4.

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Si Coral tuviera que escoger entre el sexo y la droga... Escogería la droga, claro está. Pero bueno, el sexo no era nada malo, ni un poco malo. Ni cuando te la metían, ni cuando la metías. Y era especialmente bueno cuando la persona con la que te acostabas era un experto en el sexo. Ian se encontraba sentado apoyado en el respaldar de la cama, mirando la televisión con un cigarrillo encendido entre los labios.

Suspiró el humo y miró de reojo al pelirrojo, quien tecleaba algo en su celular a la vez que tarareaba alguna canción que habrá escuchado de algún comercial.

-¿Y? ¿Qué tal te pareció, Sirenita?-sonrió Ian recostándose sobre el delgado cuerpo de Coral, quien no despegó la mirada de su celular, pero esbozó una sonrisa y apretó el trasero respingado del pelinegro.

-Eres un rey en la cama.-lamió su cuello, causando que algunas risillas se escaparan de los labios de Ian.

-¿Y? ¿Te gustaría volver a probar a este rey, princesa?

Bromeó alzando una ceja, enredando sus delgados y blancos dedos en los rizos rojos de Coral, quien rió abiertamente, volviendo a teclear algo en su celular a la vez que negaba con la cabeza.

-No, rey. Gracias. Ahora debo ir a buscar algo de mercancía.

Ian formuló una mueca, no le causaba gracia que lo rechazaran de esa manera, mucho menos por un montón de polvos y plantas malolientes.

-¿Quieres que te traiga un poco? De todos modos me debes pagar por haberte dado sexo.-Coral se encogió de hombros, metiendo una mano en el bolsillo de su pantalón, el cual estaba tirado en el suelo a un lado de la cama. Sacó una goma de mascar y la desenvolvió sin quitar su mirada del teléfono, parecía estar revisando los detalles del traspaso. Se metió la sustancia rosada a la boca y posteriormente comenzó a mascarla y a formar globos rosa con ella.

-No gracias, detesto el olor de esas cosas. Aunque a veces mis clientes están bajo el efecto y se vuelven bastante buenos para el sexo.-se mordió el labio inferior con sensualidad y se levantó del cuerpo de Coral, buscando con la mirada su camiseta.

Cuando la halló, se la puso y se puso sus boxers, también sus pantalones. Buscó sus zapatos y luego de poner patas arriba la habitación, los encontró junto a la puerta de entrada, perfectamente ordenados y super visibles. Se los puso y se peinó al cabello tras la oreja, dejando ver sus ojos ámbar en todo su esplendor.

-Bueno sirenita, nos vemos luego.-y dicho esto, encendiendo otro cigarrillo, se marchó lentamente por el pasillo pasado a marihuana y a goma de mascar, también olía un poco a desodorante ambiental.

Abrió la puerta y salió de la casa, aferrando su bufanda a su nariz para que el olor de gasolina no le llegara directo a la nariz, pues él tenía un olfato demasiado agudo y los olores fuertes como esos le causaban una molestia enorme. 

Sus ojos se pasearon por el vecindario donde vivía el sirenito, pues cuando vino no se fijó mucho y fue directo a la casa del pelirrojo. Las casas eran grandes y de un color inmaculado, pero el olor a gasolina cara llenaba los alrededores gracias a los enormes autos que las personas ricas tenían aparcados fuera o dentro de las rejas que rodeaban las enormes mansiones. Hizo un chasquido con la lengua, de verdad los lugares de ricos no le gustaban para nada.

Tomó un taxi de vuelta a su casa, pero se bajó antes para poder comprar algo de comida, aunque su último dinero grande se había ido con esa deliciosa sesión de sexo con Coral.

Se quedó mirando a la nada hasta que una voz lo distrajo de sus pensamientos, era alguien hablando por teléfono, pidiendo disculpas por quien sabe qué cosa. Pero lo que le llamó la atención, era que él conocía esa voz. Sonrió para sus adentros cuando recordó quien era el portador de ese timbre tan suave y delicado.

-Hey, Coop.-llamó alzando su brazo para entrar en el campo de vista del joven de cabello teñido. Coop sonrió algo nervioso, pues la presencia del pelinegro siempre ocasionaba ese efecto en él.

-Hey, ¿Qué tal Ian?-consultó dando unos pasos cautelosos hasta el joven de ojos ámbar, quien sonrió al ver el efecto que podía provocar en el chico.

-Pues nada, venía a comprar unos bollos de fresas cuando te oí disculparte por el teléfono, ¿Con quién hablabas?-consultó como si se conocieran de toda la vida, cosa que obviamente no era cierta. Cooper, por no querer ser descortés, sonrió con suavidad y amabilidad y contestó.

-Con mi jefe, me dijo que ayer era mi turno de limpiar en la noche. Claro que yo sabía que no era así, pero es mejor no discutirle.-se encogió de hombros con simpleza, causando que Ian riera. Este chico si que era un lamebotas.

-Bueno, ¿No te gustaría ir a tomar algo por ahí? Digo, para conocernos mejor. Esa noche en la comisaría no pudimos hablar mucho, ya sabes. Me gustaría saber más de ti.-habló con tono coqueto, relamiendo sus labios al ver frente a sí a su, quizás, próxima presa.

-Emhh...

Cooper se lo pensó un poco, estaba indeciso en si seguir al chico o no, pero no quería llevarse mal con él desde un principio, aunque no le agradaba mucho la confianza que usaba Ian para hablar con él como si ya se hubieran visto varias veces cuando la verdad no era así y ni siquiera deberían saludarse. Simplemente le siguió el juego porque no quería otro enemigo y no debía juzgar al pelinegro por su forma de ser, quizás solo era alguien muy animado y le gustaba tomar confianza de las personas desde el inicio, no había que ser prejuiciosos.

Ambos comenzaron a caminar hacia el mercado para tomarse algunos jugos, mientras que Ian miraba a los alrededores y se detenía en algunas vitrinas para ver algunos trajes. Ian podía ser puta, pero amaba la moda y el glamour, se podía decir que era una puta educada, o al menos una puta caprichosa porque educación no tenía mucha.

Cuando llegaron ambos se sentaron en una mesa para dos y tomaron los menús que estaban posados ahí eternamente. Ian optó por una malteada de mango y un omelet de arroz, mientras que Cooper pidió una malteada de fresa y un parfait pequeño. Ambos comenzaron a hablar, aunque Cooper se sentía algo incómodo con la presencia del pelinegro, pues este no dejaba de sonreír de una manera bastante extraña y escalofriante.

Cuando llegaron sus pedidos, Cooper hizo lo posible en centrarse en su comida y no en los hermosos ojos ámbar de Ian, los cuales le provocaban cierto sentimiento de atracción en él.

Ian se concentró plenamente en los movimientos del teñido, sin tomarle importancia a que el omelet se enfriaba y que se estaba congelando el cerebro por sorber incesantemente su malteada. Sonrió para sus adentros, le encantaba hacer sentir nerviosas a las personas.

Cooper se fijó en la hora, no tenía nada que hacer la verdad, pero el ambiente se había puesto cada vez más y más incómodo, tanto que no podía soportarlo más. Se apresuró por terminar su parfait y su malteada y se levantó de la mesa.

-E-esto.. Ian, me debo ir. Nos vemos luego.-sonrió algo nervioso y puso su mano en su nuca, removiéndose.

-Claro, espero poder pasarla de nuevo contigo, es muy agradable conversar.-sonrió y tomó la mano de Cooper, estrechándola amistosamente, aunque su mirada no dejaba de ser extraña y escalofriante. Cooper se estremeció ante aquél tacto, lo había llenado de una sensación desagradable y electrizante, lo que hizo que lo soltara de manera apresurada, pero teniendo cuidado de que Ian no se diera cuenta de lo horrible que le había sentado su tacto. No le gustaba, no le gustaba para nada.

Ian volvió a sonreír a la vez que Cooper se despedía con la mano y se alejaba apresurado de ese lugar, no quería volver a ver esos ojos, pero mientras corría lejos, sentía que lo perseguían.

El religioso, El puto, El drogadicto y El conserje (Subida Lenta) #LGBTEspanolحيث تعيش القصص. اكتشف الآن