Capítulo XXXII: Destino

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¡Hey, hola! En multimedia les dejo una canción para que la escuchen mientras leen todo el capítulo. Battle Cry, de Imagine Dragons. Como podrán notar, el soundtrack de Life is Strange ya no me funciona tanto así que si tienen más recomendaciones de música que crean que pueda ir con Love is Strange, ¡déjenlo en los comentarios! Eso me ayudaría mucho. En fin, eso es todo por ahora. ¡Que disfruten el capítulo!

     Retrocede, Max... ¡Retrocede!

Ugh... Mi cabeza... N-no puedo... ¡R-retrocede!

El mareo es cada vez peor. Y ni qué decir del dolor, del sangrado nasal y de la desagradable sensación de que voy a desmayarme. P-pero... T-tengo que intentar... ¡R-retrocede, Max...!

Mi pecho es inundado por una punzada de dolor que me roba el aliento y que me hace caer de bruces en el suelo. Pierdo el aliento repentinamente, además de que me cuesta levantarme de nuevo. Tengo que buscar el soporte de una de las paredes del granero para poder ponerme en pie. Mis piernas tiemblan, y mi pecho aún duele. De nada sirve intentar rebobinar de nuevo, pues mis poderes han dejado de funcionar.

Y eso no es todo.

En la palma de mi mano hay diminutas gotas de sangre que han brotado de mi piel, quizá a causa del esfuerzo sobrehumano.

N-no quiero que esto termine así... ¡Intenta de nuevo, Max! ¡Retrocede! R-retrocede... ¡Ugh...! Ese último intento ha logrado derribarme de nuevo. Con la respiración entrecortada sólo puedo levantarme con exasperante lentitud, mirando hacia el sitio donde Kate yace sin vida.

N-no quiero... Kate... No...

— ¡Max!

Nathan me ha descubierto. T-tengo que correr... ¡T-tengo que escapar!

Mi instinto de supervivencia me ayuda a levantarme velozmente para correr, trepando a esa plataforma que me mantiene en la parte superior del granero. Debo cubrir mi boca para evitar que Nathan me descubra cuando atraviesa la puerta y comienza a recorrer el interior, buscándome. Acechando. Aunque no puedo verlo, sé que lleva su arma en la mano y que me disparará en cuanto tenga la oportunidad. Así que debo quedarme quieta y en silencio, como una estatua. Y a la vez, tengo que darme prisa. Si Nathan está afuera, Jefferson debe estar adentro del cuarto oscuro. Con Rachel. T-tengo que...

Todo mi mundo se oscurece cuando recibo ese golpe en la cabeza. Por fortuna, ese mismo instinto de supervivencia me ayuda a mantenerme consciente para evitar caer al vacío. Al girarme, descubro que es Jefferson quien se encuentra detrás de mí. Me mira como si me hubiese detestado durante toda la vida, y el cañón de su propia arma apunta hacia mi cabeza. ¿Qué demonios hace aquí arriba? ¿Dónde está Rachel...?

—Sigues queriendo jugar a ser la detective, ¿no es cierto? —se queja él—. ¿En qué momento decidiste obedecer a la moral, Caulfield?

—En el momento en que descubrí todos tus crímenes.

Cierra la boca, Max. Morirás si sigues hablando, y no podrás salvar a Rachel.

—Tú sabías bien lo que estaba sucediendo, Caulfield.

—Me manipulaste. Me obligaste a cometer todas esas atrocidades con chicas inocentes.

— ¿Inocentes...? ¿Qué vas a saber tú acerca de la inocencia?

—Sé que ninguna de ellas merecía lo que les hiciste pasar.

—Es arte. Y el arte requiere sacrificios.

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