Prólogo

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Giselle, Aaron y yo llevábamos cuatro películas de nuestro maratón de James Bond. El bostezo de mi novio me saca una sonrisa, apoyando la cabeza en su hombro y cogiendo un puñado de palomitas. Eran las dos de la mañana. La película no me estaba gustando mucho pero me gustaba pasar tiempo con ellos. Un beso con sabor a sal y más bostezos. Ahora compartidos.
Aaron y yo llevábamos un año de relación, lo mejor de todo es que no ha habido sobresaltos en todo este tiempo.
Por fin la película acaba. Todos estábamos medio dormidos.
- ¿Qué hora es?
Pregunta Giselle. Miro el reloj y le contesto:
- Las dos y media de la mañana.
- Se nos ha hecho muy tarde.
- ¿Queréis quedaros a dormir en mi casa?
Propongo.
Los dos asienten. No podía hacerles volver a casa en coche con lo cansados que estaban.
Me levanté y fui a por mantas y almohadas.
- Entonces vosotros dormís en tu cama y yo en el salón.
La verdad que no me parecía mala idea.
Nos miramos y asentimos. Nos dirigíamos hacia mi habitación cuando Giselle añade:
- Pero si lo hacéis por favor intentar no gritar, hay gente que intenta dormir.
Ese comentario hace que el calor suba a mis mejillas y me haga sonrojar.
Finalmente llegamos a la habitación y cerré la puerta detrás de mí. Me acerqué hasta él, le rodeé el cuello con mi brazos y Aaron me cogió por la cintura, dando comienzo a la sesión de besos. Aaron introduce una mano por debajo de mi pijama y me recorre la espalda de abajo a arriba, acariciándome. Sus dedos suben hasta mi cuello y luego regresan al punto de partida. A continuación yo le acaricio a él, primero por la barbilla y luego el cuello. Noto como Aaron se estremece y se encoge de hombros, y más aún cuando me quito la parte de arriba del pijama, me agarro a su cuello y le susurró cosas al oído.

Un cosquilleo en la nariz provoca que abra los ojos, pero enseguida los vuelo a cerrar. Los abro otra vez y contemplo a Aaron sentado a mi lado con una pluma en la mano.
- ¡Buenos días, princesa!
Se agacha para darme un beso. Me dejo besar y me incorporo.
- Buenos días.
Digo entre beso y beso.
- ¿Qué hora es?
- Las diez.
- ¡Las diez!
- Tranquila aún es pronto. Te he preparado una sorpresa.
- ¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa?
- ¿No lo hueles?
Inspiró con fuerza y entonces me llega un olor, aquel aroma me seduce casi tanto como tenerlo a él en mi cama.
- ¿Es chocolate?
- Sí y también hay churros.
- ¿Sí? ¡Genial!
Me echó encima de mi novio para abrazarlo. Los dos caemos de costado sobre el colchón. Observo a Aaron con una sonrisa. Siento muchas cosas por él. Cada día lo que hay en mi interior crece: las ganas de besarlo, de acariciar cada pedazo de su piel...
Los dos caminamos hasta la cocina, donde encontramos a Giselle comiéndose el desayuno. Antes de que mi amiga se acabe todo, Aaron consigue servir el chocolate en dos tazas y un plato lleno de churros. Se me hacia la boca agua.
- Este chocolate esta buenísimo. Os lo prometo chicos.
No me cabía la menor duda. Giselle se había comido y bebido la mitad ella sola.
- Bueno, me voy a duchar. No hagáis nada inapropiado.
Y nada más decirlo se va dejándonos otra vez solos.
Nos sentamos en el sofá y comenzamos a comer.
- ¿Sabes? Se me ha ocurrido un juego. ¿Te apetece jugar Charlotte?
- ¿Me mancharé mucho?
- No, tranquila.
Aaron coge un churro y se lo pone en la boca. Sin tocarlo con las manos, se inclina y lo moja en el chocolate. Con cuidado de no manchar nada, me lo ofrece.
- ¿Quieres que lo muerda?
Él asiente y me pide con gestos y entre dientes que no lo suelte cuando dé el bocado. Accedo y muerdo el extremo que está cubierto de chocolate.
- No lo sueltes. Ahora te toca a ti. Mójalo.
Sigo sus instrucciones e imito lo que antes ha hecho él. Repetimos la misma acción muchas veces, los labios cada vez están más cerca, hasta que terminan encontrándose y uniéndose en un beso, lo cual hace que sonría.
En ese instante entendí que me enamoré de Aaron como hoy ya no se enamoran las personas.

Fly With MeWhere stories live. Discover now