Capítulo 16 "Pesadillas"

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Eran cerca de las dos de la mañana, el tiempo no me importaba mucho, cada segundo era un respiro y esto era igual a ganar calma. Abrace a ese oso pequeño de peluche contra mi cuerpo, era un repelente perfecto para el horrible hombre de mi armario, él siempre osaba de asustarme por las noches, implantar el miedo más profundo en mi ser. Solía refugiarme bajo las sabanas rosadas de mi cama, salvo cuando los sueños me asustaban realmente, salía corriendo de mi cama para refugiarme en los brazos de las dos personas más importantes en mi vida, ellos a su vez me abrigaban haciéndome sentir segura.
Esa noche las pesadas gotas de lluvia se estrellaban contra mi ventana una a una logrando un efecto tenebroso en toda la habitación color lila, cuando escuche el crujido de las puertas blancas del armario deslizarse no aguante un segundo más y salí corriendo sin pensármelo dos veces.

Tropecé en el pasillo cayendo a una oscuridad más densa, mis ojos sólo podían percibir la negrura de la noche reflejada en las ventanas, escuchaba los pasos acercándose cruelmente hacia mí, listo para llevarme a las tinieblas, a gatas llegue hasta la cerradura, abrí desesperada. Durmiendo plácidamente junto a la lámpara sobre la mesa de noche estaba mi padre. Sus ojos azules estaban cerrados hasta unos segundos antes cuando logre prender el interruptor de la lámpara.

-Tengo miedo, papi —susurre estando a lado de su mesa de noche.

Respire lentamente, trataba de recobrar mi calma perdida, el corazón me latía de manera desbocada, parecía querer salirse de mi pecho.

-Lisa –musito suspirando. La noche anterior también había ido hasta ellos con la cara bañada en lágrimas. Tomo un mechón rubio de mi frente y lo puso en su lugar-. ¿Pesadillas de nuevo, cariño?

-Sí –admití sonrojada.

-¿El hombre del armario una vez más?

Asentí, probablemente continuaría atormentándome el resto de mi vida si no lo enfrentaba de una vez por todas, pero no podía, él era tan fuerte, tan grande y yo...

Papá abrió el cajón de su mesa de noche, saco algo con una envoltura dorada.

-¿Ves esto cariño?

-Sí.

Puso aquello sobre mi mano.

-Es un chocolate especial para ahuyentar a los monstruos y al hombre del armario. Cómelo, ya no tendrás miedo.

-¿Lo prometes?

-Sí, lo prometo con el corazón –puso su mano derecha sobre su pecho.

Desenvolví el chocolate con cuidado, mis manos pequeñas fueron torpes y rompí la envoltura en miles de pedazos, él tomo esos pedazos entre sus manos claramente más grandes, dejo la basura sobre la mesa de noche.

-¿Te sientes mejor?

Asentí.

-¿Crees poder regresar a tu habitación?

Negué rápidamente.

-Bueno, puedes quedarte a dormir con nosotros, ¿cierto, Priscilla? –pregunto a mi madre.

-Claro, pero sólo por esta noche –trataba de sonar recta, cuando me miraba con tanto cariño.

Me subí a la cama con cuidado situándome en medio de ambos, me abrazaron no sin antes darme un beso de buenas noches. Estaba tan cansada y frote mis ojos antes de acomodarme en el pecho de mi padre, ahí el hombre del armario no iba poder hacerme daño.

Sus brazos tan cálidos y fuertes rodeaban mi cuerpo, me sentía de nuevo protegida. Estaba abrazándome como lo hacía siempre, él era mi héroe, nada ni nadie iba a dañarme si se encontraba cerca.

-Lisa, cariño –susurro en mi odio-, llama al 911.

Abrí los ojos de par en par, no, no de nuevo.

Ahora me encontraba en la sala, él estaba frente al televisor, sus ojos azules me vieron con ternura, el brillo comenzó a desvanecerse, estaba sentado sobre el sofá con una lata de soda y el control a un lado, esa noche iba a jugar su quipo favorito, debía ganar porque aposto con mi madre y él realmente deseaba ir a la playa en las próximas vacaciones, iba a componer una nueva canción sobre el mar.

-Llama al 911, Lisa, hazlo –me miro primero con dulzura, pero luego se puso de pie con la cara roja por la ira-. ¡Marca el 911 en el teléfono, Lisa! –comenzó a gritarme-. ¡Lisa, Lisa, Marca el número! ¡Márcalo ahora!

Mis pulmones se quedaron sin rastro alguno de aire, tenía el teléfono en las manos. No podía marcar.

Mis lágrimas brotaron de pronto deslizándose lentamente en mis mejillas. Tenía miedo, temía verlo acercarse cada vez más, con su ceño fruncido y los ojos azules desorbitados. Ese era mi padre caminando de paso en paso a donde me encontraba, comencé a correr, corría sin lograr alejarme de la escena, del sillón negro, de esa lámpara, de él.

-No, por favor –suplique con la inocencia de una niña-, no, por favor.

Avanzaba lento con paso seguro, me aterraba más cuando veía la distancia acortarse, mis manos sudaban, en la bocina del teléfono había una voz femenina hablándome.

-911, ¿Cuál es su emergencia?

El suelo comenzó a caerse bajo mis pies, no podía huir, me abrace a mí misma suplicando por mantenerlo lejos de mí, pues por primera vez su presencia me había creado un dolor intenso.

-¡Aléjate de mí! -grite aterrada.

Se acercó sin importarle nada, me mantuve quieta mirando sus zapatos negros.

-Lisa –dijo con voz dulce-, por favor, llama al 911.

-¡No! –grite de una vez por todas.

Él puso una de sus manos en mi hombro y lo presiono.

-Suéltame –suplique asustada-. Por favor, basta.

-Perdóname, cariño.

-No, Jamás.

Mis lágrimas se volvieron ríos salados. Las pesadillas no iban a abandonarme nunca, él, él se convirtió en el despiadado hombre del armario, su recuerdo, los ojos azules y reloj amenazando con hacer llegar la hora, el tic toc de las manecillas me había vuelto loca. El tiempo era importante, el tiempo era lo más importante, siempre, debía contar los días, los meses, años, la hora, el minuto, el segundo, debía saber exactamente cuándo, sin embargo, jamás pude volver a esa casa, nunca logre mirar de nuevo ese reloj cucu, no volví a ver la lámpara o los chocolates... no volví a ver a mi padre.

-Lisa, despierta. Todo va a estar bien.

Soñando Al Mismo TiempoWhere stories live. Discover now