Capítulo 51.

8K 634 288
                                    


Un año nuevo junto  a ti.


A pesar de la oscuridad, sabía que el amanecer estaba cerca.

Todo estaba en completo silencio, a excepción de la respiración de Remus. Su brazo derecho me abrazaba contra su pecho desnudo; dormía con envidiable tranquilidad. Yo no podía, sentía un leve malestar en la cabeza, producto del vino estaba  segura. Y es que sí, últimamente se nos pasaban un poquito los tragos en las celebraciones. Pero no importaba, porque estaba segura de que me cuidaría. Siempre me cuidaba.

Era el segundo día del año. Y me gustaba la idea de pasarlo en compañía de mi prometido, en nuestra alcoba. Anoche, en vez de haber ido a Grimmauld Place lo había convencido de que se quedara conmigo, y juntos por fin tuvimos nuestra noche, puesto que habíamos celebrado con Sirius y el resto de la orden el año nuevo.

Pero aunque estaba muy feliz, algo me inquietaba. Y no me había dejado dormir; Remus se había dormido aproximadamente a las cuatro de la mañana, sin embargo, yo seguía viendo la oscuridad, y dibujando círculos en su pecho. Sentía miedo, o quizás pánico, y el ver el anillo de bonito diamante en mi dedo anular no me ayudaba en nada a superarlo; mi mayor sueño siempre fue estar a su lado, casada o no, pero temía; temía no ser suficiente y cansarlo. Que se fuera era mi peor miedo. No podía irse, no ahora cuando somos felices.

Los rayos del Sol empezaron a colarse a través de la rendija de la ventana. Sentía cansancio y pesadez, pero nada ganaba estando acostada y viendo a la nada. Tenía mucho que hacer; limpiar más que nada, y ver sí podía conseguirme algún empleo en san mungo. Mis días como practicante habían acabado, y debía mantener a mi hombre para que no se preocupara. La verdad, sí no fuera por el bueno de Sirius, y mis practicas, estaríamos con hambre. Esa era otra de mis preocupaciones, pero intentaba ocultarla; sí Remus supiera, habría empeñado mi bonito anillo. 

Suspiré, y vi a mi ex-profesor durmiendo; su rostro tan apacible y tranquilo me provocaba comermelo ahí mismo a besos. Pero en vez de ello, me acerqué a sus labios y dejé un beso suave. Lo hubiera dejado dormir todo el día, pero había sido muy claro el día anterior en que quería ser despertado al alba. 

Entreabrió los ojos. Le dediqué la mejor de mis sonrisas.

—Es hora de levantarse. Aunque sí no quieres, por mí no hay problema...—En serio, no lo había. Lo quería seguir viendo dormir. Era perfecto en ese estado.

—No, no —murmuró adormilado, intentando apoyarse en el codo. La sabana resbaló por su pecho hasta sus piernas, dejando entrever su piel blanca llena de cicatrices. El deseo me cosquilleó el cerebro. Quería sentarme en sus piernas, y que me consintiera con besos y palabras dulces.

"Madura, Charlotte" Pensé.  

—Te prepararé el desayuno en lo que te duchas y cambias —musité, levantándome y colocándome una de sus camisas; eran tan largas que me llegaba un poco antes de las rodillas. Me encantaban.

—Gracias. Ya bajo —y como por inercia, nos besamos. Fue corto, fugaz, pero hizo estremecer mi corazón.

Me levanté y bajé las escaleras directo a la cocina, por suerte sólo había algunos vasos tirados de la noche del primero de Enero. Bufé, y entré, virando los ojos a todos lados. ¿Qué prepararle a mi hombre? Claro, su chocolate caliente. No tenía nada de varonil, pero conocía muy bien a mi prometido, y... ¡Tocino! A él le encanta el tocino. Tarareando, saqué el sartén y una tetera para verter el contenido dulzón más tarde.

Cómo conquistar al profesor Remus J. Lupin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora