🧬CAPÍTULO VI⚗️

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Caminábamos por el bosque mientras conversábamos con el joven que acabábamos de encontrar. Stephen en ningún momento soltaba mi mano, siempre la mantenía sostenida midiendo su fuerza. Él no era de las personas que tomaban confianza de manera inmediata.

—¿Hace cuánto tiempo llevan buscando refugio? —le preguntó Stephen a Luhan.

—Desde que comenzó todo esto —respondió mirándonos por sobre su hombro—. Mis amigos y yo nos encontrábamos en un bar festejando el cumpleaños de uno de ellos cuando todo esto dio inicio —pausó—. Perdimos a dos de ellos cuando llegamos a una tienda de armas para cargarnos de ellas e intentar protegernos. Hemos estado en constante movimiento en estos últimos cinco días, pero ahora nuestro objetivo es aquella granja en la que seguramente estaremos seguros por unas semanas y hasta posiblemente meses.

—¿Sólo son hombres los de tu grupo? —preguntó Stephen apretando ligeramente mi mano.

—Sí —respondió Luhan—. Tener a una mujer en nuestro grupo simplemente nos retrasaría. A parte de que no hemos encontrado a ninguna en el camino —finalizó riendo—. ¿Y ella? ¿Es tu hermana? —preguntó refiriéndose a mí.

—Es mi prometida —contestó Stephen haciendo énfasis en la última palabra.

—Ya entiendo. Y, ¿cómo se llaman? Recuerdo haberles dicho mi nombre, pero ustedes no me dijeron el suyo —nos preguntó deteniéndose para mirarnos.

—Stephen Oh —contestó mi novio con una sonrisa torcida.

—Rachel Lee —dije con una sonrisa mientras le extendía mi mano libre para estrecharla con la suya. Él la aceptó y asintió con la cabeza.

—Sigamos —nos indicó comenzando a caminar—. Si tenemos suerte posiblemente nos encontremos con algún miembro de mi grupo.

Llevábamos más de media hora caminando por el bosque, el calor aún no había disminuido y eso nos hacía sudar a los tres. Estaba segura de que sí estábamos caminando hacia el norte, porque la brújula de mi celular así lo indicaba.

—¿Cuánto más falta? —le pregunté a Luhan.

—No lo sé —respondió encogiéndose de hombros—. Seguiremos caminando hasta que divisemos la granja.

Me quedé callada y simplemente seguí caminando. No podíamos parar, teníamos que llegar hasta la granja para estar seguros y bajo un techo.

—¿Qué han hecho ustedes para sobrevivir a esto? —nos preguntó Luhan.

—Cuando comenzó todo esto, nos quedamos sin gasolina en plena carretera, así que tuvimos que regresar a nuestra casa corriendo para evitar ser infectados por los mordedores. Después de eso, sobrevivimos en ella los últimos cuatro días. Pero la despensa se nos agotó —le respondí.

—¿Sólo son ustedes dos? —volvió a preguntar.

—Sí —respondió Stephen.

—Bien —contestó Luhan mientras seguía caminando delante de nosotros—. Mi grupo no es malo, quiero dejar eso en claro. Antes de llegar hasta acá, nos encontramos en el camino con bastantes hijos de puta, pero nosotros no lo somos, pueden estar seguros.

—Qué suerte —respondí aliviada.

—La verdad la tienen, y yo también la tuve al ser ayudado por ustedes —respondió mirándonos por sobre su hombro con una sonrisa gentil—. Algo que me llamó la atención al escucharte hablar es que, ¿les llaman mordedores? —me preguntó en medio de una risa.

—Sí, mi prometido y yo les llamamos así —contesté—. ¿Cómo les llaman ustedes?

—Plagas, bastardos, zombies, hijos de perra —respondió—. Pero me gustó el término de ustedes, mordedores. Será utilizado por el grupo de ahora en adelante.

Mientras más caminábamos, más lo conocíamos. El joven no parecía ser una mala persona, en realidad era muy agradable, incluso Stephen ahora ya reía junto a él conforme se contaban anécdotas.

Estaba segura de que ya habíamos recorrido aproximadamente dos kilómetros, pero aún no divisábamos ninguna granja en los laterales del bosque que daban vista a un campo.

—¡Hey, Xiao! —gritaron a los lejos mientras se escuchaba el crujir de las hojas secas en el momento en que alguien se acercaba corriendo.

Stephen rápidamente me agarró de la mano y se puso delante de mí, Luhan se giró en dirección del gritó y esperó.

—¡Idiota! —llegó gritando un hombre alto de más de 1.80 metros, de unos veinticuatro años de edad, piel blanca, cabello negro y ondulado y ojos grandes, rasgados y de color negro.

—¡Park! —gritó Luhan mientras corría hacia él para abrazarlo bruscamente.

—Maldito ciervo, llevamos minutos buscándote por todo el puto bosque —le dijo mientras lo estrechaba más—. Creímos que perderíamos a uno más.

—Lo hubiesen hecho si ellos no me hubieran ayudado —le respondió separándose de él y caminado hacía nosotros—. Ellos son Stephen y Rachel.

—Hola —nos saludó el chico alto con una gran sonrisa—. Soy Chanyeol, pero todos me llaman Park.

—Qué tal Park —lo saludó mi prometido.

—Hola —contesté estirando mi mano para estrecharla con la suya. Él la aceptó y le dio un leve apretón.

Nos quedamos callados por una décima de segundo cuando en ese momento aparecieron seis jóvenes más, cada uno con diferentes pistolas en las manos.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó un hombre de aproximadamente veinticuatro años, una altura de menos de 1.75 metros, cabello negro y lacio, piel blanca, ojos pequeños y rasgados de color marrón, y mirada juguetona.

—Son Stephen y Rachel —respondió Luhan.

—Mucho gusto —respondimos uno después de el otro.

—Oh, a mí me llaman Beagle —respondió con una sonrisa que se moldeaba a manera de rectángulo—. También es un gusto.

—¿Se van a ir con nosotros? —preguntó un joven serio, de aparentemente la misma edad y estatura que Beagle, cabello negro, piel color beige, ojos grandes y expresivos, orientales y de color negro.

—No seas irrespetuoso, Rich —lo regañó Park—. Ellos ayudaron a Luhan.

—Me llaman Rich —se presentó finalmente cambiando su actitud—. Suelo ser muy serio, pero que bueno conocerlos.

—Igualmente —le respondimos mi prometido y yo mirándolo con una sonrisa.

—¿Nos quedamos aquí a tomar una tacita de café mientras nos conocemos y esperar a que la noche llegue ó nos vamos a la granja de mi tío? —llamó la atención un joven de aproximadamente veintiún años de edad, cabello castaño y ondulado, estatura de más de 1.80 metros, piel cálida, ojos marrones y labios carnosos.

—Eres un aguafiestas, Kai —le dijo Beagle—. Pero te apoyo y larguémonos a la granja.

—¿Hacía dónde queda, Kai? —le preguntó Rich.

—Hacía el norte, ya estamos cerca —le contestó y comenzó a caminar haciendo que todos lo siguiéramos.

Caminamos menos de un kilómetro de distancia saliendo completamente del bosque y finalmente adentrándonos a un campo con pasto de paja al inicio y a lo lejos pudimos distinguir un granero junto a una casa de madera color amarilla y de dos pisos.

Era la gloria ver lo solitario y tranquilo que estaba ese lugar.

Expediente Z aDonde viven las historias. Descúbrelo ahora