Draco

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"Granger me ha visto", pensé. Entonces caí en la cuenta de algo. "¿La acabo de llamar <<Granger>>? No, ella es, y siempre será sangre sucia inmunda..." ¿Por qué estaba tan nervioso? Puede que me hubiera visto, pero tal vez no lo acabara de entender. O tal vez había logrado infundirle miedo para que no hablase. Lo cual veía muy poco probable. Granger... es decir, la sangre sucia inmunda jamás se echaría atrás por miedo de mí. 

A la noche siguiente, trataría de hablar con ella. No podía arriesgarme a que echara a perder mis planes. Y mucho menos habiendo tanto en juego. La honra de los Malfoy. La vida de mi madre. Mi padre se merecía lo que le vendría encima. Pero no mi madre. Ella era una buena mujer, que, como yo, había actuado a expensas del miedo y el pánico que suponía la muerte de nuestro ser más querido. 

¿Qué le iba a decir a la sangre sucia? ¿Debería contarle la verdad? No, seguro que en seguida me delataría. ¡Era amiga de San Potter! ¿Debería contarle una verdad a medias? ¿Decir que estaba siendo chantajeado con la vida de mi madre para utilizar ese armario? Sí, eso sonaba mucho mejor. La sangre sucia era compasiva y piadosa. Tal vez incluso me ayudara. 

Bueno, tendría todo el día siguiente para pensarlo. De nuevo, fui a la sala de los Menesteres para volver a intentar una y otra vez en vano conseguir un breve progreso. Tenía que aprender a arreglar ese armario pronto. El final del curso se acercaba, y Dumbledore seguía vivo. Si no conseguía matarlo por mis propios medios, la batalla se desataría en Hogwarts. Bueno, se desataría de todas maneras, pero, quizá, si conseguía matar al viejo chiflado, los mortífagos no se ensañarían tanto con el lugar. Al fin y al cabo, era mi escuela y había pasado grandes momentos allí. Bueno, antes del regreso de Quien-vosotros-sabéis. 

No sé a qué hora me marché de allí, pero esta vez no me encontré con ninguna sorpresa. Al llegar a mi habitación, vi que la cama estaba abultada. Pansy había vuelto a colarse entre mis sábanas. Vale, necesitaba dejar vagar mi mente y soltarme un poco de vez en cuando. ¡Pero eso no significaba que cada noche quisiera acostarme con ella! 

—Has llegado tarde—comentó. Al acercarme más, vi que estaba semidesnuda. Tan sólo llevaba puesta la ropa interior.—¿Qué sucede?¿Esta noche no quieres diversión?

Sin mediar palabra, empecé a desnudarme y me metí en la cama con ella. Como siempre, la cosa empezó con besos en los lugares apropiados, y pronto, fuimos subiendo de nivel. Su piel estaba fría, pero no tanto como la mía. El tacto provocaba escalofríos. Costaba diferenciar donde empezaba mi cuerpo y acaba el suyo. Mientras tanto, nuestras lenguas se enzarzaban en una mini-guerra. Pero no removía ninguna clase de sentimiento o satisfacción en mí. 

 

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¿Enemigos? | Dramione | ✓Where stories live. Discover now