n u e v e

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Rachel giró su cuerpo al sentir una sombra tras ella.

Miró con furia hacia la figura que estaba detenida frente a ella. — ¿Qué coño haces aquí, Alec?

— Seguirte. — respondió serio cruzandose de brazos.

— De eso ya me he dado cuenta, me refiero al por qué. — la rubia miró a los lados de la oscura calle fijandose en la gente que caminaba a sus alrededores.

Y Alec se dió cuenta, algo iba mal.

— Acaso ¿no recuerdas lo que pasó? ¿Que pretendías? ¿Qué después de averiguara que no eres una shadowhunter no te investigara? — Rachel abrió los ojos sorprendida. Era la primera vez que el pelinegro se atrevía a decirlo en voz alta. — Oh, pues siento decirte que no.

La rubia rodó los ojos, no le gustaba cuando Alec se ponía así. — ¿Y no podías simplemente decirselo y ya está? — gruñó la chica cabreada.

Alec frunció el ceño, ¿por qué quería que la entregara?

— ¡Pero no! El gran Lightwood tenía que venir justamente aquí. — continuó Rachel con la queja. La rubia parecía histérica.

Alec se acercó a ella poninedo sus manos sobre los hombros de la rubia, no estaba acostumbrado a estas situaciones. No sabía como calmarla, pero quería hacerlo.

— Tenías que venir justamente aquí. — volvió a repetir Rachel apartando al pelinegro con brusquedad. — Vosotros no podeís estar aquí. Esto no va a acabar bien.

— ¿Vosotros? — Alec rió, la rubia conseguía hacer muchas de sus situaciones graciosas. — Solo estoy yo, nadie más me ha seguido.

— No me refiero a eso. — Rachel volvió a mirar hacia los lados de la calle antes de contestarle con un susurro. — Los shadowhunters no son bienvenidos aquí.

— ¿Qué?

Alec quería reirse de la ironía de la situación. ¿Qué los shadowhunters no eran bienvenidos?
Eso era imposible. Los shadowhunters son la fuerza del bien, ¿en qué sitio se les podría prohibir la entrada?

— Que te larges. — le contestó la rubia de forma directa pero ahora más brusca.

— Rachel.

La rubia no iba a dejar que Alec tuviera oportunidad de replicar. Cualquier segundo que pasaba allí era peligroso para su seguridad. — Largate. — volvió a repetir ella.

La situación de polémica comenzaba a llamar la atención en las oscuras calles. En las que antes pasaban una pequeña multitud ahora había lo bastante para hacer una buena escena.

Rachel se mordió el labio preocupaba sabía que si esto seguía así podría acabar con la muerte del pelinegro o con un rescate al Instituto, que no pagaría por culpa de la estúpida Clave.

La chica Wether solo tuvo que girar un poco su cuello para ver como la calle se comenzaba a inuncar de seres no mundanos.
Rapidamente dirigió la mirada al cuello de Alec, a lo que más llamaba la atención en esos momentos.

Rachel levantó sus pies para ponerse de puntillas y agarró las solapas de la chaqueta de cuero de Alec para levantarlas y así conseguir tapar la única runa visible con su atuendo, la del cuello.

— ¿Qué haces? — preguntó Alec con ojos nerviosos. Miraba con rapidez cada parte de la cara de la rubia intentando buscar algun gesto de burla. Pero no había rastro de diversión.

Rachel estaba sujeta a él, al tener que usar las manos para cubrir su runa y ponerse de puntillas tenía que estar apoyando todo su peso sobre Alec, al solo poder llegar a el de puntillas. Los dos podían sentir el aliento del otro y Rachel confirmó sus pensamientos, el de Alec olía a menta fuerte.

— Intenta hacer de esto una situación normal. — le avisó Rachel manteniendo su agarre.

— A nadie le parecería esto una situación normal, ni siquiera a los mundanos. — se burló de ellos. — ¿Crees qué es normal que permanezcamos parados uno frente a otro durante media hora?

Rachel sonrió, se había olvidado de que estaba enfadada con él. — No seas exagerado ¿o es que acaso tienes una idea mejor?

Alec ni siquiera lo pensó dos veces antes de hacerlo, le resultó casi un acto involuntario. Y se decía casi involuntario porque además de ser lo mas coherente en esta postura, quería hacerlo, no soportaba esa tensión física.

Rachel se quedó sorprendída al notar lo que hizo el pelinegro, tenía los labios de Alec pegados a los suyos y sus brazos la envolvían con fuerza.

Ninguno de los dos se movía, pero era por situaciones diferentes. Alec era un novato, no había besado a nadie en su corta vida, por lo menos no en la boca. Era un completo inexperto y Rachel lo notó, lo notó al tener pegado su cuerpo tenso, sin ni un solo movimieto, además de sus labios sin movimiento. Hacían saber a la rubia que no sabía como besar.

Rachel se separó despacio y antes de clavar la mirada sobre Alec miró hacia los lados. Ya nadie les tomaba en cuenta. La verdad es que la situación había quedado muy verosímil, una pelea de pareja que termina con una reconciliacion de beso. Algo bastante normal.

En ese momento la rubio volvió a querer pegarse en la cabeza. ¿Por qué siempre que estaba cerca de él pensaba en algo relaccionado con relacciones?

— Ya puedo soltarte. — avisó Rachel todavía con la mirada sobre Alec. Bajo los pies con cuidado y apartó sus manos de las solapas de la chaqueta. — Mantenlas subidas por el momento. — dijo refiriendose a las solapas.

Alec asintió todavia mareado. Su corazón latía fuerte, se sentía lleno de adrenalina, como si se acabara de tirar por un puente y hubiera sobrevivido.
No le era nada normal este sentimiento. Era como si no tuviera fuerzas para hablar.

Rachel todavía seguía con su mirada sobre él, no esperaba que Alec fuera un inexperto. Pero le resultaba adorable la forma en la que se estaba comportando. Le sorprendía que el fuera él el que tuviera la iniciativa.

Entonces el pelinegro volvió a la realidad y lo primero que hizo fue fruncir el ceño.
Si, había un problema, un gran problema.

Alec no esperaba que le gustara el beso.

Demon | Alec Lightwood |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora