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-¿Y quién dices que es el maestro Fu? -preguntó Adrien, todavía con la nota en la mano.

Marinette se recostó en la mesa, un tanto avergonzada. Todavía recordaba cuando conoció al maestro Fu, aún se arrepentía de como se comportó con Lila ese día. Fue un ataque de celos horrible y sabía que le había terminado haciendo daño a Chat Noir y, por ende, a Adrien.

-Lo conocí el día... -hizo una pausa algo larga- que Lila fue poseída por un akuma -no se veía capaz de mirar a Adrien a la cara.

Para el modelo no fue difícil adivinar lo que pasaba por la mente de la diseñadora. Habían hablado del tema en algún que otro mensaje de los pocos que se habían enviado en esos años. Dejó la nota en la mesa y acarició la cabeza de Marinette, intentando que ésta se sintiera mejor.

Tenían muchas cosas de que hablar y Adrien tenía que conocer todavía al viejo Fu.

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Lo había buscado por horas y seguía sin encontrarlo. Tenía que hacerlo antes de que se hiciera tarde, al anochecer debía volver a casa. Nooroo ya había despertado aunque Gabriel no hubiese hecho movimiento alguno. Sabía que Marinette iría a verlo después de haber dejado tal nota y en el anonimato, ella era lista, sabría que el autor era él.

Y como los portadores de los Miraculous de la buena y la mala suerte irían a verlo el estar buscandolo por tantas horas le desesperaba. Era la primera vez que le impacientaba espíritu libre de Alain. Cuando encontrase al escritor le daría con gusto un bastonazo en la cabeza. Uno pequeñito, por estar ilocalozable.

Fu podía asegurar que Alain era su carta del triunfo porque, a pesar de no ser portador oficial, era el más indicado como el respaldo de los chicos para contrarrestar a Gabriel. También había pensado en Alya y Nino como apoyo moral, pero eso era algo que todavía debía pensar mejor.

Estaba viejo, llevaba en el mundo más de un siglo y cada vez se sentía más impotente por el paso del tiempo. Y no quería que Adrien y Marinette se quedarán solos si le pasaba algo.

Sacudió la cabeza ante la mirada preocupada de Wayzz, tenía que dejar de pensar en esas cosas porque sólo le traerían dolores de cabeza. No era el momento para venirse abajo. Despejó su mente centrándose en encontrar a Alain. Tal vez debería mirar en los sitios que inspiraban al escritor. Notre Dame le pareció la mejor opción. No estaba lejos así que no tardaría mucho en llegar.

Su ánimo volvió a mejorar tras ver una despeinada cabellera de un rubio casi albino entre la multitud de turistas. Su pelo era reconocible en cualquier lado, pues había pocas personas tan rubias en todo París. Fu contaba dos pero si había algunas más, a lo sumo, serían tres o cuatro.

Se acercó lentamente y como había pensado hacía apenas media hora le dio con el bastón en la cabeza. El hombre se giró dolorido, con una mano sobre el lugar del golpe y con una sarta de improperios lista para salir de su boca, mas al ver a Fu se calmó.

-Llevo horas buscándote, hombrezuelo. Necesito tu ayuda, ha llegado la hora, Alain.

-Bien, maestro, ¿en qué puedo ayudarte?

-Por ahora sólo quiero que vigiles todo lo que te sea posible a Gabriel, después ya ayudarás a Adrien y Marinette.

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Finalmente, y por pereza, Alya se había levantado de la cama hacía ya unas horas. Había comido con Nino y como éste estaba trabajando le tocó a ella hacer la comida; se iban turnando. En esos momentos estaba con escribiendo el libro que tenía como pequeño gran proyecto. Un libro sobre superhéroes, un libro sobre Ladybug y Chat Noir.

Después de la calmaWhere stories live. Discover now