Llegamos hasta el cuartel y Park se estacionó en la parte trasera. Bajamos algunos de la jeep, Mandoo se quedó adentro y tomó el lugar del piloto.
—Si en una hora no regresamos, recógenos en la entrada trasera —le dijo Lay.
Mandoo asintió con la cabeza y nosotros comenzamos a caminar hacia la entrada del cuartel. Nos detuvimos cuando quedamos frente a la puerta y Lay insertó las llaves en la cerradura.
—Háganse a un lado —nos indicó Lay y nosotros obedecimos.
Abrió la puerta con un empujón ligero y se asomó al interior colocando su pistola a manera de defensa.
—Vamos —nos indicó y nosotros entramos detrás de él.
Comenzamos a caminar por el oscuro y estrecho pasillo, el olor aquí adentro era extraño. Olía a humedad y llegaba un ligero viento con olor a carne en descomposición.
—Vamos a cerrar la puerta —nos indicó Lay comenzando a caminar frente a nosotros hacia arriba del corredor.
Lo seguimos caminando con cautela y antes de llegar hasta la puerta, una horda de diez mordedores salieron de ella y, al vernos, comenzaron a caminar rápidamente hacia nosotros. Comenzamos a dispararles y cada uno fue cayendo al suelo, pero de la puerta aún seguían saliendo más.
—Joder —refunfuñó Kim cargando nuevamente su pistola para continuar matando.
Los mordedores se terminaron y Lay corrió hacia la puerta para comenzar a cerrarla, pero antes de terminar su objetivo, un nuevo grupo de infectados comenzaron a luchar para poder salir. Stephen, Kim y Park corrieron hacia Lay para ayudarlo a empujar. Yo me quedé en mi lugar y apunté con mi pistola al primer mordedor que forcejaba contra los muchachos; cuando por fin estuve segura de que no fallaría el tiro en su cabeza, disparé y este calló al suelo haciendo que mis amigos logran cerrar la puerta.
—Vamos por las armas —nos ordenó Lay comenzando a correr hacia la bodega.
Los demás lo seguimos a su paso y nos detuvimos frente a la puerta del almacén, Lay nuevamente volvió a supervisar que no hubiera mordedores ahí dentro y después entró con nosotros a sus espaldas. Lay se acercó hasta un interruptor y oprimió un botón, segundos después las luces del lugar se encendieron dejando ver todo con claridad. Mi mandíbula casi cae al suelo al ver la cantidad de revólveres que aún estaban acomodados en sus estantes. Eran más de veinte.
—Agarren dos maletas cada quien y comiéncenlas a llenar —nos indicó abriendo un casillero enorme en donde se encontraban las maletas.
Hicimos caso a su orden y cada quien agarró dos maletas, nos acercamos hacia las estanterías y comenzamos a llenar las mochilas con diferentes revólveres y cartuchos.
—¿En dónde están las bombas? —le preguntó Stephen a Lay.
—Nada más encontré dos —le respondió mostrándoselas—. Fueron las más utilizadas cuando el virus comenzó.
Terminamos de guardar las armas y los cartuchos que pudimos. Lay de acercó a otro casillero militar y lo abrió, en ese se encontraban varios chalecos antibalas.
—Agarren dos y pónganse uno —dijo él sacando cuatro chalecos, guardó tres en su mochila y se colocó uno.
Todos hicimos los que nos indicó y, al terminar, cargamos las maletas como pudimos y salimos de la bodega.
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Expediente Z a
RandomUn día inesperado, también a la hora inesperada, con cientos de civiles merodeando por todo el mundo. Sin duda el peor día, ¿no? El día en que todo el mundo se convirtió en un caos total, con muertes, dolor, sufrimiento y miedo. A veces las cosas n...