Capítulo 44.

9K 758 456
                                    


Somos pareja.


— ¿A dónde irás? 

Remus cerró por completo la maleta, soltando un resoplido. No recordaba haber llegado a Grimmauld Place con tantas cosas encima, o quizá, había doblado mejor la ropa cuando llegó que en aquel momento. ¿Quién lo culpaba? Estaba tan ¿perdido? En sus pensamientos que muy apenas había logrado controlar maquinalmente el doblado de ropa.

Nymphadora Tonks le miraba, sentada al otro lado de la cama. Su cabello al entrar había sido un bello color rosa chicle, sin embargo, al transcurrir la charla, llegó un punto en que comenzó a tornarse grisáceo, sin color. Remus apenas lo había notado. La verdad es que no pensó fuera algo de cuidado, ella podía moldearse la personalidad a gusto. Quizá le gustaba también el gris.

—A casa —respondió Remus, con una sonrisa de lado a lado que lo indicaba.

— ¿Casa? —La metamorfomaga arrugó los labios—. Yo pensé que esta era tú casa.

—Es la casa de Sirius —Remus se encogió de hombros, tomando asiento junto a ella—. Accedí a venir aquí por un tiempo, Dora. Ahora debo partir a la mía. Hace mucho la tengo abandonada.

Tonks elevó la mirada a la de él. Tenía unos ojos lindos, brillantes y muy expresivos. Dora era la diversión personificada, y... Y también la torpeza, ¿por qué no admitirlo? Pero Remus había aprendido que la torpeza en Tonks no era algo que repudiar; al contrario, era lo que le daba un toque diferente a cualquier otra chica. Sin darse cuenta, se habían quedado en silencio. Remus carraspeó, rompiendo contacto con la mirada de ella.

—Sirius te necesita, y bueno... Yo... —se interrumpió abruptamente, como sí se hubiera arrepentido de haber dicho lo último—... Yo no podré cuidarlo siempre. Ando en el ministerio, y con Ojoloco —con timidez, vio al castaño—. Eres su mejor amigo, todo lo que le queda.

El castaño sonrió con cierto aire melancólico.

—Sirius necesita vitalidad, juventud —dijo Remus, colocando una mano sobre su rodilla—. Necesita a Harry, no a mí. Su ahijado está de vacaciones —una sonrisa afable se pintó en sus labios—, ya lo verás, Dora.

—Aún no comprendo porque te vas —persistió Tonks—. ¿Estás disgustado con mi Tío, o con alguien de la orden? 

—No, nada de eso. Sólo quiero vivir en solitario, bueno, no tan solo.

— ¿Cómo así? 

—Eh, bueno, yo —Pronunció con cierta incomodidad—. Bueno, eh, ah...

Tonks rió.

—No te preocupes —susurró, colocando una mano sobre su hombro, de forma fraternal—. No tienes porque decirme. Sólo... Sé feliz, ¿quieres? 

—Muchas gracias, Dora —el castaño le dedicó una mirada llena de gratitud. La luz del sol se filtraban a través de las cortinas, lo que hizo que el cabello de Tonks despidiera varios destellos. Remus creyó que aquello era fascinante. — Tú no quieres que me vaya, ¿verdad? —preguntó, sintiéndose valiente.

La mirada de la chica vaciló un momento, y cayó a sus pies. Remus siguió cada uno de sus movimientos, notando como ella se ponía tensa con cada segundo que transcurría.

Cómo conquistar al profesor Remus J. Lupin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora