CAPÍTULO OCHO

22.4K 1.1K 38
                                    

Cuando me desperté, por un momento me sentí desorientada, hasta que reconocí la figura que yacía junto a mí; se trataba de Eric, que estaba sumergido en un profundo trance de sueño vampírico. Me quedé observándolo en silencio, contemplando su belleza impactante, hasta que la llamada de la naturaleza me reclamó. Me incorporé lo más silenciosamente posible, para no despertarlo, y me fui hacia el baño para hacer mis necesidades y de paso, asearme. Entonces, mientras me aseaba, recordé la nota que me habían dado esa misma madrugada.

   De vuelta a la habitación, miré el reloj que había sobre mi mesita de noche y comprobé que no se me había hecho tarde, pues aún faltaban unos veinte minutos para la hora de la cita. Estaba ansiosa por saber qué querían de mí, pues tanto misterio me tenía bastante intrigada, por eso, y sin perder tiempo para no perder mi oportunidad de descubrír las repuestas que tanto ansiaba, me dirigí con sigilio hacia el armario y me puse la primera túnica que encontré.

   Antes de salir del dormitorio, eché una última mirada hacia la cama, asegurándome de que Eric continuaba dormido, y entonces, cerré la puerta con cuidado y salí de allí. Atravesé el pasillo de puntillas, avanzando cautelosamente y procurando hacer el menor ruido posible. Siempre atenta, con mis sentidos al máximo, para detectar cualquier movimiento o sonido.

   Al llegar al punto de encuentro, comprobé que el vestíbulo parecía vacío. No había nadie allí, o eso creí, hasta que percibí una presencia oculta entre las sombras. La silueta avanzó hacia mí y cuando salió hacía la luz, pude comprobar que se trataba de la chica con la que había quedado, la misma que me había dado la nota.

   —Hola, soy Lisa. ¿Tu nombre es Carla verdad? dijo en voz baja.

   —Sí, así es respondí con el mismo tono de voz.

   —Pues, en ese caso, sígueme, te llevaré a la cocina para que puedas tomar un bocado.

   ¿Me había citado de una manera tan misteriosa sólo para llevarme a comer? Debió de comprender lo que me estaba preguntando, porque con un disimulado gesto de su cabeza, me señaló hacia un rincón dónde se encontraba, semioculto, una diminuta cámara.

   Comenzaba a entender que necesitábamos privacidad, así que, la seguí sin preguntarle a qué venía todo este suspense. Fuimos por un pasillo débilmente iluminado y nos detuvimos delante de una puerta con un letrero que ponía: <<Aseos>>.

   —Si me disculpas un momento, tengo que usar los servicios y luego gesticulo con los labios, la palabra <<acompáñame>>.

   —Yo también necesito entrar, si no te importa, te acompaño… dije, para seguirle el juego.

   Y ambas entramos.

   Una vez adentro, me sujetó del brazo y tiró de mí, empujándonos a ambas hasta el fondo del cuarto.

   Bueno, aquí sí que podemos hablar me informó, mientras se apoyaba en los azulejos y se cruzaba de brazos—. En los aseos es donde únicamente no hay cámaras, ni micrófonos, ni ningún dispositivo de seguridad.

   Me quedé mirándola, esperando a ver qué era lo que tan importante tenía que decirme en secreto, pues era obvio, que lo que tuviera que confesarme, era algo tan importante, que tenía que ser desvelado en privado.

   Escucha Carla, necesito saber si quieres continuar así, con este tipo de vida que te han impuesto. Porque ha sido en contra de tu voluntad, ¿verdad?

   La miré fijamente, no comprendiendo aun en qué dirección iba esta conversación.

   —Cierto, hasta hace dos días no supe que acabaría así confesé, algo confusa.

Saga &lt;&lt;La Era De Los Vampiros&gt;&gt; Libro I: &lt;&lt;Dulce Cautiverio&gt;&gt;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora