Capítulo 1: ¿Soy adoptada?

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Un año y medio atrás

14 días antes de bajar...

Miro al techo blanco durante varios segundos, con mi pecho subiendo y bajando rápidamente, mientras mis músculos se comienzan a relajar de a poco. Inhalo y exhalo dejando salir mi respiración por mis labios, el sudor se desliza por mi frente y cuello hasta terminar perdiéndose en mi pecho.

Cierro los ojos asimilando la situación, dejo a mi mente relajarse, pero un sonido intenso me devuelve a la realidad de golpe sorprendiéndome. Tomo con rapidez el despertador y lo arrojo contra la pared. Veo los pedazos caer rápidamente y caigo en cuenta de mi acción.

- Agh...- gruño tapándome los ojos y cayendo de espaldas en la cama. Tomo la almohada y grito con fuerza.

Odio las mañanas.

Me levanto arrastras de la cama, acercándome a los fragmentos del reloj, los junto para tirarlos en el bote de basura y me dirijo al baño. Mis pies al tocar el frio piso me provoca escalofríos por toda mi espalda y me apresuro a entrar en la ducha.

Al salir, el vapor envuelve el cuarto y con mi mano limpio el espejo hasta poder ver mi reflejo.

Mi cabello de un negro intenso y liso se encuentra algo enredado, mi cutis y mi piel pálida se ven casi transparente, mis cejas gruesas y rectas, mis grandes ojos de un azul claro como el mar, pero con cientos de venas que rodean el iris, mis pestañas largas y curvas, mi nariz algo pequeña, recta y respingada, mis labios gruesos y algo rosados, mis pómulos altos y definidos. Veo cada centímetro de mi rostro sin encontrar una imperfección, hasta que me detengo en mi oreja izquierda, una pequeña parte de la orilla en forma de medio circulo falta. Mi único defecto.

Salgo del baño al terminar de alistarme y camino al armario. Miro cada una de las perchas colgadas de cada lado de la pared y los colores neutros predominan cada rincón, sin un rastro de color brillante en todo el closet. Tomo un pantalón negro semi formal y una playera del mismo color, unos tenis Jordan y por último una chaqueta.

Salgo del armario doy un rápida ojeada a mi habitación.

La cámara se encuentra tendida y sin ninguna arruga en las sábanas negras, las almohadas blancas bien acomodadas. Los buros negros de madera limpios de un lado una lampara plateada y en el otro se encuentra libre ante la falta del despertador. La televisión plasma colgada de la pared frente a la cama se encuentra apagada. El estante junto a la pared se encuentran algunas herramientas y cables ordenados. Por último, en la esquina casi junto a la ventana se encuentra un pequeño librero con diversos títulos de novelas en tapa dura.

Busco algún detalle, pero la habitación se encuentra limpia, por lo que cierro la puerta del armario detrás de mi y salgo del cuarto.

Recorro el pasillo ya que mi habitación es la del fondo y los cuadros colgados en las paredes muestran una familia feliz conformada por tres miembros. Mi padre, mi madre y por último mi hermano pequeño de once años, se ven como la familia perfecta, porqué yo no conformaba parte de esa fotografía. En realidad, de ninguna. No había un solo rastro de mí en algún marco y eso era porque a mí madre no le gustaba el hecho de que saliera en las fotos, además de que tampoco me gustaban.

Bajo y escucho desde la cocina la voz de mis padres, al igual que desde la sala de televisión escucho a mi hermano jugar en la consola. Paso al lado del comedor y entro a la cocina, mi madre se encuentra junto a la barra en el centro de la cocina y mi padre del otro lado.

- Hasta que despiertas – recrimina mi madre cuando paso junto a ella para abrir el refrigerador. – Buen día.

- Buenos días, Alison – dice mi padre.

Bajo TierraWhere stories live. Discover now