Oh, Dios (Si existes)...

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Oh, Dios: tú, que le das más a los que tienen todo, y nos arrebatas la sonrisa a quienes hemos olvidado amar, llévate también sus lágrimas. Aquellas lágrimas que brotan de su rostro como una fuente amarga y caen al suelo, inundando mi cabeza con pesadillas que no dejan a mi alma descansar tranquila. Dios, si existes, hazle ver que no me importa estar solo, pues solamente soy un idiota con rabia a quien todo en el mundo le da más y más rabia. Si existes, ven y dile que estoy al borde de la locura, que quiero llorar entre sus brazos, descargar todo mi peso por unos segundos y volver a sentirme vivo. Quiero dejar de decepcionar a todos a mi alrededor. Oh, Dios, por quien las guerras en este mundo no cesan, aléjala de todo, y si es preciso, cámbiame por ella. Estoy dispuesto a vivir todo el día con el dedo entre mis heridas para ver su sonrisa. Déjame cargar con todo, al fin y al cabo, tú mismo me has enseñado a ser fuerte, a no quejarme, a sufrir en silencio para no ahuyentar a los demás. Aún soy débil, lo sé, pero no puedo seguir viendo como ella se quema por dentro mientras yo pierdo el sueño. Oh, Dios: cédeme su sufrimiento, dale mi ingenuidad. Ingenuidad que ha sido mi tormento, y mi más grande placer. Ingenuidad que me ha dicho lo que piensan los demás de mí. Ingenuidad que consume mi cerebro y mi corazón, quitándole lo poco humano que le queda.  Dios, muéstrale que dentro de mí ya nada es capaz de nacer, y me han quitado hasta el llanto. Ponme en su lugar y devuélvele su pureza, ahora que su inocencia esta destrozada. Que comprenda que soy capaz de todo por ella, y que cuando la veo tan feliz y rodeada de gente, día tras día, no puedo más que pensar en que no significo nada para ella. Dile que me estoy ahogando, que perdí mis ganas de volar el día en que mis alas se quemaron, muéstrale lo que aún no ha aprendido a comprender: que siento reventar mi corazón cada vez que lo hacen sus ojos; que necesito un abrazo, un hombro, la necesito a ella, la necesito bien. Quiero cambiar mi sangre por su sonrisa, mis cortes por su voz, mis lagrimas de acero por sus labios de rojo carmín. Oh, Dios, si existes, ayúdame. Quiero dejar de gritar, levantarme y caminar con la frente en alto. Quiero que se quede. Déjala conmigo, aunque no se quiera acercar, déjala. Susurra en su oído que volveremos a reunirnos cuando todo esto haya pasado, y yo sea capaz de ser mejor persona, una mejor versión de mí. Oh, Dios, si existes, dame una señal: dime que ella está bien, que no llora, que no quiere dejar de existir. Cura mi insanidad, la misma que me dejaste cuando te llevaste a mi más anhelado sentimiento: el amor. Amor que me mató, amor que me dió vida. Oh, Dios, ten compasión y sáname. Aleja de mi mente su foto inexistente y déjame correr para abrazarla. Dame más palabras para definir a un ser tan inefable. Si en verdad existes, ven, para que no dude más de tu existencia, y llévame contigo. Quiero acabar con todo, descansar y soñar con que un día todo volverá a ser como antes. Oh, Dios, si existes, quita de mi conciencia el retrato de aquel niño desconsolado llorando en un rincón de su cuarto, sintiendo como su alma se consume en el fuego que la ha condenado. Si existes, ven y acaba con esta guerra. Oh, Dios, si existes, déjanos en paz.

Escritos Para No DormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora