🦠 CAPÍTULO I 🧪

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Un día normal como algunos, con tu estado de ánimo feliz y emocionado por pasar la tarde con la persona a quien más amas. Tus problemas ahora no existen, sólo existe la felicidad al saber que hoy, 9 de diciembre, es tu cumpleaños número 23. Pero, ¿que podría salir mal en este día tan especial?

Yo, Rachel Lee, no sabía cuán cruel podría ser la vida al darte un golpe duro y en el día exacto de tu fecha de nacimiento...

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Me encontraba mirándome frente al espejo de cuerpo completo que decoraba uno de los espacios de la habitación que compartía con mi prometido. Miraba mi cuerpo terminando de decidir si el jean negro y la camisa blanca que traía puesta sería mi atuendo final para salir a festejar mi cumpleaños con mi novio.

Hoy era un día muy especial, en una fecha perfecta para mí y una estación realmente relajante para algunas personas. En este día, justo a las siete de la mañana mi madre ya me había dando a luz hace veintitrés años.

—¿Qué tanto te miras, cariño? —me preguntó mi prometido de veintitrés años de edad recargándose en el umbral de la puerta— Eres preciosa ya, incluso cuando te despiertas.  

—Diría lo mismo de ti si no fueras tú el que todas las mañanas se levanta antes que yo y se queda observándome hasta verme despertar —le respondí sonriendo.

—Eso es porque tú duermes mucho —me contestó acercándose a mí para después tomarme de la cintura y atraerme hacia su fuerte y cálido cuerpo—. Te amo —susurró depositando un suave beso en mis labios—. Te amo tanto que sólo puedo pensar en los escasos días que faltan para la boda. Te juro que me volveré loco.

—Yo también te amo —le respondí rozando sus carnosos y pequeños labios—. No seas impaciente mi amor, esta semana se pasará rápido. Además, el matrimonio es un simple documento hecho de papel, lo que importa es el amor que crece entre nosotros cada día —le dije mi punto de vista mientras acariciaba sus mejillas con mis pulgares. Él cerró sus ojos mientras disfrutaba mis caricias.

—Me encanta que hagas eso —murmuró relamiendo sus labios— ¿Estás lista? —me preguntó separándose de mí y dándome un último beso en los labios.

—Estoy lista —le respondí colocándome unos zapatos flatforms blancos.

Ambos salimos de la habitación y bajamos las escaleras de mármol hasta el primer piso. Estando en la sala, tomé mi bolso de mano y mis llaves, mi novio agarró las llaves del auto, su cartera y su chamarra.

Al parecer nada se nos estaba olvidando, así que caminamos por el pasillo de la sala hasta llegar a la entrada principal.

—¿Llevas suéter? —me preguntó mi prometido deteniéndose en la puerta de la casa.

—Uh, se me olvidó encima del sillón —contesté regresando hacia la sala para agarrar mi suéter.

Siempre me pasa esto y mi novio todas las veces que salimos me pregunta si llevo algo con qué arroparme. Dice que soy su niña pequeña.

—Listo —le informé posándome a su lado esperando a que abriera la puerta.

Él abrió la puerta y me dio el paso para que yo saliera primero de la casa, apagó las luces que prendimos anteriormente y salió.

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