Capítulo 7

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Día 16

Sokovia: base HYDRA

La joven aun estaba en aquella silla. El tiempo ya había avanzado bastante, y comenzaba a pasar factura. Gaia ya no sentía nada, se había desmayado incontables veces, pero su cuerpo no dejaba de moverse, las descargas estaban a su máximo nivel. Nadie entendía como seguía viva, ni siquiera la misma Gaia, la cual deseaba desaparecer para siempre. Ella nunca fue de las que deseaban acabar con su vida a pesar de las circunstancias, pero la chica ya no soportaba un segundo más. 

De manera totalmente inesperada la maquina dejó de funcionar, confundiendo a los que se encontraban ahí. Todos buscaban una explicación. Strucker tenía el ceño fruncido, la silla jamás había dejado de funcionar y gracias a que se había detenido, Gaia comenzó a despertar, pero no se encontraba para nada bien, veía muy borroso, su cuerpo dolía, sentía que su corazón no latía, sino que zumbaba. 

Se escuchaba como algunos soldados se dirigían al lugar, Strucker asomó su cabeza para mirar que pasaba, y vio que sus seguidores traían al doctor que había estado con Gaia. 

-Señor, él fue el causante de que el brainwash dejara de funcionar-mencionó uno de ellos. 

-Veo que te encariñaste de la chica-dijo el líder de HYDRA con un tono de burla.

-No podía permitir que... la siguieran torturando-contesto con miedo el doctor, Strucker solo se frotó la barbilla como si estuviera pensando.

-Ay doctor, veo que su blando corazón no le permite ver que todo es por la ciencia-dijo para después dispararle directamente en el corazón. 

Gaia había visto todo desde la silla sin siquiera poder moverse. Sus ojos estaban cristalizados, la única persona que había tratado de ayudarla moría frente a ella, y no pudo hacer nada. 

-Llévenla a donde siempre, y sédenla, ya veremos como seguir con las pruebas- ordenó Strucker- Ah, y limpian esto-dijo apuntando al cuerpo inerte del doctor y al charco de sangre que había en el piso. 

Los soldados tomaron a Gaia y la arrastraron hasta su "habitación", al mismo lugar en el que estuvo siempre, en aquella cama de fierro, con las esposas de vibranium.  La recostaron en el lugar y después le administraron una anestesia muy fuerte, logrando que quedara dormida.

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