tenía que volver a tomar una decisión. ¡Y una muy particular! Estaba estupefacto con sus dos hijos, pues ambos lo observaban con expresiones llenas de determinación, sin echarse atrás.

¡Qué cabezotas! Pensaba sacudiendo la cabeza. ¡¿De dónde demonios sacaron esa terquedad?! Pero cuando abrió la boca para hablar, Zuïlean se adelantó.

"Ninguno va a venir conmigo" –dijo la diosa en voz baja.

Los tres elfos del Bosque Negro se sorprendieron.

"¡¿Qué?!"

Zuïlean sonrió, casi divertida.

"¿Por qué os sorprendéis tanto? ¿No es lo que queríais?"

Thranduil frunció el ceño, desconfiado.

"¿A qué se debe el repentino cambio de opinión, mi señora? ¿Qué estás planeando?"

Al escuchar eso, ella se echó a reír.

"¡Mira a tu alrededor! –exclamó, abriendo los brazos-. ¿No lo ves? ¡La maldición se ha roto!"

Los tres miraron a su alrededor... y se quedaron boquiabiertos. El granado no estaba lejos, rodeado de muchos otros, y cada uno de ellos estaba cargado con los frutos rojos. Pero lo que más les sorprendió eran los elfos que acababan de aparecer de la nada; los elfos de Greenwood que había desaparecido años atrás. Estaban aturdidos, como si acabaran de despertar de un largo sueño.

"¿Qué maldición? –preguntó Keldarion en nombre de su padre y su hermano-. ¡No entendemos nada!"

Sin dejar de sonreír, Zuïlean les contó su historia.

La Promesa Olvidada de ThranduilUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum