Capítulo 2: La elección del dragón

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—No ha estado mal —reconoció el musculoso joven de pelo corto y pelirrojo, al estilo clásico militar que llevaban la gran parte de sus compañeros dentro del ejército de Fránel, con una tímida barba del mismo color que unía las patillas por debajo del mentón en una finísima y continua línea que Drana se encargaba de ridiculizar de vez en cuando—, pero aún te queda bastante para llegar sólo a rozarme.

—¡Dame un poco más de tiempo, Nizka, y pronto serás tú quien intente llegar a mi nivel!

—Hablas demasiado... —se apresuró a comentar mientras esquivaba con dificultad un veloz sablazo vertical proveniente de la mujer—. Céntrate en la batalla.

—¡Vamos! Que tú no puedas hacer dos cosas a la vez no quiere decir que yo tampoco pueda. Soy una mujer, ¿recuerdas?

—Como si pudiera olvidarlo... —Nizka era un formidable espadachín, pero certera era también su palabrería, acompañándola con una pícara mirada y una maliciosa sonrisa que hicieron colorearse las mejillas de su rival, la cual arremetió con mayor intensidad que antes.

El ejercicio de combate entre ambos duró varios minutos, chocando entre sí sus espadas con rápidas y ágiles acometidas por parte de Drana y seguras y contundentes estocadas por la de Nizka. Desde fuera, los observadores de la pareja se quedaban boquiabiertos con la intensidad del duelo, la energía imprimida y la espectacularidad ganada mientras corrían y saltaban alrededor del patio, usando las cajas y otros obstáculos del suelo para intentar vencer en la contienda.

El joven de veintisiete años, uno mayor que ella, era uno de los más prometedores soldados del ejército de Fránel. Su habilidad con la espada era asombrosa y no sólo destacaba en el aspecto físico; también poseía grandes dotes para el liderazgo y buena cabeza como estratega. Los altos mandos ya le tenían muy en cuenta, por encima de otros como Báguer o Betren, hombres de edades similares a la de Nizka que veían mermar sus opciones de ascenso a la sombra de semejante prodigio militar.

Drana, por otro lado, a pesar de tener grandes cualidades que también podrían catapultarla a los mayores puestos del ejército, tenía ambiciones mucho menores que su compañero. Sabía manejarse con soltura con una espada y el arco tampoco se le daba nada mal, pero no pensaba en los ascensos. A ella le bastaba con el sueldo ganado como soldado y le entusiasmaba la rutina disciplinada y sencilla del que obedece y no tiene entre sus responsabilidades salvaguardar la vida de los demás.

—¡Bravo! —exclamó Tábar, dando sonoras palmadas a la vez que se acercaba a los contendientes—. Dos de nuestros mejores soldados dando una verdadera lección al resto sobre cómo han de luchar. ¡Miradlos! Están todos boquiabiertos, embobados mientras os observan.

Drana se cuadró un segundo antes que su compañero en cuanto se percató de la llegada del general, un hombre delgado y sin un sólo pelo en la cabeza, muy respetado por todos por sus profundos ideales de la justicia y el honor, sabiendo bromear y sonreír cuando la situación lo permitía.

—¡A sus órdenes! —gritaron al unísono, con la espada clavada al suelo en el lateral derecho y la mirada perdida en el cielo por encima de su superior.

—Descansad —respondió, relajándose, entonces, sus soldados—. Nizka, nunca me cansaré de elogiar tus habilidades, pero he de reconocer que me siento realmente asombrado contigo, Drana. Tus progresos son increíbles y no parece que haya nada que se te dé mal.

—¡Gracias, señor!

—En serio, gran trabajo el tuyo. Tanto, que he estado considerando tu entrada en la facción de dragones.

El murmullo de la batalla (Saga Ojos de reptil #2)Where stories live. Discover now