|1.1| La última heredera

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Año 1994

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Año 1994.
Julio.
Ottawa, Canadá.
Madrugada.

«No vaya, quédese oculta en el bosque» le susurró en su mente una voz masculina cargada de alarma, inquieto a que no tomara en cuenta la sugerencia.

Su presencia cruzó velozmente por el bosque blanquecino. Sin mirar atrás sabiendo el destino que le deparaba en cuanto llegara al campo de batalla. Olía en toda su extensión, la muerte misma. El aire estaba infestado por el cruel destino, y temía por el de ella. No por su persona, sino, por quien más la necesitaba.

«Tengo que hacerlo, los cachorros de la villa están en peligro» renegó ella en su mente de inmediato. Mirada al frente, podía ver las auras de diferentes colores luchando entre sí.

Pronto se uniría a la batalla.

«Es arriesgado que vaya sola, así que permanezca donde está. Llegaré en unos minutos» insistía él, la desesperación era palpable en su voz telepática.

Sus oídos captaron diferentes sonidos mezclados entre sí, lo que más resaltaba eran las voces agónicas y gritos desesperados. La tierra presenciaba la masacre dada sobre su suelo, se lamentaba en silencio. Los aullidos de los lobos cesaron, uniéndose al cántico natural.

«No hay otra opción, debo sacarlos de ahí».

«No es su deber».

Efectivamente no era su deber, pero quería hacerlo.

Pensó en una respuesta que lo dejará tranquilo.  Nada de lo podría decir lo lograría. Se limitó a dejarlo pasar y él no volvió a hablar, seguramente transcendió a su humanidad para llegar más rápido a su punto de reunión.

Agachó su cuerpo peludo, moviendo sus cuatro patas en sincronía. Alzando solamente la cabeza, avanzo con sigilo hasta la primera roca que diviso. Sus ojos negros barrieron el escenario en busca de los cachorros que, desafortunadamente quedaron atrapados entre una guerrilla. Los salvaría a toda costa, no merecían morir de esa manera, en una lucha que no les concernía, sin ser recordados, sin ser encontrados sobre la colina de los infortunios.

Por un segundo permaneció quieta, expectante a lo que se desarrollaba a unos metros. Todos luchaban entre sí, arrebatándose la vida cual nativos defienden su territorio. No le parecía tan repugnante el charco de sangre que se formó debajo de varios cadáveres, víctimas de profundas mordidas. Apartó la vista al apreciar la mutilación en la de uno, especialmente al que se parecía a ella: un enorme lobo cuyo pelaje blanco se tiño de rojo, su propia sangre.

Descendientes del Sol [SasuSaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora