Espejo

265 19 17
                                    

Hace ya tiempo, una vieja amiga me dijo que si no pruebas a qué sabe, jamás entenderás a lo que sabe. A día de hoy parece que aún me encuentro en esa batalla interna en la que no se... ¿A quién le hago caso?. El cerebro me dice que ya me olvidaste, que ya no valgo nada para tí, y me duele. El corazón me dice que lo intente, que aún puedo rescatar una parte de la confianza que pusiste en mí, y que yo mismo me encargué  de tirar a la basura, y me duele. A lo largo de los años, he sido rechazado por mucha gente, y los pocos que tuvieron un corazón tan valiente como para dejarme formar parte de su vida, me han llamado de muchas formas: me han dicho "tierno", "sabio" e incluso  "lindo". Y, honestamente, no estoy seguro de merecer todo eso. ¿Quién soy? Claro que se quién soy: sé cuál es mi nombre, sé dónde vivo y cuál es mi familia, pero... ¿Quién soy?. Tal vez solo soy ese que se escribe a sí mismo como si estuviera loco; y tal vez sea eso: por fin me he vuelto loco.  Tal vez solo escribo porque necesito desahogarme ¿por qué más? Quizás solo te escribo a ti: te escribo desde el dulce anonimato, sabiendo que jamás vas a leer lo que te escribo, ni saber cómo me siento cada vez que pienso en ti. Pero créeme cuando digo que no puedo permitirlo,  y, que si lo hiciera, actuaría como el más pesaroso y desdichado demonio intentando consolar al más puro y bello ángel, desconsolado por haber perdido su fruto más preciado. Sería como aquel náufrago que se ahoga en el mar justo antes de que llegue su tan anhelado rescate. Quizá solo me gusta derrochar inspiración pensando en tu figura, siempre un paso delante de mi corazón, y sentirme bien conmigo mismo por unos minutos. Quizás solo necesito tener esa agradable sensación que aflora en mi pecho al escribirle a tu espíritu, que yace allí, al otro lado del espejo de nuestros recuerdos, viendo como el mío llora e implora sanar de una vez, para poder sanarte también a ti y tener la suficiente valentía para hacerle caso al corazón y probar. Quizá escribo  para provocarme dolor de cabeza y así poder ahogarme con canciones para calmar el ardor en mis entrañas cada vez que mis lagrimas se encargan de recordarme que ya no te importo.  Tal vez solamente lo hago para ocultar mis verdaderos sentimientos y no sentir que molesto a alguien con lo que escribo. Tal vez simplemente necesito a alguien parecido a mí, que esté dispuesto a escuchar todo lo que tengo que decir y a leer todo lo que escribo. Y, más que eso, a entenderme, y no atreverse a juzgarme sin que la más mínima idea de lo que estoy sintiendo pase por su mente. ¿Quién soy? Muchos dirán que no sirvo para nada, y que lo único que logro escribiendo es ocultarme tras las palabras, que poco a poco me han vuelto su esclavo, y encerrarme en mi propia cárcel; esa cárcel en la que resido custodiado por la sociedad que durante tanto tiempo, adaptándose a los estereotipos e ideales impuestos por ella misma, me ha juzgado por cómo he decidido expresar mis emociones. Pero tienen razón; eso soy: un esclavo de mis letras. Y ser esclavo me ha hecho libre. Lo único que realmente quiero es sentirme bien conmigo mismo después de todo lo que he pasado. Quiero un descanso, y sin embargo, me desvelo cada noche pensando en un futuro contigo, donde volvamos a aquellos tiempos donde mi única pasión era yo mismo. Tal vez lo único que quiero es ser realmente libre.

Escritos Para No DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora