Capítulo 54.

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Lucía: Yo tengo que irme, es muy tarde, estoy muy cansada y... me voy. –Dije alejándome a paso ligero.-

Bien Lucía bien, ¿no se te ocurre decir otra cosa?

Mientras caminaba hacia la casa no podía quitarme de la cabeza el beso, nuestro beso...

No puedo negar que me gustó que me besara, me gustó tener a Pablo tan cerca, una extraña electricidad recorrió mi cuerpo al sentir como sus labios rozaban los míos.

No sé por qué Pablo tiene ese efecto en mí, cada vez que lo tengo cerca o me toca mi pulso se acelera y me es imposible no estremecerme.

Pero, ¿por qué?

No puedo estar sintiendo nada por Pablo, yo... se supone que sigo queriendo a Sergio...

Pero esto no puede ser, no puedo seguir torturándome pensando en Sergio, esperando a que algún día mi móvil se ilumine y salga su nombre reflejado en la pantalla, sé que no me va a llamar, no después de casi 3 meses, creo que Sara tiene razón, quizás se ha dado cuenta que está mejor sin mí y no se atreve a hablar conmigo para dejarme.

Y Pablo... no sé qué es lo que siente...

Al menos no estoy segura, pero no creo que sienta nada por mí, si fuera así no estaría acostándose con otra, porque estoy segura de que ha estado con ella.

Además ya me lo dijo una vez, no está dispuesto a enamorarse, sale con unas y otras pero no busca nada serio, y si no lo ha encontrado en las demás, tampoco va a ser diferente conmigo.

Sentí unos pasos detrás de mí, parecía que alguien se me estaba acercando, por un momento pensé que podría ser Pablo, pero recordé que se quedó inmóvil cuando me vio irme.

No puede ser él, y a estas horas no me puedo encontrar con nada bueno en mitad de la calle.

Aceleré el paso nerviosa, sentía una presión en el pecho que me impedía respirar con normalidad, por fin vi la casa a pocos metros y parecía que a medida que me iba acercando esa presión iba desapareciendo.

Llegué a la puerta y mientras intentaba abrirla con rapidez, miré hacia atrás, la calle no estaba muy iluminada, pero a lo lejos pude ver una silueta de hombre.

Entré, cerré rápidamente y respiré aliviada.

Subí a mi habitación, me desvestí, me puse mi pijama y me tumbé en la cama mirando hacia el techo.

De nuevo se me vino a la cabeza el beso, al hacerlo se me dibujó una sonrisa en la cara y sentía algo extraño en mi estómago.

¡No!, no puedo sentir esas dichosas maripositas en el estómago, no siento nada por Pablo.

Sacudí mi cabeza para intentar librarme de esos pensamientos y volví a mirar al techo.

Escuché como la puerta se cerró, Pablo había llegado.

Me quedé en silencio para poder escuchar mejor y así adivinar qué estaba haciendo. Escuché como dejó las llaves en algún lado, y después solo escuchaba pasos y más pasos, hasta que empezó a subir las escaleras.

Crucé los dedos para que no se le ocurriera pasarse por mi habitación.

No quería hablar con él por ahora, sería bastante incómodo, y más después de haber salido corriendo después de que nos besáramos.

Escuché como subió las escaleras, entró en su habitación y cerró la puerta.

Sentí algo de decepción y puede que un poco de tristeza.

Todo por casualidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora