El equipo había quedado en malas condiciones luego del Laberinto; se limitaban a rondar los pasillos del complejo en total silencio o a recostarse en sus habitaciones con la mirada perdida.
—Necesitan distracción —había comentado el representante norteamericano de Jane.
Pocos días después, los biónicos recibieron autorización para salir del complejo cuando el sol estaba por ocultarse. Optaron por marcharse en el tren bala situado en el subterráneo de París. Apenas entraron, cada uno se dirigió a distintas áreas del tren.
Reinaba un olor a desinfectante... ¿eso era café? El ambiente estaba sumergido en un constante murmullo, combinado con una leve música parisina de fondo. De inmediato se dieron cuenta que el aire acondicionado estaba a toda potencia. Las paredes del transporte tenían finas pantallas que dejaban ver el avance según las paradas por medio de un mapa y algunos puntos intermitentes.
Lena tomó asiento en la zona donde el piso era transparente. Debajo de ella corrían los canales bajo tierra del Sena, el cual ese día tenía una tonalidad azulada. No habían pasado ni cinco minutos cuando sintió el contacto de una cálida y pequeña mano en su brazo. Al bajar la cabeza se topó con dos enormes ojos, tan azules que podría haber sido concebidos por el mismo cielo; la niña tendría alrededor de seis años, quizás menos, y su cabello rubio le recordó a Amaia.
—¿Qué tiene tu piel? —formuló mientras rozaba la muñeca de Lena.
Tardo unos segundos en asimilar lo que estaba sucediendo. La niña venía acompañada de una mujer mayor que no se dio cuenta de nada por ir leyendo en su celular.
—Se llama grafeno —susurró.
En ese momento, su piel reveló a consciencia el material debajo de ella; pasó de su tono trigueño a un color plateado opaco. La niña alzó la cara y esbozó una sonrisa incrédula antes de pasar su mano sobre el brazo.
—Le Peletier en un minuto —indicó una voz salida de las diminutas bocinas.
Lena se puso de pie no sin antes despedirse de la niña. Se reunió con el resto y juntos bajaron a la plataforma del metro.
(...)
Le Bistrot Valois les resultó un agradable lugar para su último alimento del día, sobre todo porque el aroma sedujo el olfato de Jane. Situado entre altas lámparas de luz amarillenta y otros edificios blancuzcos, el color caoba del bistró resaltaba por encima de todo. Sus ventanas en forma de arco dejaban entrever algunas circulares mesas ocupadas donde la gente se deleitaba con vinos viejos y un buen queso, además de los últimos resplandores del sol. Los candelabros en forma de gota que colgaban de la carpa de lona inclinada fuera del lugar daban un toque más acogedor.
A lo largo de los años, París se había conservado como una Ciudad Monumento, de tal manera que no tenía tantas alteraciones en su estructura. Como patrimonio de la humanidad tenía cientos de lugares que habían permanecido intocables, como los bistrós y varios de sus museos. Eran un trozo de pasado en el presente.
Las sencillas sillas oscuras del exterior apuntaban a la calle, puesto que desde mucho tiempo atrás (específicamente, luego de la Segunda Guerra Mundial), el francés se sentaba en ellas a ser admirado. Que lo vieran ahí era motivo de regocijo.
Ocuparon un sitio fuera del local. El mesero se acercó a los pocos segundos y les tendió algunas recomendaciones en carta.
—Deme un poco de vodka —dijo Gabriela sin despegar la mirada del menú.
—Tráigale agua —gesticuló Nerida al mesero en cuanto Gabi se distrajo.
Los demás se fueron de lleno al platillo. En la espera vieron miles de autos pasar zumbando por la glorieta frente al café; unos metros más allá estaba Louvre en su respectiva explanada. Gracias a su visión alcanzaron a observar la cantidad de gente que hacía fila con tal de entrar. No faltaban algunos graciositos encima de los pequeños pilares que apuntaban al pico de la pirámide translucida como si la estuviera tocando. Por unos instantes Lena se proyectó empujando a uno de ellos del pilar, y riéndose por la caída inesperada.
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Emoción Mecánica
Science FictionDespués de una enorme decepción amorosa, Milena, estudiante de ingeniería de órganos, decide darle la espalda a los sentimientos. Literalmente, no quiere volver a sentir nada. Coincide que el Gobierno de Zanzíbar (isla cercana a Tanzania) está busca...