31. El principio del fin

15 3 0
                                    


Desperté confundido, me levanté apresurado echando las sábanas por un lado, un paño cayó de mi cabeza haciendo que pausara por un momento mis acciones, lo tomé entre las manos observándolo con curiosidad siguiendo mi vista al frente para darme cuenta de que el lugar donde me encontraba no era mi recámara, las literas habían desaparecido siendo el cuarto ocupado por dos camas individuales de aspecto rudimentario y un pequeño banco repleto de utensilios, un cuenco de agua, una taza vacía y bastantes trapos.

Al parecer había estado mal durante la noche, lo último que venía a mi memoria era un gran calor abrasante y un maldito dolor de cabeza el cual aún no se me desvanecía por completo. Encontré mis prendas en la otra cama, dispuse a pararme para ponérmelas y salir pero antes de que yo pudiera hacer algo Lizbeth entró a la habitación.

— ¡Ben! — exclamó la chica entusiasmada sosteniendo una taza con ambas manos, hizo una pausa creyendo que yo pretendía decir algo pero al darse cuenta que estaba cometiendo un error volvió a hablar. ¬—Por fin te has recobrado, no sabes lo preocupada que estaba pensé que tanto sauco te estaba haciendo más daño que bien.

— ¿Sauco?

—Una joven nos dijo que era buen remedio para la fiebre pero al ver que no te reponías comencé a perder la seguridad de sus palabras.

—Lizbeth, sólo fue una noche no debieron molestarse con tantas atenciones.

— ¿Una noche? — le parecía divertido lo mencionado. —Pero si has estado tumbado por casi doce días, creímos que estabas más próximo de la muerte que de reponerte.

—No lo entiendo, yo...

—No importa, ahora ya estás bien pero no te salvarás de tomarte esto, es té de sauco— me ofreció la taza que llevaba— nunca se está seguro, puedes volver a recaer, creo que estamos de acuerdo en que ninguno de los quiere eso, ¿verdad? Yo les avisaré a los demás que te has repuesto, maldita sea, el susto que nos diste—seguía hablando mientras se alejaba— eres un tonto, solo deja... — y ya no escuché más.

No podía creer haber estado inconsciente por tanto tiempo, aún más porque no recordaba nada, observé el té. Le sorbí, era bastante desagradable así que lo dejé a un lado junto con la otra taza.

Era nauseabundo estar aquí sin nada que hacer, en verdad necesitaba salir, creo que hacer caso omiso de las instrucciones que me dio Lizbeth no vendría tan mal, me sentía mucho mejor, excepto por el pequeño dolor de cabeza el cual podía sobrellevarlo a la perfección, sin embargo una vez más mis fines fueron interrumpidos por tres chicos engorrosos e inmaduros que entraban por la puerta alborotados, discutiendo cosas que no podía entender por tanta habladuría. Peter se giro hacia mi sonriente estrechando mi mano con algo de brusquedad.

—Benjamín Hyde, por fin te has decidido a existir. Ya hacía falta alguien que recibiera los disparos primero antes que a nosotros. —expresó Peter.

—Chicos se han acabado nuestras preocupaciones, Hyde ahora ya podrá volver a recoger los tableros de los entrenamientos. —mencionó Michael.

Y seguido de él, habló Jael. —Lo en verdad detestable es que con lo que Hyde coma ya no habrá permiso de dos raciones en el comedor.

Eran unos pesados, claro que, no pude evitar reírme gracias a sus calumnias. Charlamos un buen rato, al parecer la recámara en la que me encontraba era de Peter y Marcus, justo en el segundo piso donde agonicé por días enteros. Martha, una mujer encargada de los alimentos suministrados en el clan tuvo que ser acompañada por Peter y Marcus para encontrar el venturoso sauco que me curaría, por cierto debido a lo que me mencionaron supe que otras personas del clan también enfermaron por la tormenta pasada aquel día, siendo yo el único que cayera por la fiebre.

BerzerkHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin