Capítulo 51

405 44 2
                                    

-KIM-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-KIM-

En determinados momentos de la vida, las personas llegamos a cambiar tanto que apenas nos reconocemos. Una vez logré cerrar la que había sido hasta la fecha mi historia con Sergio, sentí que me liberaba del pasado, dejando lugar a nuevos recuerdos.

Desde el día en que quemé la carta, y con ella mis sentimientos, dejé de ser la misma. Dejé de ver el mismo con los mismos ojos.
Cambié tanto que en poco tiempo, apenas me reconocí. No supe con seguridad si había cambiado para bien o para mal, pero sabía que necesitaba cambiar. Tenía toda una vida entera esperándome.

Con los días pasé a volcarme por completo en aquello que me hacía feliz, pasé a estar durante noches estudiando dando todo de mí, hasta lo que no tenía. Me esforcé como pocas veces lo había hecho, pero en ningún momento fue un sacrificio; no existen sacrificios cuando eres feliz con lo que haces.

Si bien, fue un camino plagado de baches y de rocas, hubieron algunos momentos tristes, muy tristes. En los que tenía a Oliver como amigo, e intentaba aferrarme a algo conocido, porque me sentía sola. Sin saberlo, me había metido de pleno en un mundo desconocido y si había salido magullada, también había sido consciente de que valía la pena todas las lágrimas, todas las noches sin dormir.
La universidad me estaba esperando, y si en algunos momentos llegué a dudar con todas mis fuerzas de si aquello era lo que deseaba, de si iba en el camino correcto y de miles de dudas más, siempre tenía la certeza de que aquel era mi verdadero mundo.

Algunos días llegaba a clase desesperanzada, sintiendo que aquello no era lo mío, entonces, en aquellos momentos de flaqueza, intentaba mirar hacia el año que había pasado y sentía que ya había recorrido una parte importante del camino y que, por tanto, el camino que me quedaba por recorrer ya era menor.
Pensar en si suspendería o aprobaría era uno de los pensamientos más recurrentes, algunas asignaturas se me seguían resistiendo. Y me refiero a las matemáticas. Mis nuevos profesores lo explicaban muy bien, pero estaba claro que no tendrían ni la mitad de la paciencia que Sergio, había tenido conmigo de forma totalmente voluntaria.
Para qué mentir, extrañaba aquellas tardes en la biblioteca. Bueno, lo extrañaba todo, pero la vida había cambiado, y yo también había dado un paso al frente. ¿En qué dirección? Estaría por ver en un futuro.

Mis padres cada vez que me veían llegar a casa me sonreían con los ojos brillantes, pocas veces habían estado tan orgullosos de mí, no por lo que estaba estudiando, sino por todo mi esfuerzo. Era en aquellos momentos, en los cuales, aún cansada, debía forzarme a sonreír. La situación no era mala, era dónde quería estar, ¿verdad? Me repetía para infundirme fuerzas, y desde un principio sabía que lo "fácil" no existe, todo tiene su dificultad, con mayor o menor grado. Pero por delante de todo, si existiese algo que no fuese difícil, ¿tendría algún sentido? Para mí la respuesta es: no. Porque toda aquella magia de esforzarte, de lanzarte a lo desconocido con el corazón en un puño pero la esperanza en los ojos se esfumaría.

Entre números y letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora