Capítulo I

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Wallasey,Liverpool

Reino Unido

Época actual

El agua siempre me hace sentir bien. Me hace pensar que todo puede ser mejor y que nada es tan malo en realidad. Una ducha, el mar, una piscina... Incluso la lluvia puede darme esa tranquilidad que realmente nadie comprende. En esos momentos me puedo sentir como si el pez hubiese vuelto al agua del que lo sacaron abruptamente para obligarlo a vivir con los pies en la tierra.

Hace unos meses encontré este lugar. Es un Gimnasio comunitario donde cualquiera puede venir y utilizar las máquinas a su antojo sin pagar más que un puñado de centavos. Eso es suficiente para mí. Así puedo retomar el entrenamiento que nunca debí abandonar, y puedo pasar horas y horas en las piscinas. La mejor parte es que mis mejores amigos también pueden divertirse, aunque... quisiera que dejaran de socializar con los demás.

Siempre llega un punto, al medio día, cuando debo salir del agua para buscar el almuerzo. Y eso también es una ventaja, ya que en este lugar hay un jardín inmenso donde podemos tomar un descanso, correr y jugar un poco, y comer algo antes de retomar el trabajo. Recientemente he encontrado el gusto a comer bajo la sombra de ese árbol gigantesco bajo el que hay algunas mesas de picnic.

Las personas siempre me miran de forma extraña cuando me ven salir del agua, como si eso me importara en lo más mínimo. Supongo que no se han aún a ver las cicatrices que hay en mi pierna. Yo tampoco puedo acostumbrarme aún. Intenté desviar la atención haciéndome un tatuaje en el tobillo, pero... creo que eso sólo ha remarcado mis defectos. Al menos, desde hace algunos años ya puedo caminar con normalidad. El entrenamiento constante es, incluso, más efectivo que una estúpida terapia de rehabilitación.

Después de secarme sólo me coloco encima una camiseta para cubrir el bañador.Me calzo las sandalias sin fijarme en las personas que siguen mirándome como si fuese un fenómeno. Con un silbido llamo a mis amigos, que vienen corriendo en tropel para acatar el llamado al momento. Eficientes, leales y obedientes. Nada ha cambiado entre ellos.

—Ya pasa del medio día. ¿Quieren ir a almorzar?

Las cabezas asienten. Deben estar tan hambrientos como yo. Todos ellos se mantienen tan cerca de mí, que incluso parecieran querer un abrazo grupal. Pero los únicos a quienes aún puedo tomar en mis brazos son Golduck y Vaporeon. El resto ya es demasiado grande. Extraño aquellos días en los que podía tomar a Cyndaquil en mis brazos. Aunque no sea de mi tipo, su calidez es... especial.

—De acuerdo, andando.

Otra de las razones por las que las personas no dejan de mirarme es por mi manía de hacer el camino desde la piscina hasta los jardines sin devolver a mis amigos a sus Pokebolas. Tendrían que agradecer que Lugia y Charizard siempre están afuera.

El jardín hoy está un poco solitario. Es un día nublado. Lloverá por la tarde, si no me equivoco.

Es perfecto.

Lugia y Charizard ya están esperándonos debajo del árbol, vigilando nuestra mesa favorita donde siempre dejamos todas nuestras cosas. Cualquiera podría pensar que dejar la Pokebola de Lucario en un lugar tan expuesto es algo irresponsable, pero... Confío plenamente en Charizard. Lo he entrenado muy bien.

Charizard se reúne con su propio equipo cuando nos ve aparecer. Cuando los veo juntos, siempre me golpea esa ola de recuerdos. Charizard, Ninetales, Rapidash, Quilava y Arcanine. El equipo contrario que se lleva de maravilla con mi propio equipo, que no ha cambiado absolutamente en nada. Blastoise, Vaporeon, Golduck, Dewgong, Omastar y Gyarados siguen siendo los mismos. Y si a eso se le suma la presencia de Lucario, Lugia y Diamond, puedo decir que no podría pedir más. No necesito a nadie más.

Pokemon Re-Start I: ResurgimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora