Capítulo 13 "Ígneo"

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Aquellas palabras llenaron su corazón de júbilo, Deidara le pedía que le hiciera el amor, que lo tomara, que se empapara con su fragancia de rocío matinal.

Apretó el agarre en la cintura ajena, tomando con sus manos la tela que le separaba del aquel cuerpo, y ahí estaba, Deidara lo miraba con suplica y temor, con deseo y amor, sus ojos eran como dos lunas que reposaban en la fragilidad que aquella oscura noche. Dos lunas azules dilatadas en el silencio reinante, inquisitivas, ansiosas de una respuesta que desde un inicio silenciosamente había sido dada.

Quiso dejarse llevar por la pasión anindada en su cuerpo, y tomarle ahí mismo, sin embargo aquello no estaba bien, Deidara aún no se recuperaba, muchas de sus heridas podrían terminar por ceder y dejarlo al borde de la muerte de nuevo y eso, eso era algo que no podía ni quería imaginar.

-No Dei... No quiero hacerte daño.

Por un momento aquellas palabras llenaron su corazón de angustia, sintió rabia y dolor, pero no supo cuando exactamente se transformaron en algo más, en cariño y amor. Porque ante todo Itachi no quería lastimarlo, aun pensaba en su bienestar antes que en su deseo.

Y solo sonrió, sonrió sincero, amando si cabía más a ese hombre que aferraba sus manos a su cintura, que lo miraba suplicando perdón.

-Por ello te pido que me hagas el amor, no solo con tu cuerpo, ámame con tu boca, que tu saliva se ensañe con mis heridas y las sane, que tu piel deje a su paso el calor que mi cuerpo necesita, deja que tus manos borren con caricias necias el dolor de los años, de las batallas, elimina todo rastro de miedo con tus ojos, tómame con la mirada. De cualquier forma... Posee algo más que mi cuerpo, que mi nombre salga enredado en suspiros contra mi cuello, que no te baste lo que has tenido de mí, ámame con el alma, márcame... Libérame...Para liberarte también.

Itachi escondió de nuevo su rostro entre las finas telas asiendo más el cuerpo del rubio hacia el suyo, podían temblar cientos de personas, incluidos los más poderosos ninjas ante su nombre, pero el temía de las palabras de su amante, simplemente porque serían las únicas en todo el mundo que acataría como órdenes. Movió sus manos rozando los costados de aquel cuerpo.

Y aun con el temblor en sus manos desato el nudo de aquella prenda, dejando caer el obi entre sus cuerpos cada vez más cercanos.

Tomo las finas caderas entre sus manos y beso lo poco de piel que se presentaba al tacto.

Un suspiro ahogado salió de su boca al sentir los labios fríos sobre su abdomen, lentamente separó los brazos que lo aprisionaban y se sentó en el regazo del mayor, rodeando con sus lastimadas extremidades el cuello a su disposición, enredándose sus dedos con los largos cabellos negros.

Juntando sus frentes, conectando sus miradas, rozando apenas sus narices y fusionando sus labios.

Lo besó, lo besó como nunca, con una mezcla única de pasión que contagio los belfos ajenos de manera instantánea, cada movimiento en ellos era ardiente y puro, como el viento engarzando melodías con sus respiraciones, con el sonido de dos bocas alimentándose ansiosas una de otra.

Uno a uno los besos llenaban sus bocas, las lenguas suicidas salían a batallar fuera de sus húmedas cuevas, los dientes ansiosos mordían rosadas superficies.

Las manos del mayor bajaron densas por la espalda del rubio aparentando apenas con fuerza, no quería hacerle daño, sin embargo ansiaba sentirlo más cerca. La espalda de Deidara formo una curva insana, casi pareciendo una serpiente a punto de a atacar, la yukata cayó sobre sus hombros, quedando apenas sostenida por sus brazos. El cabello revuelto resplandeció con la fuerza del sol bajo la luna que se filtraba intrusa por lo que intentaba ser una ventana.

ItaDei "El amor es arte."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora