Capítulo 34

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-SERGIO-

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-SERGIO-

No mentiría si dijese que aquel había sido el mejor verano de mi corta vida. Había llegado a pasar tantos momentos feliz que temía que alguna vez las sonrisas se agotaran. Pero cada vez que miraba a Kim, sabía que aquello era imposible. 

Si tan sólo alguien me hubiese dicho, que un tiempo más tarde, después de conocerla, yo también cambiaría de tal modo, no lo hubiera creído. Siempre había pensado que las personas jamás cambiaban por completo, pero me equivocaba, a veces, sólo era necesaria la presencia de alguien más para cambiar un poco tu percepción acerca de alguien, o si más no, para ver algo de distinto modo. 
Desde que estaba al lado de Kim, la percepción sobre el mundo, pero sobretodo acerca de las personas había cambiado mucho. 

Durante aquellos días de risas inagotables, besos inolvidables y sobretodo momentos únicos, sabía que aquel bello oasis terminaría en algún momento. Nada es eterno, ni siquiera el amor. En ningún momento tuve duda de que mi amor por Kim cada día era mayor, pero también sabía que ninguna relación era un camino llano, y pese a todo, la gente se embarcaba en viajes plagado de baches y amor. Yo intentaba ser ingenuo, tener fe de que todo seguiría yendo bien, pero también a menudo pensaba en que si nuestros caminos se habían cruzado, ¿a caso podrían separarse? Aquella pregunta, me torturaba, llegaba a mí en repetidas ocasiones y me hacía plantearme un sinfín de cuestiones. 

Y entonces, veía a Kim y comenzaba a darme cuenta de que ella también había cambiado, ya fuera a causa de que el tiempo iba pasando o el hecho de que el amor, cambiaba a las personas, en ocasiones para bien, en otras manipulaba las neuronas y era para mal. 

La mayoría de tardes quedábamos, era estupendo pasear por la Barceloneta en aquellas sofocantes y cálidas tardes de verano, cuando precisamente Barcelona estaba plagada por turistas. 
Intentábamos refugiarnos entre las olas del mar, y allí pasábamos horas sin darnos cuenta de que el tiempo iba pasando, y con ella se iluminaban las luces de una ciudad infinita. 
Otras tardes íbamos al teatro, o a conciertos de nuestros grupos favoritos. A veces sólo nos dedicábamos a pasear por las calles, con la certeza de que por mucho que andáramos, siempre habría algún lugar nuevo por descubrir. 

Tampoco recuerdo un tiempo en el que hubiera hecho más fotos en mi vida; a todos los lugares en los cuales íbamos nos hacíamos muchísimas fotos, como si tuviéramos modo de que alguna vez todos aquellos recuerdos se eliminaran de nuestras mentes. Pero sabía que jamás se borrarían de nuestros corazones. 

Un día en el que quedé con mi amigo Juan, me di cuenta verdaderamente de lo mucho que había cambiado y que había llegado un punto, en el que ya no me reconocía ni yo mismo. 

-¿Tan diferente estoy?-Le pregunté. 

-No es que estés diferente, es que el amor te ha lavado el celebro. Estás todo el día pensando en cursilerías. 

-No es verdad.-Sabía que aquello no era cierto, sí que pensaba de distinto modo, y quizás uno de los temas más recurrentes fuera el amor, pero reconocía que había momentos para todo. Y desde luego que no sólo estaba pensando en Kim; ella era una parte esencial de mí, no obstante, más allá de ella habían muchos miles de pensamientos, y solía pensar en mi sueño de ser actor. 

Entre números y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora