Capítulo XXVII: Otra Historia de Rachel

555 57 12
                                    


El obturador no deja de sonar. Las luces me ciegan. La mano de Mark Jefferson aún sujeta mi cuello, aprovechando los segundos para acariciar el lóbulo de mi oreja con su aliento. Y aunque quisiera salir de aquí, no puedo hacerlo. No puedo escapar. Mis piernas no responden. No importa cuántas lágrimas broten de los ojos de Julliet. No puedo hacer nada para detenerme. No puedo...

—Mark —llama Nathan alarmado, dejando a un lado la cámara de video paa colocarla sobre el trípode y así tener ambas manos libres—. La dosis. Los movimientos de Julliet son cada vez más firmes.

—Ve a la bodega —responde Jefferson—. Hay una última dosis preparada. Es todo lo que nos queda.

Nathan se aleja a toda velocidad. La mano de Jefferson se cierra con más fuerza sobre mi nuca, hasta que la mano de Julliet toma con fuerza mi tobillo. No parece importarle en absoluto su desnudez. Tan sólo quiere ayudarme a recobrar la cordura.

Julliet...

— ¡Date prisa, Nathan!

Nathan vuelve cual bólido y somete a Julliet para intentar inyectar esa última dosis de drogas en su cuello. Pero Julliet encuentra dentro de sí las fuerzas para resistirlo. Consigue levantar una mano con la que pretende abofetear a Nathan. Él aferra su muñeca con tal fuerza que la piel de Julliet queda marcada. Julliet solloza en voz baja. Quiero que esto se detenga...

— ¡Mark, ayúdame!

Julliet se retuerce debajo de Nathan, quizá siendo ayudada por su instinto de supervivencia. Lanza una patada a su entrepierna, haciendo que Nathan retroceda y cubra esa parte de su cuerpo con sus manos. Sollozando con más fuerza, Julliet consigue arrastrarse para estar lejos de él. Al menos, durante un instante. Enjuga su sudor con el dorso de su mano y busca mi mirada con aire suplicante.

—M-Max... Por favor...

La detonación del arma es ensordecedora. Puedo sentir cómo se contraen mis pupilas. La sangre salpica sobre mi rostro y Julliet se desploma de espaldas, con esa herida de bala que atraviesa su cabeza justo por la mitad. La sangre comienza a encharcarse debajo de ella. Mis manos comienzan a temblar. Mi voz me ha abandonado por completo. De lo contrario, ahora mismo podría deshacerme en un alarido de terror.

Jefferson baja el arma lentamente, para luego lanzarla sobre el sofá y limpiar la sangre que salpicó sobre mi rostro. Acto seguido, le da un tirón a mi cabello para hacerme inclinar mi cabeza hacia atrás. Una lágrima solitaria brota de mis ojos.

—Termina la sesión —me dice—. Ahora.

¿Por qué...?

¿Por qué no me mata a mí...?

¿Por qué...?

—Max...

El obturador vuelve a escucharse, sólo porque me aterra pensar que esa arma pueda dirigir su cañón hacia mi cabeza. Trago saliva, intentando que mi miedo se vaya sin conseguirlo realmente. Nathan sólo dirije el lente de la videocámara hacia el cuerpo sin vida de Julliet. ¿Cómo puede alguien ser tan despiadado? ¿Cómo...?

—Max, despierta...

El sangrado es abundante. La mirada de Julliet está vacía. Es increíble cómo puede convertirse en nada al pasar tan sólo un segundo.

— ¡Max!

Una fuerte sacudida me devuelve a la realidad, haciendo que me incorpore a tal velocidad que mi espalda lo resiente. Mi cabeza lanza una punzada de dolor. Y cuando en mi mente aparece por un breve instante la imagen del tornado, un hilo de sangre brota de mi nariz. Apenas tengo tiempo de enjugarla, pues el rostro de Rachel no tarda en aparecer frente a mí.

Love is StrangeWhere stories live. Discover now