Capítulo 40. Ringo.

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  Nada. No había dejado rastro de nada. ¡Nada! Enserio se hubo desvanecido de nosotros, ¿pero cómo era posible qué eso sucediese? Muchas dudas rondaban en mi cabeza, pero era más grande el temor de que Maxwell hubiera tomado como rehén a Paul, aunque ello no podía ser cierto puesto que él no sabía nada sobre el verdadero McCartney..., ¿o sí?

No, me decía una y otra vez. Había sido muy cuidadoso con respecto al tema. Maxwell no sabía nada, él no sabía nada.

Y cuánto más me esforzaba por pensar eso, pronto a mi mente venían las palabras de los oficiales de bomberos:

»—¿Qué sucedió exactamente? —pregunté con un nudo en la garganta —. ¿Cómo fue posible un incendio de tal magnitud?

»—Mis hombres están haciendo todo lo posible por encontrar una razón ¿señor...?

»—Parkin —le dije.

De repente otro bombero se había acercado a nosotros con unos objetos medio quemados y que despedían un terrible olor a hollín.

»—No cabe duda de que el incendio fue provocado —dijo aquella vez —. Esto lo demuestra, además de no encontrar otro factor en lo que quedó de esa casa...

¿Pero quién lo habría provocado?, ¿Maxwell lo sabría ya? ¡Por favor que no sea lo que pienso!, me decía por mis adentros. Me sentía tan sucio y decaído con todo lo que estaba aconteciendo. Quizá fue una mala idea buscar a Paul, estar cerca de él y no haber actuado mejor de lo que podía. Por mí culpa él podía estar en aprietos, perdido y vagando en un mundo crudo y frío. ¡Pobre Paulito! Quién juró odiarme por el resto de sus días; me dolía que él pensase lo peor de mí y el resto de los chicos, cuando nosotros también éramos víctimas de las fechorías de Maxwell y el maldito MI6.

Michelle cada día que transcurría se la pasaba con un nudo en la boca y con un profundo dolor en su ser. Estaba inconsolable, incluso más de lo que yo podría estar. Ella quería a Paul, lo amaba de una manera que no había visto antes en una chica tan ligera. Mi deber era estar a su lado para consolarla y darle esperanzas de encontrar con vida a nuestro querido McCartney.

—Creo que me voy a volver loca encerrada en estas cuatro paredes —befó ella cierto día que pasé a visitarla con unas bolsas del supermercado en mano —. Necesito irme de aquí, Ringo. Quiero salir y buscar a Paul...

—No es lo más conveniente en estos momentos, Mich. En especial porque todavía no compruebo sí Maxwell estuvo detrás de todo el accidente... — expliqué — . Trata de calmarte.

—Calmarme, calmarme, ¡¿cómo quieres que me calme, maldita sea?! ¡Ya me cansé de estar aquí y perder los estribos! ¡No puedo tener paz si Paul está allá, solo, exponiéndose a un mundo muy diferente al real! Yo no quiero estar aquí, pensando en lo que pude hacer antes, lamentándome todo el tiempo y haciendo de mi vida una completa mierda como es la de Los Beatles...

Bajé la mirada y me di media vuelta cuando dijo aquello porque, en efecto, sus palabras eran calculadoras pero muy realistas. La verdad duele, duele e incómoda mucho.

—Oh, Ringo, no... —Michelle corrió a abrazarme por la espalda cuando se hubo dado cuenta de sus palabras — . Lo siento, lo siento, no quise decir eso. Yo..., estoy muy nerviosa. No tienes idea de cuánto. Has sido un gran amigo y una muy buena persona conmigo, no mereces que te traté así. Te quiero mucho, Ringo, mucho...

A day in the life (The Beatles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora